Capitulo 1

1322 Words
—Hey, Izan, ¿te cuento un chiste? —le susurré al chico sentado a mi lado mientras la profesora soltaba su sermón diario sobre cómo “nuestro futuro dependía de las ecuaciones”. —Vale —dijo con una sonrisa perezosa, ladeando la cabeza hacia mí. Me acerqué más, con la sonrisa de una villana de película mala. —¿Por qué hay gente que lleva sus gafas a la universidad? Él se encogió de hombros, curioso. —Ni idea. —¡Para que se les gradúen! —exclamé, y estallé en carcajadas como si hubiera contado el chiste del siglo. Izan se tapó la boca con la mano, conteniendo la risa. Su rostro enrojecido me hizo reír aún más. —¡¿LO PILLAS?! —repetí, casi llorando de la risa. —¿Se puede saber qué le parece tan gracioso, señorita...— —Bond. James Bond —la interrumpí con voz sensual y mirada de diva, provocando carcajadas en toda la clase. —¡BASTA! —gritó la profesora Bernard, con los ojos a punto de salirse de las órbitas—. Señorita Thompson, ¡estoy harta de usted! Pero hoy me siento generosa. Si responde correctamente a una pregunta, puede quedarse. Si falla, se va... con un reporte. —Acepto el reto, profesora —respondí como una gladiadora antes de la batalla, moviendo los brazos como si calentara para un combate. En ese momento, mi codo chocó de lleno contra la cara de Izan. —¡Auch! —Ups... —dije conteniendo la risa, pero un “cuac” involuntario salió de mi garganta, provocando una nueva oleada de risas. La profe no se inmutó. Literalmente, ni un músculo de su cara se movió. Diosa del hielo. —Dígame, señorita Thompson: ¿qué significan las siglas S.O.S? Oh no. Oh no no no. Pensé tan fuerte que casi podía escuchar la música dramática de fondo. Vamos Leanne, piensa. Eres brillante, única, y completamente... sin idea. —Eeeh... ¿en serio profe? Significa... “Socorro. O sea: Sálvame”. La clase entera estalló de nuevo. Yo me crucé de brazos orgullosa, como si hubiera salvado al mundo. Muy bien, Leanne. Eres un genio incomprendido. --- Poco después, en la oficina del director, el aire olía a café viejo y paciencia agotada. —¿Qué hay, Jeff? —saludé al director entrando con la seguridad de una celebridad. —Leanne Thompson... otra vez. —Suspiró, sin levantar la mirada de los papeles. —¡Supuse que me echaría de menos! Vine a hacerle una visita para ahorrarle sufrimiento —le guiñé un ojo. Él me miró con esa mezcla de resignación y cariño paternal. A veces pienso que me quiere... solo que aún no lo sabe. —Está bien, Lea. No te castigaré. Solo porque me hizo gracia —dijo finalmente, riéndose un poco. —¡Jeff, eres el mejor! —chocamos los puños. ¿Ves? El amor está en los detalles. --- La hora del almuerzo llegó como un regalo divino. Nada como una bandeja de comida de dudosa calidad para volver a sentirse humana. —¡Hey, Lea! —saludaron mis amigos al unísono mientras se sentaban en nuestra mesa habitual. —¿Qué te pasa? —preguntó Will al ver mi expresión seria. Los miré a todos con ojos dramáticos, tomé aire y exclamé: —¡SANGRE POR LAS VENAS! Silencio. Luego, carcajadas. —Qué idiota —negó Will, dándome un golpe suave en el brazo. —¿Te castigaron? —preguntó Aiko, con su típica dulzura. —Nah —respondí con una sonrisa orgullosa—. Jeff me ama. De pronto, la puerta del comedor se abrió. —¡IZAAAAN! —grité al ver a mi amigo entrar, seguido por Alexander. —¡ALEXITO! —corrí hacia él y salté a sus brazos. —Qué hay, Bunny —me saludó con su tono relajado y encantador. Sí, sí. Me llamó