BASTIAN
Sé que fue estúpido salir del auto sabiendo lo que me esperaba, pero era nuestra única opción en el momento, si dejaba que esos Rogues entraran al vehículo hubiésemos tenido una muerte segura los dos, lo que no me esperaba sin embargo, es que esos Rogues estuvieran en una especie de misión s*****a con sus hocicos llenos de acónito, por lo que después de que me mordieron en el costado derecho del torso la primera vez, el dolor me impidió transformarme con la rapidez necesaria y eso les dio la oportunidad de herirme aún más, por lo que después de la tercera mordida ya sentía que me estaba empezando a desmayar.
Y luego la escuché, el sonido más poderoso del mundo, como si fuera el canto de una sirena aunque se tratara de algo completamente opuesto, no era dulce y suave, sino alto y fuerte, un gruñido de batalla que llegó en el momento oportuno para salvarme, la observé con mi visión borrosa ponerse frente a mí como una feroz protectora y en tan solo un par de minutos acabó con la gran mayoría de ellos, recibiendo heridas en el proceso, la vi arrancar la cabeza de uno de ellos como si fuera un muñeco de trapo y escupirla con asco, tal como hizo con los espárragos durante la cena.
Pero no fue sino hasta el momento en que me aferre al pelaje de su cuello con toda la fuerza con la que era capaz en el momento, que sentí finalmente esa inquietud que ha venido atormentándome desde que ella llegó al palacio, desvanecerse y dar paso a una tranquilidad que no había experimentado nunca antes en mi vida, y aunque me sentía diminuto subido sobre su gran lomo, débil por las heridas y estaba al borde de la inconsciencia, no quería que ese momento acabara nunca, como si ella fuera un gran salvavidas en un mar de tribulaciones.
No recuerdo cómo llegué al hospital, pero sí recuerdo perfectamente su expresión asustada y angustiada mientras me estaban trasladando a la sala de cirugía y ella se quedaba semi desnuda sobre la camilla quedándose dormida lentamente debido al efecto de la anestesia, pensé en ella antes de que mi propia dosis de anestesia hiciera efecto, soñé con ella mientras estaba dopado y volví a pensar en ella tan pronto como mis ojos se abrieron de nuevo después de la cirugía.
No obstante, mis dudas sobre su bienestar no duraron por mucho tiempo pues al girar mi cabeza hacia un lado pude observarla durmiendo en una cama a unos cuantos pasos de mí, su pierna está vendada, su brazo también, las heridas de la competencia sanaron para darle lugar a las heridas de la batalla, y aún así sé que nunca encontraré a nadie que se vea más hermosa de lo que ella se ve ahora mismo durmiendo pacíficamente tan cerca de mí; me hace recordar a la noche en que la encontré durmiendo en la vieja cama de su madre y tuve que llevarla a la habitación que se había preparado para el nuevo m*****o de la guardia real.
Sólo que esa vez su sueño no era pacífico, sino que ella no paraba de removerse en mis brazos y murmurar frases sin sentido, llamó a su madre tantas veces que sentí pena por ella y me quedé un rato más a su lado hasta que ella se calmó lo suficiente para dormir profundamente sin sueños, tal como lo está haciendo en este momento, y no sé por qué, pero siento un fuerte deseo de levantarme e ir hacia ella para quitarle del rostro el mechón de cabello que tiene sobre su frente, para sentir su calor y oler su aroma con más intensidad de lo que puedo hacerlo en este momento, pero un golpe suave en la puerta me detiene justo cuando estaba intentando sentarme en la cama.
“No, no te muevas, aún no has sanado lo suficiente,” escucho la voz angustiada de mi madre, pero le hago una señal con mi mano para que baje el tono de su voz pues temo que pueda despertar a Elina, sin embargo, a mi madre parece no hacerle nada de gracia y sigue hablando normalmente.
“¿Cómo te sientes?” ella me pregunta, sentándose en una esquina de la cama y poniendo una mano sobre mi pierna con suavidad.
“He estado peor,” miento.
“¡Oh, cariño, qué susto me diste!” ella exclama con voz llorosa y veo a Elina removerse inquieta.
“Madre, por favor, baja la voz que la vas a despertar,” le digo a mi madre y ella frunce el ceño.
“No entiendo por qué tienen que estar los dos en la misma habitación, él es el rey y ella es una simple guardiana,” mi madre le dice al doctor y veo al jefe de mi guardia personal fruncir el ceño ligeramente cuando escucha a mi madre referirse de esa forma a Elina.
