Capítulo 2

1406 Words
Elijah —Si había algo que odiaba de ser una estrella de rock, era grabar videos musicales. Eran terriblemente tediosos, o más específicamente, un limbo. Era todo apúrate y espera, todo el maldito día. También eran un completo desperdicio de tiempo. Había pasado la mitad de la mañana grabando toma tras toma tras toma. Cantando fingidamente con mi guitarra, cantando fingidamente sin camisa, cantando fingidamente con guitarra y sin camisa. Y lo fingido era un completo desvío s****l. El resto de la mañana la pasé en uno de los dormitorios libres de Ryder, mientras las chicas de vestuario me vestían como una maldita muñeca. Ximena incluso se involucró, apareciendo entre un par de percheros con unos jeans que parecían exactamente iguales a todos los demás que había probado. Al diablo. Solté los jeans que llevaba puestos, y esta vez también dejé mis calzoncillos. Me quité los jeans de los pies, me quedé completamente desnudo y dije: —Hagan que esta cuente, chicas. Ximena lo tomó como la profesional que era y me entregó los jeans con un ceño de desaprobación. Una de las chicas de vestuario parecía haberse tragado la lengua y se ocupó de mirar a cualquier lado, menos a mi paquete. La otra casi dice algo mientras me metía los jeans, sin ropa interior, y los subía con la cremallera. Casi. —Perfecto —dije, girándome para irme. —¡Elijah! —me llamó Ximena—. Todavía necesitamos una camiseta. —Lo que sea —tiré de mi camiseta mientras caminaba—. Me pongo lo que sea. Bajé las escaleras, hacia la locura, ignorando a media docena de personas que querían hablar conmigo en el camino. Cualquiera de ellas probablemente me habría conseguido cualquier cosa que quisiera, pero ya estaba harto de que me tocaran, arreglaran y me atendieran. Todo lo que realmente quería era terminar este maldito día y regresar a L.A. Había demasiadas personas amontonadas en la casa de Ryder. El equipo de filmación, la gerencia de la banda, seguridad, vestuario, maquillaje y los muchos modelos contratados para la sesión hacían que la enorme casa se sintiera como el autobús que usábamos en la primera gira de Pecado Ardiente: totalmente invadida de colados. La casa estaba llena de luces, cámaras y todo tipo de equipos para grabar la escena de la resaca en la sala. Habría sido más fácil simplemente organizar una fiesta de verdad y dejar que todos destrozaran el lugar, en lugar de intentar que pareciera el desastre después de una juerga. Zander lo había propuesto; no sorprende que Ryder lo rechazara. Pasé por la sala, donde preparaban la escena, el equipo ajustando la cámara en el riel del dolly. Zander estaba allí, rodeado de mujeres como abejas en un panal, aplicándole maquillaje y peinando sus ondas rubio playa mientras comía algo con palillos. Zander y Daniel, dos de mis compañeros en Pecado Ardiente, harían cameos en el video, el segundo sencillo de mi álbum debut como solista. Como el álbum se llamaba Sunday Morning, Ryder me preguntó qué haría en un domingo ideal. Yo dije: “Follar”, él se tomó la idea y nació el concepto del video. Zander y Daniel estarían desmayados en la sala tras una fiesta, junto con un grupo de chicas, lo cual tomaría unos segundos filmar, ya que solo tenían que recostarse. Mientras tanto, yo y la modelo que interpretaba a mi novia estaríamos en acción, lo cual probablemente tomaría horas, porque debía cantar fingidamente toda la canción mientras lo hacíamos y la cámara tendría que captarlo desde mil ángulos distintos. Ya estaba aburrido. Me dirigí al comedor, que estaba casi vacío. Solo unas chicas hermosas arreglándose frente a un gran espejo de pared y lanzando miradas coquetas a Daniel, quien estaba en la sala de música adyacente, relajado detrás de la batería, comiendo un cono de sushi y completamente ajeno a la atención. Estaba a punto de lanzarme al sushi cuando la única chica del otro lado de la