Capítulo 4

2303 Words
ELIJAH Me senté en la cama tamaño king mientras el equipo trabajaba a mi alrededor en un caos algo organizado, pero no era el caos lo que me molestaba. No era extraño para mí. Simplemente lo ignoraba y tocaba fragmentos de una canción nueva en una de mis acústicas viejas, lo que me parecía una mejor forma de procesar cualquier mierda que pasara por mi cabeza que los métodos que usaban mis compañeros de banda. Cuando Daniel tenía problemas, tendía a desaparecer en el aire. Elise se volvía confrontativa. Zander se follaba sus sentimientos. Lo cual era, al menos, mejor que emborracharse como solía hacerlo. Yo tocaba la guitarra. Hacía música. Escribía canciones hasta sentirme mejor con lo que fuera que me molestara. Últimamente había estado escribiendo mucho. Era eso o hacer esa mierda de estar sombrío que volvía locos a todos a mi alrededor. Ya había estado obsesionado con cómo serían las próximas semanas de mi vida y la guerra fría que esperaba prácticamente desde que llegara a Los Ángeles, pero estaba impaciente como el demonio por llegar de todos modos. Y por más que odiara el proceso, esta grabación necesitaba primero mi atención. Este video tenía que salir bien. La canción tenía que salir bien. El álbum tenía que salir mejor que bien. No podía dejar que Zander lo arruinara solo por ser Zander. Le dije que se mantuviera fuera de esta habitación mientras grabábamos esta escena. No le dije por qué, pero el tipo no era estúpido. Era o decirle que se fuera a la mierda o tenerlo rondando, lanzando esas miradas de “fóllame” a Aitana. Vi esa mirada de ojos abiertos que le dio. Y sabía cómo terminaban las cosas después. Había visto suficientes chicas perder la cabeza por él como para reconocer cuándo una estaba “Zander-struck”. También podía ver por qué Ximena y Ryder eligieron a Aitana para esta escena. Era extremadamente linda. Sí, podía chasquear los dedos y reemplazarla por cualquier chica de la casa. Pero no quería a ninguna de las otras chicas. Cualquiera podía ver que esta chica era diferente. Y ya que no iba a pasar toda la tarde besándome con una chica super linda que se iba por Zander, solo tendría que hacer que se olvidara de él. La veía parada al pie de las escaleras hablando con Ximena, pero aún no había entrado en la habitación. Tenía la espalda hacia mí, solo se veía su cabello oscuro y la bata blanca entre los bancos de luces colocados alrededor de la cama. Estábamos grabando la escena en el sótano con salida al jardín de Ryder, la legendaria sala de fiestas. No podía contar, ni recordar, todas las veces que había estado borracho, drogado o acostado en esa sala. Nunca la había visto así, sin barriles, sin juerga, sin chicas medio desnudas. La mesa de billar y otros muebles habían sido empujados contra las paredes y cubiertos con mantas protectoras. Más luces estaban instaladas en el patio trasero, iluminando a través de la pared de ventanas. Largas cortinas flotantes habían sido colgadas y se colocaron ventiladores para hacerlas ondear, la luz brillando a través de ellas. El set era simple pero hermoso. Liv, la directora, había dirigido varios videos de Pecado Ardiente a lo largo de los años y sabía que haría que esto se viera increíble. Con esa belleza en esta cama conmigo, estaba garantizado. Aunque probablemente ella hubiera preferido a Zander. La vi girar para seguir a Ximena hacia la habitación. En cuanto Aitana cruzó el umbral, Ryder subió la música, justo a tiempo. “Start Me Up” de The Rolling Stones resonó por la habitación. Aitana se detuvo en seco, casi tropezando. Un par de chicos del equipo se lanzaron a atraparla y ella sonrojó mientras los despedía con la mano. Había cables eléctricos por todas partes, pegados al suelo, y levantó su bata, avanzando con cuidado sobre ellos con sus zapatos morados, mostrando su pierna desnuda. Sin quererlo, la chica estaba haciendo una entrada. La canción era perfecta, la letra impregnada de lujuria y resumiendo la impresión que ella causaba en la mayoría de los chicos en la habitación. La vi cruzar hacia la cama. Aitana Bloom. Veinticuatro años. Vivía en East 7th en Vancouver. Después de verla en el comedor, hice que Jeff recabara toda la información que pudo. Al parecer, había llegado en patineta, con una camiseta de los Stones y trayendo galletas para el equipo, que