PRÓLOGO

672 Words
La sangrienta guerra por el dominio del territorio que comprendía los antiguos reinos de Bloodmoon y Varkolak, se ve reducida a una pila humeante de c*******s, principalmente conformados por el bando perdedor, quienes en un arranque de fidelidad ciega a su rey caído en desgracia, se propusieron defenderlo hasta la muerte y así fue, pues al rey de Varkolak no le bastó con derrotarlos, sino que ordenó matar a cada persona que hubiese permanecido fiel al rey Bloodmoon, inclusive a todos los miembros de las familias leales, sin importarle si eran ancianos, mujeres en embarazo o niños pequeños.   La crueldad del rey Colin Vark sólo era comparable a la de su enemigo Balder Bloodmoon, quien en los últimos años no solo parecía haber perdido por completo la cordura, sino que su sed de sangre se había apoderado de él y no sólo estaba devastando su propio reino, sino que su crueldad había extendido sus ramas perniciosas a los reinos vecinos, especialmente al reino de Varkolak, por lo que su regente decidió tomar cartas en el asunto y eliminar de raíz el peligro que acechaba a su gente, sin embargo, hay quienes aún consideran que los estragos de la guerra pronto empezaron a convertirlo en un hombre tanto o más peligroso que su enemigo y por eso era temido más que admirado por sus súbditos.   Y aún después de décadas desde la caída del reino Bloodmoon, todavía se recuerda que su único acto de bondad real se dio gracias a las súplicas de su pequeño nieto, quien no podía soportar ver morir a la hija recién nacida del único príncipe heredero del reino derrotado, quien acababa de llegar al mundo por puro azar justo en el momento en que su madre estaba dando sus últimos suspiros de vida después de haber sido cruelmente asesinada por la guardia real; fue uno de esos mismos guardias, quien tomó a la recién nacida como si se tratara de un viejo costal y mostrándola con disgusto al rey, preguntó si la dejaba caer de cabeza al suelo, pero el pequeño príncipe, totalmente conmocionado por la visión de la pequeña criatura ensangrentada y aún unida a su madre por el cordón umbilical, soltó un grito de espanto que hizo detener de un tajo todo lo que se estaba haciendo, y con lágrimas en los ojos le suplicó al abuelo que la dejara vivir.   Su padre, el príncipe heredero Angus Vark, quien no viviría mucho tiempo después de la guerra, pues fue asesinado mientras dormía por uno de los pocos leales que habían logrado escapar a la guerra, se compadeció del llanto del hijo y trató de razonar con su padre y rey:   “Déjala vivir, y que ella sirva como recordatorio de la derrota para todos los que aún quieran seguir peleando esa causa pérdida,”   Finalmente el monarca accedió y ordenó que se la llevaran a la familia más pobre de la manada más pequeña para que ellos se hicieran cargo, pero sin darle más que lo estrictamente necesario para que sobreviviera; no obstante, el rey, ni nadie más en el reino sospecharon nunca, que los tratos crueles o fríos de su familia adoptiva no eran más que una fachada para mantenerla con vida, mientras en la intimidad del hogar, la pequeña familia conformada por una pareja de esposos y sus dos hijos varones, amaban a la pequeña a quien decidieron llamar Elina, tanto como amaban a sus propios hijos.   Y así la pequeña creció, en un mundo de contrariedades y altibajos, tratando de sobrevivir usando el método perfeccionado por su familia por muchos años: ser tan invisible como sea posible, no atraer la atención de nadie por ningún motivo y trabajar en lo que se les imponga, sin rechistar, ni pedir nunca algo mejor; la sumisión fue siempre un reto para Elina, quien tiene sangre de alfa en sus venas, pero con el tiempo lo adoptó como un hábito natural y casi parecía que hubiese sido siempre una omega, pero eso no duraría por mucho tiempo.
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