“Ambos deben ser atendidos por mí y es mucho más fácil si están en una misma habitación al menos durante las primeras 24 horas de recuperación después de la cirugía,” él le responde encogiéndose de hombros, pero mi madre no parece muy satisfecha con esa respuesta.
“Él es el rey, tiene que estar en una habitación individual y tiene que ser atendido por los mejores, ella no es tan importante para ello,” mi madre responde.
“Ella tiene sangre real, lo que quiere decir que no hay ningún otro médico que la pueda atender y como soy el único aquí que puede hacerlo, tenerlos a ambos en una misma habitación facilita mi trabajo,” él le responde, nada feliz con las recriminaciones de mi madre.
“De nuevo, ella no es tan importante como mi hijo,” mi madre le dice de forma obstinada.
“Ella acaba de salvarme la vida madre, ¿si eso no merece un buen tratamiento, entonces qué merece?” yo le respondo con tono molesto y ella abre los ojos con sorpresa por mi tono.
“Pudo haberse quedado en el auto, pudo haber aprovechado mientras me atacaban y haber huido del lugar, pudo simplemente haber dejado que me muriera envenenado allí mismo, pero no lo hizo, todos tus miedos sobre ella quedaron desechados con sus acciones, pudo haberme matado ella misma aprovechando mi debilidad, pero en vez de eso se interpuso entre una docena de Rogues y yo para evitar que me mataran, luchó con ellos a pesar de sus heridas previas, los mató a casi todos en cuestión de minutos y luego me subió en su lomo y corrió con toda su fuerza hasta aquí para lograr traerme a tiempo y que no muriera por el acónito, ¿y dices que no merece ser tratada como la heroína que es?” le digo a mi madre con un tono mordaz y ella me mira con ojos muy abiertos.
“Ella no es una heroína, cualquiera de tus guardias pudo haberlo hecho,” mi madre responde con la voz temblorosa.
“No, no es así,” Oliver, el jefe de mi guardia personal le responde, y cuando ambos lo miramos con curiosidad, él añade:
“Fui hasta la escena del ataque, ellos tenían todo en contra, una docena de Rogues, trampas alrededor, el veneno en sus hocicos, todo estaba dispuesto para que fuera una matanza segura, pero no lo fue y todo es gracias a ella… su alteza, lo que vimos en la competencia no es nada comparado con lo que hizo hoy, es simplemente impresionante, ella sola acabó con nueve Rogues e hizo huir a otros tres, los acribilló a todos en cuestión de minutos aún cuando tenía heridas serias de la competencia y los rogues acababan de hacerle unas cuantas más que estaban infectadas con acónito, le aseguro que ninguno de nosotros podría haber hecho lo que ella hizo hoy,” Oliver le dice y mi madre mira a Elina con el ceño fruncido, casi como si odiara saber que es tan poderosa, pero lo es, es jodidamente poderosa.
Después de que todos se van y quedamos solos nuevamente, intento hacer el esfuerzo de ir hacia ella, pero justo cuando estoy llegando a su cama sus ojos se abren de repente y un segundo después ella parece aterrada por verme aquí parado.
“¿Qué haces? ¡Te vas a lastimar!” ella exclama asustada, tratando de sentarse en la cama, pero la herida en su brazo no se lo permite.
“Sólo estaba revisando que estuvieras bien,” le digo y ella inclina su cabeza hacia un lado con expresión confundida.
“No fui yo la que llegó inconsciente a lomos de otro lobo al hospital,” ella responde con sorna y yo ruedo mis ojos.
“Pero sí fuiste quien recibió las peores heridas,” le digo y ella se mira el cuerpo de forma instintiva, luego me mira a mí y sacude su cabeza.
“No, definitivamente no estoy tan mal como tú… lo siento, quiero decir, no estoy tan mal como su majestad,” ella se corrige rápidamente y yo no puedo contener la risa que se me escapa.
“No tienes que llamarme ‘su majestad’ todo el tiempo,” le digo y ella asiente mientras su rostro se va tornando un poco rojo.
“¿Estás bien?” le pregunto preocupado por el color que está adquiriendo su rostro, mientras me inclino hacia ella para tocar su frente y verificar que no tenga fiebre, no obstante, en el momento en el que mi mano entra en contacto con su piel, siento una corriente pasar entre nosotros y sé que ella también la sintió porque sus ojos se abren con sorpresa.
Y casi como si no fuera dueño de mi propio cuerpo, me encuentro a mí mismo inclinándome hacia ella y acercando mis labios a los suyos.