Capítulo 16

2085 Words
AITANA —Sé que apenas pasó la medianoche y que esto es muy de Cenicienta de mi parte... —levanté mis zapatos, que me había quitado hacía como una hora, para enfatizar—. Pero no me siento muy bien. Creo que necesito dormir. Estábamos sentados en uno de los sillones del área VIP, entre Ryder y Ximena, y Elijah tenía su brazo rodeando mis hombros. El champán me mantenía bastante chispeante, pero ya me estaba apagando por los bordes. Había tomado todas las fotos, dado todas las manos y sonreído todo lo que podía por una noche. Pero, en realidad, me sentía un poco enferma del estómago por el bajón de adrenalina después de ver a Josh. Elijah apartó un mechón de mi cabello de mi rostro mientras su mirada buscaba la mía; sentí su pulso latiendo contra mi piel, cálido y lento. Nuestras miradas se cruzaron, y me sentí culpable. ¿Estaba loca por querer huir de él? Quiero decir, era hermoso, y hasta ahora había sido un perfecto caballero. Pero, a pesar de mis esfuerzos por ignorarlo, seguía atrapando de reojo a Josh mirándome desde el otro lado del lugar. Tenía que largarme de ahí. —En realidad, ya pasó la una —dijo Elijah—. Tengo que ir a una fiesta después del evento. Deberías venir. Cierto. Debería haber ido con él. Si Cami no se hubiera ido con algún tipo hace rato —después de que le juré una y otra vez que estaría bien sin que me cuidara—, me habría dicho que lo acompañara. Pero estaba agotada. Emocionalmente drenada por el encuentro con mi ex y la avalancha de sentimientos horribles que desenterró su cara de imbécil. No estaba orgullosa de ello, pero así era. Solo quería enterrar la cabeza en algún lugar y sentirme miserable, aunque no iba a decirle eso a Elijah. En su lugar, le di mi sonrisa más bonita y arrepentida y dije: —Lamento mucho que no haya funcionado. Puedo pagarte el hotel y todo… —Aitana —sacó algo del bolsillo, tomó mi mano y presionó una tarjeta de habitación contra ella—. Estuviste increíble esta noche. Negué con la cabeza en protesta. —En serio, puedo tomar un taxi. No hay problema. —El hotel está a unas cuadras —dijo, con tono suave pero firme—. Estás agotada, cariño. —Probablemente debería irme a casa... —mi voz sonó dudosa. Tentada. No podía evitarlo; me encantaba cuando me llamaba “cariño”. Se inclinó hacia mí, sus labios rozando mi oreja cuando dijo: —Sabes, Aitana, mi novia probablemente se quedaría... y dejaría que le comprara el desayuno por la mañana. También cierto. Parpadeé, intentando pensar en un argumento racional, pero la idea de pasar la noche en una habitación de hotel de lujo era demasiado tentadora. Max estaba en casa de mi hermana, así que no tenía que volver corriendo a mi departamento cutre para alimentar a mi perro. Guardé la tarjeta en mi bolso. —Está bien. —Ve a descansar —dijo, y me besó en la mejilla—. Flynn te acompañará. 🎸🎸🎸🎸🎸🎸 Llegué al elegante bar del hotel justo a tiempo para la última ronda. Parecía un buen lugar para esconder la cabeza un rato. Había considerado ir directo a mi habitación y desmayarme. Tal vez darme un baño caliente antes, para quitarme de encima los aspectos más miserables de la noche. Pero mientras Flynn me acompañaba al hotel y la música seguía resonando en mi cabeza, me resultaba imposible sacar a Elijah de mis pensamientos. Sus canciones. Su voz. La forma en que se veía sobre el escenario. Cómo todo lo demás parecía desvanecerse cuando él cantaba, como si lo hiciera solo para mí. La sensación de su mano cálida, con callos de guitarrista, entrelazada con la mía. Y Josh, midiéndolo con la mirada. Ese imbécil arrogante. Solo él podría hacer algo tan de mal gusto. Aparecer de la nada, meterse en mi vida otra vez y tratar de arruinar esto. Pero luego hice algo aún más