Capítulo 14

1751 Words
AITANA Bebía mi cóctel de champaña mientras lo observaba, intentando fingir que no lo estaba mirando. Joshua Breckenridge, Jr. Era él. Vestido con un traje hecho a la medida, porque eso era lo que usaba todo el maldito tiempo, incluso para una fiesta de rock and roll. Me hundí en mi asiento, deseando desaparecer de inmediato. —Ni se te ocurra —me siseó Cami—. Siéntate derecha, carajo. Me enderecé. —¿Qué diablos hace aquí? —No lo sé —dijo Cami, dejando su copa sobre la mesa—. No te preocupes, nena. Me encargo de esto. Con eso, se levantó y se fue contoneando directo hacia Ximena. Si alguien podía averiguar qué pasaba, esa era Cami. Terminé mi champaña y empecé con el cosmo. Cami regresó en tiempo récord. —Él es el dueño del maldito bar —dijo, sentándose—. O su papá, lo que sea. Al parecer, ofrecieron ser anfitriones de esta fiesta y le hicieron a la gente de Elijah una oferta que no pudieron rechazar. ¿Cuánto apuestas a que te vio en ese video? —Movió la barbilla hacia las pantallas grandes, que ahora reproducían el video de Dirty Like Me en bucle. Elijah y yo, en tamaño gigante. Dándolo todo. —Oh, Dios… —No te preocupes —dijo Cami, enderezando los hombros, con un brillo oscuro en sus bonitos ojos—. Yo lo distraigo toda la maldita noche si es necesario. No se te va a acercar. —Estaré bien —respondí, aunque en realidad me sentía un poco mareada. Bebí un poco más, con los pensamientos empezando a nublarse. Esto no podía estar pasando. No tenía el menor deseo de ver a Josh. No lo veía desde hacía dos años, desde el momento en que me dejó plantada en el altar. Sabía que algún día me lo toparía, en algún lugar… pero ¿aquí? ¿Ahora? Como si esta noche no fuera ya lo suficientemente rara. Probablemente este era el peor lugar y el peor momento para una reunión de ese tipo. Volví a mirar. Estaba de frente a mí, pero parecía no estar mirándome. Tenía que saber que yo estaba aquí. Tenía que haberme visto. De hecho, me molestaba que fingiera que no. Y me deprimía, jodidamente, que se viera tan bien. No tan bien como Elijah Colton, pero bien. —Ese tipo cree que es dueño del maldito mundo —dijo Cami—. Pues que se joda. No le perteneces. Choqué mi copa con la suya cuando brindó, pero permanecí en silencio, dejando que sus palabras calaran. Tenía razón. No le pertenecía a Josh Breckenridge, Jr., pero la verdad era que nunca le había pertenecido. No si fue capaz de dejarme así. Y lo fue. Estuvo más que dispuesto. —Déjalo así —le dije—. No va a venir. No con todos estos tipos alrededor. —Si había algo que sabía de Josh, era que nunca arriesgaría que lo rechazaran delante de toda esta gente importante. —Más le vale que no —bufó Cami, acomodándose en su silla—. Qué maldito idiota. ¿Crees que quiere volver contigo? Jesús. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza. —No —dije. Intenté sonreír cuando noté a Jeff mirando hacia acá. Luego respiré hondo e intenté relajarme. Tenía mi cosmo, mi chaqueta de cuero de la suerte y tenía a Cami. Tenía seguridad, literalmente. Todo lo que tenía que hacer era olvidar que Josh existía —algo en lo que ya tenía práctica— y disfrutar la música de Elijah Maldito Colton mientras actuaba con esos pantalones de cuero tan sexys. No tenía idea de cuál era el juego de Josh, pero no había forma de que se me acercara con Jeff vigilando. Mi ex prometido podía ser muchas cosas; valiente no era una de ellas. 🎸🎸🎸🎸🎸🎸 Después de un impresionante show de rock, muchas copas de champaña y tres encores, finalmente cayó la oscuridad cuando Elijah dejó el escenario. Estaba tan impresionada que me quedé aplaudiendo al menos cinco minutos con la boca abierta. Y no era la única. El show había comenzado con un par de locutores de radio locales presentando a Elijah y animando a la multitud con algunos chistes. Dijeron cosas muy buenas sobre él y todo lo que había hecho por la escena musical local y la comunidad: invertir en una escuela de música, fundar un campamento para jóvenes en riesgo y coproducir un álbum para una banda emergente. Luego salieron Zander y un productor local para decir más cosas lindas sobre Elijah, cuando el público dejaba de gritar lo suficiente para dejar hablar a Zander. Él se rió casi todo el tiempo y les dijo a todos que se calmaran un poco, lo cual solo hizo que el público enloqueciera más. Cuando Elijah, Raf, Letty y Pepper subieron al escenario, lo hicieron bajo una tormenta de aplausos. Abrieron el show con una versión un poco más acelerada del primer sencillo de Sunday Morning, Come Lately, que encendió el club al instante. El resto del show fue como un descenso lento hacia una sesión de besos apasionados. Tocaron la mitad de las canciones del nuevo álbum y un montón de temas de Dirty, al estilo Elijah Colton, lo que básicamente significaba versiones más lentas, sensuales