Bunny. ¿Y por qué? Porque mi maravillosa madre pensó que ponerme Leanne Bunny Thompson era una genialidad. Bunny. Como si me faltara ser adorable, ¿no? —Estás más gordito —le apreté el abdomen con el dedo. —Cállate, niña —se rió y me sentó en sus piernas al ver que no había sitio libre. —¿Habéis visto a la chica nueva? —preguntó Ekane, cruzando las piernas con elegancia. —¿Chica nueva? ¿Quién, dónde? ¿Me la perdí? —dije girando la cabeza como búho. —Creo que se llama Kyle... algo —dijo Aiko. —Pff, ni idea. Voy a por mi comida. Claramente, nadie aquí me quiere lo suficiente como para traérmela. Con paso dramático, fui por mi bandeja. De camino de vuelta, la vi. Sentada sola, cabeza baja, tocando la comida con el tenedor como si fuera ciencia nuclear. —Hola —me acerqué sonriendo—. ¿Eres la nueva? —Sí... soy yo —respondió con voz bajita. —Ven, siéntate con nosotros. —¿Ah, sí? ¿No molesto? —Imposible. Dudo que superes el nivel de molestia de Alex —dije riendo. Kyleigh me siguió con timidez. Cuando llegamos, Ekane se movió sin que yo dijera nada, dejándole sitio. Nos entendemos con miradas, esa chica y yo. Yo me senté de nuevo sobre Alex, como reina en su trono. —Soy Kyleigh —dijo bajito. —Ella es Aiko, Ekane, Will, Izan, Alex, Dylan, Mike y yo soy Leanne. Pero puedes llamarme Lea... o Lele. —O Bunny —añadió Dylan con sorna. —Cállate —le lancé una uva que le dio justo en la frente. Kyleigh rió bajito. Era una risa suave. Un poco rota. Como si no se permitiera disfrutarla del todo. Me gustó. —¿Eres nueva en la ciudad o solo cambiada de instituto? —preguntó Mike. —Me cambié de instituto. Vivimos aquí desde hace poco. —Tranquila, te lo vas a pasar bien —le aseguré—. Ser amiga mía es una experiencia religiosa. --- Tras el almuerzo, volvimos a clase con más flojera que entusiasmo. Era la hora de Gregory, el profe con alma de carcelero. —Chicos, este fin de semana tenéis un trabajo en equipo —anunció—. Yo haré las parejas. Una lluvia de abucheos inundó la sala. —¡Silencio! Bien, empecemos. Izan Smith con Akino Lin. —SEÑORITO —grité a Izan burlona. Él se cubrió la cara con las manos. —¡Señorita Thompson! —me regañó Gregory. —Lo siento... fue más fuerte que yo. —Leanne Thompson con... Kyleigh Williams. —¿¡Y quién es esa!? —grité como si me hubieran dicho que me emparejaban con un alien. —Soy yo —me susurró Kyleigh desde al lado. La miré. Tenía las mejillas rosadas y una sonrisa tímida. —Oh. Está bien, profe. Me gusta. Puede continuar —le sonreí, y Kyleigh también sonrió. --- Al salir de clase, la luz del atardecer teñía los pasillos con un tono dorado. Kyleigh caminaba a mi lado, algo más relajada. —¿Cuándo quedamos? —me preguntó, recogiendo un mechón de pelo detrás de la oreja. —¿En tu casa o en la mía? —respondí con una sonrisa traviesa. —¡Me refería al trabajo de clase! —dijo escandalizada, completamente sonrojada. —Yo también —dije riendo. Dios, era tan fácil hacerla ruborizar. —Bueno, podemos hacerlo en mi casa, si quieres. —Perfecto. —Le di un papel con mi número—. Mándame dirección y hora. Quedamos mañana. —Genial. —Miró hacia el aparcamiento—. Mi padre ya está aquí. —Nos vemos, Kyleigh —le dije con una sonrisa. —Adiós, Lea —respondió, y hubo algo en su voz… que no supe descifrar. Aún. Nos despedimos, y mientras caminaba hacia casa, no pude evitar sonreír. Este año, definitivamente, no iba a ser aburrido.
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