de mal gusto. Le mentí directamente a Elijah. Le dije que me iría de gira con él. Justo ahí, frente a Josh y Ryder. El efecto del champán empezaba a desvanecerse, y no estaba lista para eso. De alguna forma logré convencer a Flynn de que me dejara sola en el elevador, y cuando se fue, me fui directo al bar del hotel. Mientras caminaba, solo esperaba que mi sexy vestido rojo fuera lo bastante elegante. El lugar estaba lleno de candelabros. Solo había estado en un bar más lujoso una vez: el que el padre de Josh había reservado para nuestra recepción de boda. La recepción de boda que nunca sucedió. Fui directo a la barra y me quité mi chaqueta de cuero de la suerte. Había un par de hombres con trajes en el extremo opuesto, pero el lugar ya se estaba vaciando. El personal recogía mesas y coqueteaba con los últimos clientes. Una canción lenta y sensual sonaba de fondo y me daban ganas de regresar a la fiesta y deslizarme en el regazo de Elijah Colton. Tal vez debería simplemente acostarme con él y terminar con esto. No podía empeorar mi vida más de lo que ya estaba. —¿Qué te sirvo, linda? —preguntó la bartender, acercándose—. Estamos en la última ronda. Te quedan unos veinte minutos. —Southern Comfort y amaretto con hielo, por favor. Muchas cerezas. Que sea doble. En realidad, como es la última ronda, hazlo dos dobles. Y otros dos para él. —Señalé el taburete vacío junto a mí, como si esperara una cita en cualquier momento. Tomarme ocho tragos en veinte minutos probablemente no era la mejor idea, pero al menos ayudaría a borrar el mal sabor que Josh, el junior, me había dejado en la boca. Y no solo con su lengua. La bartender fue a preparar mis tragos. Me vi reflejada en la pared de espejos detrás de las botellas; al menos no lucía tan desastrosa como me sentía. Atrapé la mirada de uno de los hombres del extremo de la barra. Su mirada se demoró, pero aparté la vista. La bartender regresó, dejando los tragos sobre servilletas de cóctel: dos frente a mí y dos frente a mi cita inexistente. —Gracias —dije, buscando mi cartera en el bolso. —No hace falta, linda —dijo ella—. El caballero del final de la barra los pagó. Miré hacia allá. Los dos hombres con traje me observaban. El más joven, de unos treinta años, guapo, tal vez un poco ebrio, alzó su copa. —Gracias —dije, girándome hacia la bartender. —Salud. Ella se alejó y yo tomé mi primer trago, pensativa. Tal vez sería de mala educación no agradecerle al desconocido que había pagado mis bebidas, pero no quería que se acercara. Probé un sorbo, dejando que el dulzor del licor se quedara en mi lengua y el calor me llenara el pecho. Cerré los ojos y lo vi, grabado en la oscuridad: Elijah, en el escenario, iluminado por luces de colores. —¿Con ganas de compañía? Abrí los ojos, pero no me giré. Podía verlo en el espejo, el tipo del final de la barra, de pie detrás de mí con un trago en la mano. —Estoy aquí con mi novio —logré decir antes de que mi cerebro procesara las palabras—. Pero gracias por los tragos. No tenías por qué hacerlo. —Un placer. ¿Noche difícil? ¿Tan obvio era? —Nada que mi novio no pueda arreglar. —No tenía ganas de fingir amabilidad. No quería deberle nada solo porque me había comprado un trago. O cuatro. —No lo veo por aquí. Pero de repente sí lo vi. Reflejado en el espejo, viniendo desde el vestíbulo, con su andar largo y decidido, acortando la distancia entre nosotros. —¡Elijah! —me giré tan rápido que perdí el equilibrio y me caí del taburete. Elijah llegó a mí antes de que pudiera reaccionar, su mano en mi brazo, firme y rápida. —Hola, nena —dijo, ayudándome a volver a sentarme—. ¿Me extrañaste? —Su boca se curvó en una leve sonrisa. Luego lanzó una mirada al desconocido. —Siempre —dije, haciendo