mesa llamó mi atención. Se veía diferente a las otras chicas rondando la casa. Para empezar, era baja para ser modelo. Las otras chicas ni siquiera miraban la comida. Esta se inclinaba sobre ella, adorablemente confundida con su bata oversized. —¿Estás bien? —tomé uno de los rolls de aguacate que había estado mirando y me lo metí entero en la boca. Ella me miró y sus ya grandes ojos se abrieron. Eran de un bonito azul-verde, un contraste perfecto con su cabello oscuro. Me resultaba familiar, quizá. Pero en el último mes me habían mostrado cientos de fotos de modelos. —Um… no estoy segura de qué comer —dijo—. Me dieron una pajilla para la bebida, para proteger el labial, y la bata para proteger mi ropa —sostuvo la botella de agua con la pajilla asomando—. Pero no sé cómo comer sin arruinar esto —gesticuló hacia su rostro. —Come lo que quieras —le dije—. Lo retocarán. Mordisqueó su labio inferior, insegura. —Comerte el labio probablemente haría más daño. Soltó el labio y se sonrojó un poco. Pude ver el color en sus mejillas incluso con el maquillaje de alta definición que le habían puesto. Sonrió ligeramente. —Gracias por el consejo profesional. —Y tienes labial en los dientes —dije, metiéndome un tomate cherry en la boca. —Mierda —pasó la lengua sobre sus dientes delanteros. —Si realmente te preocupa, toma de estos —puse el tazón de tomates cherry frente a ella—. Ni siquiera tocarán tus labios —le guiñé un ojo y se sonrojó otra vez. La chica era un amor… una lástima que estuviera en modo fan total conmigo. Por otra parte… hacía mucho que no tenía algo con una groupie. —Hey, Elijah —entró Ximena—. Están listos para tu siguiente toma. Después es tu escena con Aitana. —¿Quién? —Aitana —Ximena miró de mí a la chica con bata y señaló con el pulgar—. Tu novia del día. La conociste en la oficina de la agente. La observé otra vez, lentamente, lo que podía ver de ella con la bata. —¿Qué pasó con la rubia? Ximena se vio molesta. —No querías a la rubia, ¿recuerdas? —Sí, lo recordaba. Solo me gustaba molestar a Ximena—. Dijiste que era, cito, olvidable, en cuanto salimos de la oficina. —Porque no tenía idea de cuál elegiste —era cierto—. Básicamente había estado escribiendo letras de canciones en mi cabeza mientras ella y Ryder revisaban las modelos disponibles. Los ojos de Ximena se entrecerraron. Señaló de nuevo a la chica con la bata, que estaba ahí como un cervatillo frente a un camión Mack. —Menos mal que elegimos a otra. Aitana. ¿Recuerdas? La miré fijamente y finalmente caí en cuenta. La chica de la camiseta mojada. Se veía diferente entonces. Sin maquillaje. Cabello húmedo. Algo sonrojada. Involuntariamente sexy. Ahora se veía torpemente sexy. Ximena hizo un ruido de exasperación. —No le hagas caso —dijo a Aitana—. Ha estado de mal humor. Por como un año. —Lo recuerdo —sostuve la mirada de Aitana, ignorando a Ximena—. Pastel de cereza. Sus mejillas se sonrojaron de nuevo. Maldita sea, era adorable. Esto iba a ponerse mucho más interesante. —¿Hay pastel? —entró Zander, y le tomó dos segundos encontrar a Aitana con la mirada. Y quedarse ahí. Genial. —¿Quién eres? —demandó. —Um, Aitana —dijo ella. Zander, siendo Zander, rodeó la larga mesa, tomó su mano y la besó. —Encantado de conocerte, Aitana. Soy Zander —le dio su intensa mirada vikinga de ojos azul hielo, la que generalmente le conseguía a cualquier mujer que quisiera. —Genial —dijo Aitana. La miraba, porque eso es lo que las mujeres hacían. —Está bien —dijo Ximena, rodeando la mesa y llevándose a Aitana—. No le hagas caso a Zander. Es así con todos. No todos. Solo con las mujeres que quería. Cuando las chicas se fueron, Zander me miró. Se congeló al recibir la mirada que le lancé. —¿Qué? Me giré para irme, justo cuando una de las chicas de vestuario entró con una camiseta para mí. —No esa —dije, y salí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD