CAPITULO 7 | LOS CONSEJOS DE UNA MADRE

3717 Words
ELEGAR, CAPITAL DEL REINO DE ALSTEN. Control. Ivannia se quedó de pie observando el trono durante varios minutos en la soledad de aquella noche. No pudo mantenerse más tiempo en la misma sala que Derick y decidió abandonarlo. Sonrió al darse cuenta que el destino le podía en una situación compleja que podía darle una ventaja significativa para controlar su ambición. No podía negar que era el mejor prospecto, tampoco que cada vez que hablaba dejaba en claro su superioridad con los demás y lo peor de todo, era que, efectivamente, era lo mejor para el reino. No podía arriesgarse a perder a un hombre con su experiencia, porque si Derick cumplía sus amenazas de marcharse, sería dos veces más complicado, recuperar Abbey. El trono era majestuoso y pronto, no serían uno sino dos tronos los que decoraran la sala real durante el dia de su boda. La oscuridad de la madrugada no le robaba en nada la majestuosidad, pues la luz de la luna se filtraba por los ventanales dándole realce directamente. Ivannia escuchó unos pasos a sus espaldas y pronto, la luz de una pequeña lámpara de aceite, iluminó las paredes. —Parece que has enterrado la sombra en este lugar. La princesa sonrió al ver a su madre posarse a su lado. —Un rey siempre tiene la espalda apegada al trono, para protegerla de cualquier puñalada—respondió Ivannia provocando una ligera sonrisa en su madre. —¿Algo te preocupa? —Debo tomar una decisión importante mañana. —¿Hablas del matrimonio? —De lo que he estado huyendo por ocho años. Por lo que he tolerado toda clase de comentarios y también puse en vilo a la corona. La realidad madre, es que siempre he tenido miedo de ser aplastada por una fuerza mayor. Siempre soy cuestionada, cosa que no pasaría su fuera hombre. —Pero eres una mujer y deberías centrarte en lo que realmente importa. Una reina cierra bocas, no tiene tiempo para preocuparse de quien las abre. Ivannia negó con la cabeza con cierta diversión. —Pensé que ese miedo ya no existía y resulta que regresó con Khasar y con los propios Edevane. Eso fue frustrante al inicio, pero ahora veo que camino debo seguir después de pensarlo con más calma y sobre todo, con confianza. No hay mejor momento que ahora. —¿Para que? —Para casarme con Derick Edevane—respondió sin titubear observando al trono con suspicacia. Eso era lo mejor para el reino y también para Abbey—. Creo que me he estado ahogando en un vaso de agua durante estos días. Nuestras condiciones ya no son las mismas. Él ya sabe de lo que soy capaz y también está acorralado. A pesar de su orgullo regresó de nuevo, lo que indica que soy su última esperanza para recuperar la influencia de su casa. Si tiene una debilidad es controlable. Desde que leyó los documentos, tenía la idea rondando por su cabeza. Casarse con Edevane aseguraba la confianza de Thorney, el respaldo de los señores, control absoluto de los ejércitos y una buena autoridad militar. Casarse con Blackthorn era más seguro, pero no traía ninguno de los beneficios antes mencionados. Iría en contra de su orgullo de nuevo, pero estaba lista para hacerlo a un lado con tal de asegurar que Abbey dejara de ser esclavizado. —Tu padre ha dejado que tomes el camino que elijas. Quiso que aprendieras de los errores como una persona común porque se sentía con la fuerza de poder corregirlo ¿Cómo podría llamarse a sí mismo rey de ser diferente?—preguntó mientras Ivannia recordaba las historias de Harald Luxemburg, cuando decidió renunciar a la corona por amor y después su hijo provocó una rebelión desastrosa—. La mayoría de los príncipes son criados para ser objetos de la corona que se rijan por los deseos de la corte y las necesidades del reino. Ser obligados provoca rebeliones e infelicidad, así que tu padre optó por enseñarte a elegir el camino correcto y no imponerlo. Al final eres libre de tomar tus propias decisiones, pero también debes tener la fortaleza de hacer el orgullo a un lado y corregirlas. —En ese momento iba a ser aplastada madre—confesó Ivannia—. Iba a ser aplastada como un vil insecto y tomada como títere de un hombre que ansiaba poder. Era demasiado joven, impulsiva e ilusa. Ahora voy a hacerlo moverse dentro de mi tablero y tendré más control de sus acciones que son mi mayor miedo. Gianna sabía que su hija era más astuta de lo que dejaba ver. Usualmente, dar largas y mostrar dudas creaba una imagen débil que era usada por la princesa para medir lealtades. Si era débil, el depredado la elegiría como presa y así pondría en evidencia su ubicación. —Derick no va a hacerte daño, Ivannia. Primero debe asegurar tu ascenso al poder y eso te será beneficioso. Acelerará tu camino y te dará lo que necesitas cuando recién asciendas al trono. Si una vez que te ha dado eso lo consideras peligroso siempre puedes deshacerte de él. Las últimas palabras de la reina madre fueron muy acordes a la situación. Ivannia asintió con la determinación marcada en sus ojos, le iba a dar lo que quería pero porque lo necesitaba, sin embargo, primero iba a divertirse volviéndole loco de desesperación. El camino no le sería sencillo, especialmente porque buscaba dejar claro que eran sus condiciones las que debían seguirse. (…) Derick tomaba una copa en una taberna popular de Elegar. Hacía mucho tiempo que la gente no le veía por allí. Bebió un vaso cargado de un fuerte vino perfectamente añejado y esperó paciente que su objetivo cruzara por la puerta. Habia escuchado por parte de sus hombres que Blackthorn se hospedaba en una posada cerca y que cada noche visitaba el lugar para beber una buena porción de vino antes de ir a la cama. Cuando Edevane iba por la segunda copa, escuchó la puerta abrirse y luego un hombre lanzó en la barra de madera un par de monedas de plata solicitando un vaso bien servido del mejor vino. Sintió que se sentaba a su lado sin haberse percatado en absoluto de su presencia pero Edevane se la dejaría en claro cuando casi de manera violenta colocó una moneda de oro sobre la mesa. —Yo le invitaré al caballero todo lo que vaya a beber esta noche—comunicó al barman que rápidamente corrió a tomar la moneda y a ponerse a las órdenes de ambos. Blackthorn lo observó de reojo y al ver esa mano decorada con algunos anillos de oro, lo reconoció. Ni siquiera levantó la mirada para verlo a la cara. —No es necesario. Yo pagaré por mi vino. —¿Le harás ese desaire a un viejo amigo? Blackthorn sonrió con amargura. —Tú no conoces lo que es amistad, Edevane. Detestas que alguien esté por encima de ti y si observas que puede convertirse en tu oponente le sacas del camino antes de que pueda convertirse en un peligro mayor. La gente que posee tu apellido no tiene amigos, tiene esclavos—respondió en voz baja tomando el tarro de vino y dando el primer trago de la noche. Derick lo imitó, solo que a diferencia de él, bebió de golpe el contenido. Estaba enojado de que una persona como él, pudiera obtener una posición de la que claramente no era digno. No le agradaba Blackthorn, pero tenía sus razones. Era un hombre demasiado recto, demasiado lineal, pulcro, justo y sobre todo moral. —¿Aún me odias por lo que pasó en la academia? —Por tu culpa perdí mi oportunidad, pero no te odio por eso—respondió con sinceridad—. Me abriste los ojos porque me mostraste que nunca podría pertenecer a un lugar tan corrompido como Thorney, donde quien tiene el dinero, tiene el poder. Yo tengo dinero Edevane, pero no lo dignifico tanto como tu familia o como los demás señores. Edevane chasqueó la lengua. —Eso lo dices porque estás aislado o más bien, tu familia se exilió en Forgeport hace generaciones cuando abandonaron la corte, antes de la desgracia familiar que arrastran. Querías ser un comandante militar, por eso entraste a la academia, pero en el campo hubieras sido asesinado. Eres demasiado recto y en la guerra eso es debilidad. Haz hecho bien en permanecer en tus fábricas. Blackthorn giró el vaso en sus manos como si fuera la cosa más interesante del mundo. Bebió un trago y luego suspiró. Esperaba que se hubieran encontrado por una horrible casualidad y no por disposición de Derick. —¿Qué haces aquí?—preguntó Eldaran—. Este lugar puede ser considerado demasiado corriente para un Edevane. Yo no tengo problemas con mezclarme con la plebe, pero me temo que un señor de tu altura, puede sentirse incomodo al estar rodeado de gente indigna. Blackthorn volteó para darse cuenta de un detalle que no tomó en cuenta al entrar. No habia nadie más en aquella taberna a pesar de ser fin de semana y de que usualmente no cabía ni un alma más. La respuesta fue sencilla. Habia un enorme letrero de cerrado que fue colocado cuando el hombre entró. Edevane pagó una bolsa de monedas de oro a cambio de la exclusividad del lugar. Sus ojos confundidos hicieron a Derick sonreír. —Supongo que ahora lo sabes—musitó de manera amenazante volteando a verlo directo a los ojos. Estaba allí, para verlo a él. Blackthorn solo podía pensar que ya se habia enterado de los deseos de la princesa de darle una parte del negocio de la forja y quitarlo a los Pendragon. —¿Qué demonios quieres Edevane? El hombre tocó de manera discreta la pequeña daga que llevaba a su costado solo para comprobar que al menos tenía algo para defenderse. Con Derick nunca se sabía. —Vete de Elegar y no vuelvas aunque Ivannia mande diez o quince comunicados reales de que quiere verte. Desaparece y sigue en tus fábricas pero no vuelvas a la capital de nuevo nunca más—pidió pero su voz fue una orden amenazante que fue completada con una daga siendo enterrada en la mesa de forma violenta. La manga de Eldaran habia quedado unida a la