A pesar de que no tuvieron una discusión, llevaban un par de días distanciados. Marcela se sentía avergonzada por el incidente en Vancouver. Maximiliano, por su parte, creía que ella seguía pensando en Eduardo y deseaba que se reconciliaran, así que planeó algo para hacerla sentir mejor. —¿A dónde vamos? —quiso saber ella. Deseaba que se esfumara la desconfianza que percibía en él y no lo preguntó cuando le propuso ocupar su día libre en un pequeño paseo. —Si te lo digo ya no es sorpresa. Aunque no le gustaba del todo ese tipo de atenciones, Marcela aceptó moviendo la cabeza, reclinó el asiento, se cubrió con una frazada que llevó y se recostó. Se quedó dormida durante una hora de trayecto y despertó cuando sintió que Max sostuvo su mano y se la besó. —Despierta ya, bella durmiente —le