nunca pasaron de seguridad porque los chicos de Jeff las devoraron al instante. Aparte de una inclinación por los productos horneados, no tenía nada más, salvo un aparente gusto por el rock clásico. Toqué la guitarra sin mucho interés mientras ella se detenía al pie de la cama, prácticamente el punto más alejado de donde yo estaba junto a la cabecera. Ximena la presentó a Liv, y Liv, un pilar tranquilo en medio del caos apresurado de su equipo, anunció que estábamos listos para comenzar a grabar. —Empezaremos con tomas amplias e iremos acercándonos gradualmente —le dijo a Aitana—. Buscamos sexo matutino apasionado, como si apenas hubieras dormido y llevaras toda la noche en esto, pero no pudieras tener suficiente. ¿Te explicaron todo esto? —Ajá —dijo Aitana, con voz pequeña, apenas audible sobre la música—. Ximena me lo explicó un poco. Ella me miró, apenas, y su mirada no alcanzó mi rostro, recorriendo mi pecho desnudo y mis brazos mientras tocaba la guitarra. Me habían ofrecido una bata, pero hacía calor con todas las luces y la gente en la habitación, así que no llevaba nada más que los boxers negros que me dieron las chicas de vestuario. —Elijah te guiará —decía Liv—. Solo sigue su ejemplo. Comenzaremos despacio y seguiremos el ritmo que les resulte natural a ambos. Dijo algunas cosas más sobre dónde estaría la cámara y demás, pero no escuché. La estaba observando a ella. Se veía algo pálida, pero apareció una de las chicas de maquillaje para retocarle la cara. Mientras hacía su trabajo, Aitana miraba a cualquier lugar menos a mí. Quizá esta chica no era tan diferente después de todo. Definitivamente había conocido a un montón de chicas que se rompían el trasero para llegar al backstage y luego actuaban como si fueran demasiado cool para estar ahí. Pero joder, era linda. Cuando Liv se dio la vuelta, ella finalmente me miró. Una de las chicas de cabello se acercó para despeinarle el pelo ya de por sí sexy. Combinado con su mirada de cervatillo asustado, empezaba a hacer que mi polla se endureciera. Maldito Zander. En cuanto estuvimos más o menos solos, Aitana me sonrió un poco. —Supongo que no tendrás otro chicle —dijo. —Podría tener —respondí, masticando exageradamente un chicle de canela—. Quizá sea mi último. Podríamos compartir. Ella miró mi boca y sonrojó. —No creo. Eh… acabo de vomitar. ¿Perdón? Se giró hacia mí con cuidado, como si al moverse demasiado rápido toda la habitación fuera a girar bajo sus pies. Incluso puso una mano sobre la cama para mantenerse estable. Aparté la guitarra. Entonces mandé a alguien a buscar a Jeff para que trajera el chicle de mi chaqueta, que estaba bajo llave en la oficina de Ryder. —Me enjuagué la boca —explicó Aitana—, pero siento que podría necesitar un poco más… ya sabes… —se quedó en silencio, con los ojos enormes. Me incliné hacia ella, analizándola. —¿Estás drogada? Sus ojos se iluminaron sorprendidos, brillantes y claros. —No. La observé más detenidamente. —¿Pero estás enferma? —Mierda. Planeaba grabar nuevas pistas duras en Los Ángeles dentro de unos días, y no podía hacerlo si estaba vomitando todo. —No —dijo—. Nada de eso. La miré de nuevo, pero la bata no dejaba ver nada. —No estás embarazada, ¿verdad? —Peor que estar enferma o estar enamorada de Zander. Si tenía que grabar una escena de amor con esta chica mientras estaba embarazada del hijo de otro tipo, eso arruinaría todo. —Definitivamente no —dijo, sonrojándose otra vez, lo cual estaba bien. Podía usar un poco más de color en su rostro—. Solo… nerviosa. Y quizá era un imbécil, pero eso me hizo sonreír. De oreja a oreja. Apareció uno de los chicos de Jeff con el chicle y Aitana se puso un palito en la boca. —Gracias. Luego uno de los subordinados de Liv dio órdenes y Liv volvió a acercarse a nosotros. —Vamos a repasar la canción un par de veces —dijo—, cubriendo todo desde diferentes ángulos, luego haremos primeros planos. Aitana asintió, masticando con fuerza. Liv se volvió hacia mí. —Siéntete libre de seguir lo que se sienta natural, como hablamos, y te avisaré cuando tengamos que cambiar algo. —Entendido. —Quitémonos la bata y el chicle —llamó Liv mientras tomaba posición cerca del monitor donde vería lo que capturaba la cámara. Ryder apagó la música. Alguien retiró mi guitarra y me entregó un par de pañuelos para el chicle. Apareció