CAPÍTULO 1

1080 Words
 Edgard, se paseaba en silencio, por un pasillo de la maternidad; su rostro reflejaba cansancio y angustia; luego regresaba a la sala de espera donde estaba sentada Consuelo,  su madre; con los antebrazos apoyados sobre sus piernas, sosteniendo un rosario en las manos, y  con la mirada fija en un lugar indeterminado, como si estuviera mirando hacia otra dimensión,  que no estaba a la vista de los demás personas presentes en el lugar, mientras sus labios se movían, sin pronunciar palabras; a su lado le acompañaba su esposo Efraín, el padre de Edgard en posición cabizbaja, cruzando las manos con los brazos sobre las piernas, y moviendo la cabeza de vez en cuando, de un lado a otro, como si estuviera negando algunos pensamientos trágicos que pasaban por su mente; al lado de él estaba Esperanza, la hermana de Edgard, amamantando a un bebe de cinco meses, mientras movía un abanico, tratando de ahuyentar el calor que la agobiaba. Edgard, después de estar recostado por unos momentos en la pared, se dirige a la puerta grande de vaivén, que separa la sala de espera, del área de quirófanos, y mira atraves de la ventanilla de vidrio que tiene dicha puerta, esperando ver salir algún medico de los quirófanos que pueda darle alguna información del estado de Leonor, su esposa, la cual fue ingresada de emergencia, hacía más de dos horas. Luego regresa al centro de la sala de espera, y se queda ahí parado, mirando maquinalmente las manos de su madre, quien de cuando en cuando, pasa un eslabón de su rosario. —Siéntate, Edgard; descansa un poco —le pide su hermana, mientras deja de abanicarse por un momento— mira que no has dormido desde ayer. —No puedo Esperanza, estoy muy nervioso — le dice Edgard, con el rostro angustiado— ha pasado mucho tiempo sin saber nada de Leonor. —Ten paciencia, Edgard — le dice Esperanza, tratando de tranquilizarlo—seguro que todo va a salir muy bien. —No  soporto esta incertidumbre; no sé qué está pasando ahí dentro —le dice Edgard, mientras se dirige nuevamente al pasillo a repetir su recorrido. —Déjalo tranquilo mujer —interviene Consuelo, interrumpiendo su oración— Leonor fue ingresada muy grave, tiene motivos para estar desesperado. —La partera tenía que haberse dado cuenta, que no podía parir así —les dice Esperanza— tenía que tomar en cuenta que es primeriza; si la hubieran traído ayer, otra cosa seria. —Dios quiera, que se salven los dos — exclama Consuelo , mirando hacia arriba, con la palma de la mano extendida hacia el techo —No podemos engañarnos, Consuelo —dice Efraín, rascándose el cabello— tenemos que prepararnos para lo peor. —Deja de estar declarando cosas negativas, Efraín — le dice Consuelo, con el entrecejo fruncido— yo seguiré rezando para ver si sucede un milagro.    —Cállense, que ahí viene otra vez —exclama Esperanza, siseando y poniendo su dedo índice sobre los labios— ya le ha dado más de mil vueltas a ese pasillo —Acompáñalo, y trata de tranquilizarlo, Efraín —le ordena Consuelo, en voz baja— mi pobre hijo se ve muy mal. —Que va mi vieja —le responde Efraín, sin dejar su asiento—ya lo he intentado muchas veces, pero ese no escucha a nadie. —Pues inténtalo una vez más —le replica Consuelo con voz de reproche— deja la comodidad y levántate de esa silla. —Los familiares de Leonor Carvajal — exclama un medico asomado en la puerta de los quirófanos. Todos se movieron y corrieron a donde estaba el médico, pero el primero en llegar fue Edgard, quien al ver el rostro poco alegre del médico, sintió una gran angustia en su corazón. —Yo soy el esposo de ella doctor —le dice, sintiendo un nudo en la garganta— por favor dígame que todo ha salido bien. —Lo siento mucho amigo —le responde el médico— hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance,, pero ella no resistió la operación. Edgard, retrocedió de una manera inconsciente, sentía que se le había ido la vida; aquel nudo en la garganta, se convirtió, en un llanto desesperado. Su padre lo abrazo muy fuerte, sintiendo como su hijo temblaba, lleno de desesperación —No puede ser, no puede ser; mi Leonor, no puedes irte mi amor, tú no puedes irte —decía el, sintiendo un gran dolor en el alma— no puedes dejarme solo , mi vida, ¿Qué voy a hacer sin ti? —Lo lamento mucho hijo —le dice su padre, manteniéndolo abrazado, tratando de darle fuerzas— Tienes que ser muy fuerte en estos momentos. —Ay hijo mío ; que dolor tan grande —exclama Consuelo, abrazándose a ellos, mientras de sus ojos brotaban grandes lagrimas— ¿Cómo pudo haber sucedido esto? Esperanza, tratando de estar calmada, intentando retener el llanto, sosteniendo a su bebe en los brazos, se acerca al médico, quien contemplaba la escena con tristeza. —Doctor,  ¿Qué paso con él bebe? —preguntó ella con ansiedad— ¿pudieron hacer algo por el? —Afortunadamente pudimos sacarlo con vida, Señora —le responde el médico— su condición es estable; pero debe permanecer recluido aquí, por unos tres días. —Gracias Doctor, al menos, es una buena noticia en medio de eta tragedia —le dice Esperanza, retirándose a donde estaban abrazados, Edgard con sus padres. —Ella no tenía que haber muerto —se lamentaba Edgard en medio de su desconsolado llanto— apenas estabas comenzando a vivir, mi amor; ¿ Porque me has dejado solo, mi Leo. —Por favor, siéntenlo y esperen que se calme —les dice Esperanza, tratando de separarlos— déjenlo que llore, para que pueda calmar su dolor Sus padres lo llevaron a un asiento, sentándose cada uno a su lado, él se recostó sobre el hombro de su madre y  continuo llorando sin consuelo, mientras ella le abrazaba, muy consternada. —Cuanto me duele que te esté pasando esto, mi muchacho —le dice ella acariciándolo con ternura—llora todo lo que quieras, hijo, para que desahogues ese dolor. —Estábamos muy felices, porque íbamos a tener nuestro primer bebe —le dice el con gran tristeza— oh mi Leonor; cuanto te voy a extrañar; teníamos tantos proyectos y ahora te fuiste dejándome tan solo.
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