El Rey Alfa y su Protectora Predestinada

CAPÍTULO DOCE

ELINA

Tan pronto como cesaron las preguntas y las recriminaciones, el rey ordenó a una de las empleadas del palacio, una chica joven y regordeta, claramente una omega, que me guiara hacia la que será mi habitación de ahora en adelante, pues tendré que vivir en el palacio a partir de este momento, y no sólo ello, mi habitación estará ubicada en el mismo piso que en donde se encuentran ubicados los aposentos del rey, pues es imperativo que aunque no estemos de guarda, siempre estemos lo suficientemente cerca para acudir a su llamado si es necesario.

La chica que me está guiando a través del palacio mientras me cuenta algunas cosas sobre el lugar se llama Lily, y parece genuinamente emocionada por lo que pasó en la competencia hoy, ella no para de hablar sobre sus momentos favoritos y acerca de las impresiones que quedaron en ella después de cada momento importante durante la competencia, lo narra todo con una emoción y asombro que por momentos me olvido que yo ya sé todo lo que ocurrió, porque no sólo estuve presente, sino que yo fui la protagonista de la gran mayoría de momentos que Lily narra, y escuchar a alguien hablar de ello como si fuera el mejor entretenimiento del año y no como una lucha a muerte tal y como fue para mí, se siente extraño, como si estuviera viviendo una vez más la competencia pero a través de los ojos de esta extraña de personalidad alegre.

Y no sólo pasa con su relato de la competencia, pues a medida que vamos recorriendo los pasillos del palacio Lily se decanta por contarme todo tipo de cosas, leyendas, datos curiosos, fechas y algunas historias de las pinturas, habitaciones o pasillos, ella habla y habla sin necesidad de que yo le pregunte sino simplemente asintiendo para indicarle que la estoy escuchando o haciendo pequeños comentarios de vez en cuando, y en el momento en que pasamos una bonita habitación del segundo piso, ella alegremente exclama:

“Y esa era la habitación de la princesa Maia…” ella empieza a decir, pero se detiene casi de inmediato seguramente recordando que está hablando de mi madre, su cara redonda se sonroja por completo y ella se retuerce el dobladillo de su vestido de forma nerviosa, antes de empezar a disculparse por la impertinencia, pero yo dejé de prestarle atención en el momento en que mencionó el nombre de mi madre.

Mis pies se mueven por su propia cuenta, casi como si estuviese en medio de un sueño, y lo siguiente que sé es que estoy de pie en medio de la enorme habitación, tocando con suavidad la tela que cuelga de los postas ubicados en cada esquina de la gran cama, y cuando giro hacia la derecha para ver más de la habitación, me quedo helada al ver una pequeña cuna de madera en un rincón de la habitación junto a la ventana, me acerco despacio y estiro mis dedos de forma dubitativa, casi como esperando que todo desapareciera en un instante, y cuando mi mano se posa en la madera me sorprende encontrarla limpia y no llena de polvo como supuse que estaría, así que giro mi cabeza hacia Lily y le dirijo una mirada confundida, por lo que ella se apresura a explicar:

“Nadie ha usado esta habitación, ni ninguna de las que pertenecieron a algún m*****o de la familia Bloodmoon, el personal del palacio cree que están embrujadas, y nadie en la familia Vark quiso usarlas, ellos simplemente trasladaron los aposentos del rey al tercer piso y el resto de la familia real está en el ala este,”

“¿Por qué está todo limpio? Pensé que nadie ha usado esta habitación” le pregunto.

“Oh, esa es otra de las supersticiones de nuestra ama de llaves, ella es bastante vieja ya y ha trabajado en el palacio toda su vida, le ha servido a ambas familias, y fue ella la que convenció al viejo rey… perdón, al difunto rey Colin, que las habitaciones de los inocentes fallecidos en la guerra debían permanecer intactas para no perturbar los espiritus, eso incluye la limpieza, nadie sabe cómo hizo para que el rey le creyera y por eso estas habitaciones se limpian una vez cada quince días así nadie las use,” ella me responde y yo asiento.

“¿Por casualidad sabes cuál de las habitaciones era la mía?” le pregunto en voz baja y ella me lanza una mirada de simpatía que logra incomodarme un poco.

“Era esta,” ella responde simplemente y yo frunzo el ceño, confundida con su respuesta.

“Pensé que esta era la de mi madre,” le digo y ella asiente y sonríe antes de lanzarse a una de sus tantas historias sobre mi familia que ni yo conocía.

“Sí, pero según la vieja ama de llaves, la princesa Maia estaba tan emocionada con la llegada de su primer bebé que no quiso tener dos habitaciones separadas, así que mandó a instalar la cuna aquí para así poder estar cerca en caso de que la necesitara…” ella empieza a decir de forma animada, pero se detiene abruptamente cuando nota la lágrima que rueda silenciosamente por mi mejilla.

“Lo siento mucho, no quería molestarla, yo… de verdad lo siento,” ella comienza a disculparse, pero yo levanto una mano para pedirle que se detenga.

“¿Te puedo pedir un favor?” le pregunto y ella asiente de inmediato, con claras ansias de resarcir lo que ella piensa que fue su error.

“¿Podría quedarme aquí por un momento más?” le pregunto y ella asiente nuevamente antes de proceder a dirigirse a un rincón de la habitación, así que le aclaro:

“A solas, si no te importa,” por lo que ella parece avergonzada y sale rápidamente de la habitación dejándome sola con mis pensamientos.

Me acerco a la gran cama y me siento lentamente, tratando de pensar en cómo sería mi vida si no hubiésemos entrado en guerra con los Vark, si mis padres siguieran con vida, me recuesto sobre la almohada y miro hacia el techo de la habitación, tratando de imaginar a mi madre acostada junto a mí, contándome de su vida, tal y como solemos hacer con mi otra madre después de un largo día y mientras pienso en ello, todo el peso de lo que acaba de pasar hoy cae sobre mí y siento el cansancio apoderarse de mi cuerpo hasta que los recuerdos de mi madre sustituta se mezclan con los escenarios imaginarios en mi cabeza y me sumo en un sueño profundo.