una chica de vestuario para tomar la bata de Aitana. Aitana se quitó los zapatos, respiró un poco y se quitó la bata de los hombros. La chica de vestuario la tomó, ajustó una de las tiras del sostén y se retiró. Aitana y yo estábamos solos junto a la cama, las luces brillando sobre nosotros. Todos nos miraban. A ella. La chica era la perfección en miniatura. Piel suave y aterciopelada. Cuerpo delgado y con curvas, con cintura diminuta y pechos grandes y naturales. Y esas caderas dulces y redondeadas… Casi babeé. Soy un hombre de caderas. Caderas y trasero. Dame algo que agarrar mientras follo a una chica. —Está bien, Aitana, empezaremos contigo encima —llamó Liv—. Haremos un repaso de la canción una vez para que todos se calienten. —Está bien —dijo Aitana. Me miró, echó un vistazo a mi entrepierna, pero simplemente se quedó ahí. —Bueno, nena —dije—. Escuchaste a la mujer. Me recosté sobre mis manos para darle acceso total a mi regazo. —Súbete. Rodó los ojos un poco. Alcancé a ver eso antes de que desviara la mirada y se subiera a la cama. Trepó torpemente sobre mis piernas y finalmente me miró desde debajo de su cabello oscuro. Me incliné hacia adelante, mis labios rozando su mejilla mientras susurraba en su oído: —Probablemente quieras acercarte más, si vamos a follar. Agarré esas caderas tan lindas y ella jadeó cuando la jalé hacia mí, obligándola a sentarse en mi regazo. Su entrepierna todavía estaba a unos centímetros de la mía, pero era un comienzo. Y podía quejarse del trato poco profesional que le estaba dando a quien quisiera escucharla. No me importaba. Totalmente valía la pena ver esa mirada sorprendida en su rostro y ese lento sonrojo bajando por su pecho, sus pechos subiendo y bajando mientras respiraba. Nos quedamos mirándonos. Tan cerca, que prácticamente podía saborearla. Olía a dulces y jodido sol. Como chicle de canela y pastel de cereza casero. Entonces Liv anunció que estábamos en cámara y la canción empezó a sonar. La canción. La mejor canción que había escrito. Coescrita. Pecado Ardiente: Igual que Yo Una canción clásica de Pecado Ardiente de nuestro primer álbum, había grabado una nueva versión simplificada para mi álbum solista, casi diez años después de la grabación original. El momento parecía perfecto, y como la canción era un favorito de los fans, esperaba que ayudara a vender el nuevo disco. Las nuevas canciones. Además, amaba esta canción. La canción, y Aitana Bloom en mi regazo, hacían que toda esta grabación valiera la pena. La cámara nos mostraba de perfil, así que la sostuve por las caderas, me incliné y pasé la punta de mi nariz por su cuello, apenas rozando su piel. Olía aún mejor de cerca. Ella echó la cabeza hacia atrás, dándome acceso, y puso los brazos flojamente alrededor de mi cuello, sentándose más recta para que pudiera recorrer con mis labios su garganta, su clavícula. Al comenzar la letra, se la canté suavemente, dejando que mi aliento hiciera cosquillas en su piel mientras casi la besaba. No se suponía que nos besáramos. Ese era todo el enfoque de Liv para el video, y confiaba en su visión. No besos reales. Solo un gran maldito coqueteo. Alrededor del momento en que Aitana comenzó a moverse en mi regazo por mi toque, empecé a cuestionar todo el plan. —Desliza tus manos hacia abajo, Elijah —llamó Liv—, y lo hice. Deslicé mis manos sobre su redondo trasero y apreté sus mejillas firmes a través de sus panties de encaje. Entonces Liv gritó: —Corten. Solté el trasero de Aitana y, tras un pequeño retraso, dejó caer sus brazos de mis hombros. Liv explicó que haríamos todo de nuevo desde otro ángulo y nos hizo girar ligeramente, manteniendo la misma posición, pero ahora la cámara podía ver más del rostro de Aitana. No aparté mis ojos de los de Aitana. —¿Qué? —exigí cuando no parpadeaba. —Nada —dijo ella, con voz suave y entrecortada—. Solo… me gusta mucho esta canción. Sí. ¿A qué chica no le gustaría? Si me preguntan, líricamente, era la mejor canción jamás escrita. Podría decir eso, ya que no escribí la letra. Claro, probablemente le encantaba porque estaba acostumbrada a que Zander la cantara. Intentó romper la mirada, pero agarré su mentón y lo sostuve. Justo antes de comenzar de nuevo, me incliné y susurré en su oído: —Cuidado con lo que deseas, cariño.
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