mi mejor imitación de novia enamorada. No fue difícil. Lo patético era que sí lo había extrañado. Apenas había pasado media hora desde que me había besado para despedirse. El tipo nos miró, luego a mí. Claramente no tenía oportunidad ahí, supiera o no quién era Elijah Colton. Alzó su copa con un gesto resignado. —Que tengan buena noche. —Y se alejó, lanzándome una última mirada antes de irse. Elijah lo siguió con la vista. Se había cambiado: llevaba un gorro de lana gris que cubría la mayor parte de su cabello, un suéter de cachemira gris y unos jeans. Hace un rato no habría creído que pudiera verse mejor que con esos ajustados pantalones de cuero n***o, pero ahora se veía tan bien que sentí unas ganas tremendas de hundirme en sus brazos, dejar que me envolviera en cachemira y calor. Definitivamente era el alcohol actuando. Aparté la mirada. Y allí estaba Jeff, reflejado en el espejo, de pie junto a una mesa alta, con cara de fastidio. Esperaba que no fuera conmigo. O con Flynn. Elijah se sentó en el taburete junto a mí, observando los tragos intactos frente a él. La suave manga de su suéter rozó mi brazo, encendiendo pequeñas chispas sobre mi piel. —¿Esperabas a alguien? —preguntó con esa voz baja y sensual, un poco ronca por haber cantado con el alma. Tomé un sorbo de mi trago y respondí con el tono más casual que pude. —Solo tenía sed. —Ajá. —Pero puedes tomarlos tú. —Lo haré. —Tomó el palillo con cerezas del borde de un vaso y lo dejó a un lado. Luego alzó una ceja, sin apartar sus ojos de los míos, y bebió un sorbo. La comisura de sus labios se curvó ligeramente ante el sabor. —¿Y esto qué es? —pregunté, tocando la lana de su gorro y el rizo de cabello oscuro que se escapaba por debajo—. ¿Un disfraz? —Algo así. ¿Te engañé? —No. Todavía tienes esa cara, ¿sabes…? —mi voz se fue apagando, quedándome sin palabras cuando sus ojos parecieron oscurecerse un tono bajo la luz parpadeante de las velas. Fue entonces cuando me di cuenta de que mis dedos seguían tocando su cabello. Solté mi mano de inmediato. —No sabías quién era cuando nos conocimos. Solté una risa, que terminó saliendo como un pequeño bufido, algo que solía pasarme cuando estaba un poco ebria. —Pero cualquiera con un poco de idea lo sabría. —Pero tú no. —Yo no. Pregúntale a Cami. No tengo ni idea de nada. Sonreí, levanté mi copa para brindar por esa declaración y bebí. Elijah me observaba, con esos ojos oscuros e indescifrables que brillaban a la luz de las velas. —Pensé que ibas a dormir. —Y yo pensé que tú ibas a una fiesta posterior. —Sí, bueno. Hay demasiada gente amontonada en la suite de Daniel ahora mismo, y suficiente alcohol corriendo como para que nadie note que me fui. —Lo dudo —haría falta mucho más alcohol del que cabe en una habitación de hotel para olvidar a Elijah Colton. —Y me preocupé un poco cuando no contestaste el teléfono. —¿Ibas a despertarme? —Te veías algo mal cuando te fuiste de la fiesta. Quería asegurarme de que estuvieras bien. Su mirada se apartó de mí mientras bebía un sorbo. Daría prácticamente cualquier cosa por saber qué significaba esa expresión ardiente y distante en sus ojos. Luego volvió a mirarme, y sentí cómo el calor me subía desde el estómago, una respuesta visceral imposible de contener ante esa mirada. Ese hombre tenía algo, un magnetismo increíblemente sexy, y podía sentir cómo me atraía. No sabía si lo hacía a propósito o si simplemente era así. Traté de resistirme, pero todo lo que quería era rendirme. Pasar mis brazos por su cuello y aplastar mis labios contra los suyos. Probarlo otra vez, ese constante toque de canela que parecía llevar siempre consigo. Estúpido. Imprudente. No va a pasar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD