Me dejé dominar por mis deseos y llevé mis manos hasta su nuca. Raspé con mis uñas esos vellos gruesos que habían en el nacimiento de su cabello y saboreé su boca, la punta de su lengua, dulce y deliciosa, lengua que me apetecía mucho sentir sobre la piel de mi cuerpo. ¿Estaba mal desear ir más allá con mi esposo? ¿Esposo al que no recordaba y por el cual tampoco recordaba tener algún tipo de sentimiento? Me incliné, buscando acortar la distancia entre nuestras bocas, entre nuestras lenguas y entre nuestros cuerpos. Buscando que mi cuerpo rozara el suyo y que sus manos grandes, gruesas y tan masculinas, se posaran en mí y apretaran mis carnes. Quería darle una vuelta de rosca a aquel beso y llevarlo más lejos... Mucho más lejos. Al borde del cráter de un volcán activo y lanzarnos en él,

