Kalila no sabía que pensar o decir, era vergonzoso que cada vez que veía a Nuriel su centro se humedeciera, más porque a cada momento recuerdos de su encuentro atacaban su mente, dejándola en una nebulosa de placer, aun mas incomodó era sentir la humedad en el aire cernirse sobre ella, y ni hablar de lo que había sucedido en el bosque, ¿debía decirle eso a Ikigaí? No lo sabía, todo era tan confuso, más al encontrarse cocinando junto a Ukara, como si fuesen grandes amigos ¿Qué estaba mal con ella? ¿Qué estaba mal con ellos? No lo sabía no lo comprendía.
— Mi destino, esto esta delicioso. — felicito Nuriel masticando un trozo de carne asada, pero lo que llamó la atención de Kalila fue que parte del tenedor también había desaparecido.
— Eso… — sentía vergüenza de solo querer preguntar, más que nada se sentía mal, no había reparado en preguntarle a su fénix cuál era su dieta, aun no comprendía a base de que vivía Ikigaí.
— ¿Te acabas de comer el cubierto? — preguntó casi incrédulo Declan, aunque lo estaba viendo al igual que todos.
— ¿Esta cosa que sabe raro? — indago Nuriel mostrando solo el cabo del tenedor.
— Eso mismo, no se come. — agrego Ukara, de forma divertida y el corazón a Kalila se le acelero y nuevamente se preguntó que estaba mal con ella.
— ¿En verdad? — el pelirrojo se notaba incrédulo y Kalila dejo salir una risilla.
— Nury. — los ojos de fénix se convirtieron en brazas y el aire a Kalila se le escapó de pronto entre los labios.
— No hagas eso, no la provoques a la hora de la cena. — censuro Ikigaí, y los hijos de la luna gruñeron.
— Lo siento, no puedo controlarlo, mi fuego interno se aviva con cada muestra de cariño de mi bello destino. — Kalila trago grueso, temía preguntar si eso sucedería siempre, ¿el calor que afloraba de su cuerpo era normal? ¿debía llamarlo de otra forma? — No dejes de llamarme así. — aseguro o más bien rogo el grandulón.
— Nuriel, deja de ver en mi mente. — pidió con un sonrojo, todo le resultaba abrumador, confuso, no sabía cómo manejar aquello.
— No veo en tu mente, mi destino, solo conozco tu corazón, lo demás es fácil de leerlo en tu rostro.
— ¿Cómo así? — era curiosa, era humana, era lo más magnifico del mundo para estos seres, cada gesto, por más insignificante que fuera y es que, aunque los hijos de la luna y Kalila vivieron en el mismo pueblo por años, no se conocían, por lo que era lo mismo que decir que eran un grupo de extraños, compartiendo un mismo techo.
— En el prado, aquella tarde que te encontré, enlazamos nuestra existencias, te pedí ser mi fuego y tu juraste arder conmigo, por lo que durante todo este tiempo he vivido en tu corazón, y antes que eso… tuvimos nuestra primera discusión cuando estabas en el vientre de tu madre. – la copa de agua que Kalila sostenía se le resbalo de las manos, pero no se derramo, Ikigaí se encargó que el líquido quedara en el aire y regresara a la copa que Ukara con un movimiento de sus manos había provocado que recuperara una postura adecuada sobre la mesa.
— ¿Cómo que discutimos? — no diría que no se acordaba, pues… era imposible, se dijo la pelinegra y no era la única.
— Queria asesinar a tus padres, eran muy incompetentes, dejaron que su compañera fuera atacada, por ende, tú también, pensaba llevarme a tu madre hasta que nacieras, luego la mataría… — a cada palabra que el fénix decía Kalila palidecía.
— La estas asustando. — gruño Tahiel e Ikigaí descubrió que ese lobo sentía cada emoción de Kalila.
— Lo siento mi destino, de más esta decir que eso no sucedió, tu… me repelías, desde el vientre de tu madre, estoy seguro de que sentías mis ganas de asesinar, entonces… sentía un calor raro en mi corazón, lo supe, eras tú, me estabas advirtiendo que me enviarías al mismo infierno si le tocaba un pelo a alguno de ellos, entonces, solo lo pase por alto, pero recuerdo jurar que te daría unas nalgadas por ello y estoy ansioso de cumplir con mi promesa. — Definitivamente el fénix era eso, un fénix ardiente, que la hacía humedecer.
— ¿Por qué todo lo que sale de tu boca es relacionado al sexo? — se quejó Declan y todos lo vieron incrédulos.
— Es mi esencia, además de que llevo mucho tiempo… esperando.