y completamente quita-bragas. Ya conocía muchas canciones de Dirty y las había estado escuchando en repetición desde que grabamos el video. Podía decir con certeza que ahora estaba enganchada con la banda. Era difícil no estarlo cuando combinabas la voz intensamente sexy de Zander —áspera, potente y apasionada— con el sonido provocador y salvaje de la banda, y con algunas de las letras más conmovedoras y poéticas que había escuchado. Cuando el show culminó con la versión de Elijah de Dirty Like Me, prácticamente orgásmica, no había manera de que quedara una sola prenda interior seca en el lugar. Para el primer encore, Daniel tomó el lugar de Pepper en la batería en una presentación explosiva de uno de los grandes éxitos de Dirty, Down With You, que literalmente voló el techo del sitio. Luego, Zander se unió a Elijah en el escenario para una versión acústica de Runaround. La última canción de la noche fue una versión sencilla y acústica de una de mis favoritas del nuevo álbum de Elijah, Breaking Bitter, con él solo y su guitarra sobre el escenario. Los aplausos retumbaban mientras yo seguía ovacionando, con las manos adoloridas y la garganta ronca de tanto gritar. Si antes de esta noche no me consideraba una fan legítima de Elijah Colton, ahora no había duda. El hombre me había convencido por completo de su genialidad. Ya sabía que su música grabada era increíble, pero su show en vivo era épico. Tenía la piel de gallina. Estaba sudando. Y estaba increíblemente excitada. De repente entendí por qué las chicas lanzaban su ropa interior a los músicos en el escenario. De hecho, alguien había lanzado unas panties en algún momento de la noche, y Raf las había colgado en su micrófono. Todavía estaban ahí, rosadas y fruncidas, iluminadas por una sola luz. Esa imagen resumía perfectamente el efecto que Elijah tenía sobre el público. Estaba segura de que todos esperaban que volviera a salir para sorprendernos una y otra vez. Pero el DJ del club marcó el final definitivo del show poniendo Somebody Told Me de The Killers. Cami bajó a la pista con un tipo que se le había pegado durante toda la presentación de Elijah. El resto del grupo estaba disperso por la zona VIP, charlando, bebiendo y haciendo ruido. Me disculpé de la mesa donde seguía sentada con Dolly, pensando que era buen momento para ir al baño. Jeff había desaparecido hacia el final del show, sin duda para reunirse con Elijah tras bambalinas. Asentí a Flynn, por cortesía, ya que el hombre había estado vigilando cada uno de mis movimientos toda la noche. Ya me quedaba claro, aunque nadie lo había dicho, que lo habían asignado para cuidarme. Caminé rápido por el pasillo que salía del área VIP hacia donde estaba el letrero del baño. Quería regresar a la mesa antes de que llegara Elijah, para felicitarlo por el increíble show y estar disponible si necesitaba que lo acompañara para alguna foto o lo que fuera. Frente al espejo, sobre el lavabo, me di un vistazo. Admito que me veía bastante bien con mi vestido rojo de encaje, que favorecía mi cabello oscuro y mis ojos azul verdoso, aunque estaban un poco nublados por la champaña. Me estaba lavando las manos, pensando en qué decirle a Elijah para expresar todo lo que había sentido con su presentación, cuando noté que la puerta del baño se abría detrás de mí… hasta que vi a Josh reflejado en el espejo. Así es. Mi ex prometido, alto, rubio y con aire de superioridad, entró al baño de mujeres. Luego cerró la puerta y echó el pestillo. —Hola, preciosa —dijo. Caminó con paso confiado hasta uno de los cubículos abiertos, con su caro traje, se dio la vuelta, desabrochó el pantalón y orinó en el inodoro. Lo miré, atónita. —¿Qué demonios estás haciendo? Miré alrededor; no había urinarios. Definitivamente estaba en el baño de mujeres. —Meando —dijo—. Y tomando un momento de tu tiempo. Mientras se acomodaba, tomé una toalla de papel para secarme las manos, decidida a salir de ahí. Pero para cuando agarré mi bolso y me dirigí a la puerta, él ya me había interceptado. Su cinturón seguía desabrochado, pero al menos había guardado su pene. —Vamos, nena —dijo, tomándome de los hombros—. Tienes que hablar conmigo en algún momento. Me zafé de sus manos, evitando sus ojos azul pálido; su cabello estaba más largo que antes y le caía sobre ellos. Le quedaba bien, maldita sea. —¿Ah, sí? —Crucé los brazos sobre el pecho, abrazando mi bolso contra las costillas. —No respondes mis llamadas. ¿Qué esperas que haga? —No lo sé. ¿Tal vez no acosarme en un baño? Era cierto, no había respondido a las llamadas que me hizo después de haberme dejado plantada en nuestra boda. Pero la última de esas había sido hace más de un año. Y esto estaba muy lejos de ser una forma aceptable de intentar una reconciliación.
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