Fuego, eso sentía Kalila, fuego y necesitaba refrescarse o realmente ardería.
— Bien, creo que es hora de dormir mi hermoso lago. — la voz de Iki la hizo saltar en su lugar y reparar que estaba al pie de las escaleras.
— ¿Con quién? — la pregunta escapo de sus labios a la vez que sus ojos saltaban de Nuriel a Iki y el solo escuchar a los otros tres individuos murmurar cosas incoherentes, hizo que sus mejillas estallaran al rojo vivo, ella en verdad había follado frente a todos y borro de inmediato ese pensamiento.
— Con… — Nuriel comenzó a hablar, pero Ikigaí lo interrumpió, envolviendo con su cabello a la joven.
— Conmigo, mi hermoso lago de vida, esta noche, este esclavo requiere tu presencia. — la calma que siempre le hizo sentir el peli azul fue sustituida por desesperación, una que jamás creyó sentir.
— Iki. — susurro perdida en el violeta de sus ojos, estaba hechizada por la quimera.
— Cuiden el bosque.
Solo eso dijo Ikigaí, y partió a su recamara, donde una enorme cama con sabanas de seda los esperaba, pero no era lo único, con asombro Kalila vio que una de las paredes del cuarto había sido modificada recientemente, una pequeña cascada bajaba por ella y se perdió hacia lo que ella creía era algún tipo de desagote, o algo.
Kalila se preguntó si debía hacer o decir algo, ya que Ikigaí se mantenía de pie, a una distancia prudente de ella, pero entonces, la pared que daba al bosque comenzó a desmoronarse, no con premura o ruido alguno, más parecía que estaba siendo consumida por algún tipo de magia, una que solo Ikigaí podía manejar y la pelinegra estaba segura que si la quimera lo quisiera, podía convertir esa enorme cabaña en un laberinto del cual jamás nadie pudiera salir, ahora sin embargo, la noche se cerró sobre ellos como un velo de seda, quedando iluminados solo por el brillo de la luna, que era inusualmente azulado. El aire estaba cargado de humedad y el sonido del agua corría como un susurro en el fondo, convirtiendo ese momento en algo mágico y tranquilo, tanto así, que poco a poco los nervios de Kalila desaparecieron. La presencia de Ikigaí era casi palpable, aunque estuviera a tres pasos de Kalila, su energía se deslizaba sobre la piel de ella como una caricia, era por la humedad del aire, Ikigaí la sentía y ahora ella también lo hacía.
Kalila sintió su cuerpo responder, pero no como había sucedido con Nuriel, esto era completamente distinto, era calma, su corazón latiendo con una cadencia que parecía sincronizarse con el ritmo del agua, y cuando sus miradas se encontraron, en ese instante, supo que estaba perdida.
— Ikigaí. — murmuro llamando a su quimera, y esta avanzo aun más a su lado.
— Mi bello lago de vida.
El agua de la pequeña cascada parecía cobrar vida, envolviéndolos en un abrazo líquido que los unía. La sensación era casi etérea, como si estuvieran flotando en un mar de sensaciones. Ikigaí se acercó, su cuerpo radiante de una luz suave que parecía provenir de dentro. Su toque era delicado y sutil, como las gotas de la lluvia que acarician tu ser al caer, y su aliento, un susurro que la hacía temblar. Su ropa fue desapareciendo con cada caricia, sus labios, fueron poseídos por los del peli azul y solo entonces Kalila reparo en que su cuerpo había crecido un poco más desde la última vez que lo había visto, sus manos un poco temblorosas acariciaron sus grandes grilletes de oro, maravillándose de como resplandecían, Ikigaí era mágico. Y en ese momento, Kalila se sintió poseída por una fuerza que no podía controlar. Su cuerpo se entregó a la pasión, y el agua parecía ser el conductor de esa energía.
— Mi hermoso lago de vida, ¿aun deseas saber de qué me alimento? — pregunto con picardía, mientras la joven era elevada, en lo que aparentaba ser un trono de agua.
— si. — susurró con la voz temblorosa ante el cosquilleo que su cuerpo sentía.
— De tu néctar, beberé y me alimentare de ti, por toda la eternidad, asique, solo sopórtalo, porque estoy muy hambriento.
El agua envolvió sus muslos, abriéndolos con delicadeza, y la cabeza del peli azul se perdió entre ellos, provocando que Kalila llevara su cabeza hacia atrás, la quimera realmente estaba bebiendo todo de ella y Kalila solo podía gemir, como Ikigaí le había dicho, solo le quedaba soportar, y claro que lo haría.