mesa. Blackthorn estaba sorprendido pero a pesar de ello, le mantuvo la mirada y comenzó a reír. Puede que adorara la paz y que no quisiera discutir pero ¿Quién era Derick Edevane como para tomar decisiones por él? Su respuesta molestó a su acompañante. —Acepto que tú y tu padre me sacaran de Thorney. Acepto también que me negaras la entrada a los negocios reales haciendo que los Pendragon se quedaran con todos los beneficios de las forjas, pero no pienso permitir que intentes amenazarme con cosas que no te competen. Hay cosas que los Edevane ni con todo el poder que ostentan no pueden controlar, a mí por ejemplo. Aunque los ojos de Derick mostraran molestia, en aquel momento le fue imposible no reír al ver la determinación de Blackthorn, una que estaba por hacer pedazos con una sola oración. Todo aquel que tuviera una debilidad, podía ser controlado de alguna y otra manera. Una moneda de oro apareció en la mesa. En toda su área tenía labrado un barco. Era el logo de los Battenberg. El dedo del hombre golpeó la moneda mientras clavaba sus ojos en Blackthorn. —Spencer Battenberg parece ser un gran socio para ti. Imagina lo que pasaría si la familia de mi madre en Karlang le dijera que rompe todos sus negocios con él debido a ti ¿Crees que va a seguir exportando tus productos en sus barcos aunque perdiera toda la fuerza del comercio marítimo con la familia real de Karlang?—preguntó con diversión. Su silencio fue una respuesta—. Claro, no, no lo haría. Jamás rompería cientos de negocios por un hombre. —Eres un… Derick chasqueó la lengua y levantó su dedo. Eso detuvo el insulto. —No voy a hacerlo, siempre y cuando desaparezcas. Eldaran estaba un poco perdido. Ambos estaban pensando cosas diferentes. Derick pensaba que el hombre ya sabía de la propuesta de Ivannia y por eso parecía tan digno, mientras que Blackthorn creía que estaba tan insistente en que se marchara por el negocio de las forjas. Si Spencer Battenberg quitaba su apoyo, sus negocios caerían en ruinas y volvería a la misma miseria de la que su abuelo. El hombre tragó saliva. Siempre mantuvo en secreto al proveedor de sus barcos y a sus socios más cercanos, principalmente a aquellos que le brindaban materia prima, pero parecía que Edevane lo sabía todo. —¿Me has estado investigando? —No te creas tan importante—exclamó—. Aunque intentes mantener las cosas en secreto, siempre tendrás ojos que te observen y que saquen a relucir todo lo que escondes. Ya te debes imaginar todo lo que sé y que podría acabarte para siempre. Eldaran no pudo creerlo. Se puso de pie y rompió la manga de su ropa cuando decidió soltarse de la daga que lo mantenía fijo a la mesa. Eso que estaba haciendo era un acto ruin. Lo estaba amenazando con algo valioso. Tenía fábricas y gente que vivía de ellas, Forgeport dependía en su mayoría de él. —Los dioses van a maldecirte Edevane. ¿Cómo puedes usar esta artimaña tan baja para amenazarme? ¿Acaso no piensas en las consecuencias que eso traería al reino? La pregunta quedó al aire cuando en un violento movimiento, Derick arrancó la daga de la mesa y casi la enterró en su cuello, sujetando al hombre por su camisa para mantenerlo al vilo de la hoja filosa. Blackthorn tragó saliva cuando sintió que una gota de sangre bajaba por sus finas prendas. El barman se apartó y decidió desaparecer para dejar a los hombres ajustar cuentas. —¿El reino? El reino siempre me ha preocupado Blackthorn así que toma esta acción como tu cooperación para enaltecer Alsten. Tienes hasta mañana para abandonar la corte y no volver nunca más—comunicó con la mandíbula apretada—. Si no lo haces me encargaré de hundirte a ti y a tu casa hasta reducirla a polvo y ruinas. No te metas en mi camino o te haré caer como un estúpido y salvaje guerrero khasari. Edevane lo soltó lanzándolo contra la barra de manera violenta. Lanzó la moneda de oro a los pies de Eldaran y después salió del lugar. Un caballo bien ensillado ya le esperaba sujetado por uno de sus guardias. Subió en el enorme semental n***o que tenía marcada en la piel el sello de los Edevane y chasqueó la lengua para que el animal comenzara a andar con rapidez entre las calles de Elegar, levantando una polvareda a su paso. Eldaran estaba pálido. El barman salió cuando la puerta le indicó que uno de los hombres se habia marchado. Al ver a Blackthorn se acercó a él de inmediato. —¡Mi lord!—exclamó al ver el corte que sangraba en su cuello. De inmediato fue por unas toallas y le ayudó a contener el sagrado revelando una herida no muy profunda pero que sangraba con prominencia. —Estoy bien—respondió el hombre aún consternado por los hechos y la amenaza. No le quedaban dudas de que la esposa de Derick Edevane habia sido asesinada por su orden o mano y que no tendría reparos en hacer exactamente lo mismo con él, como le adelantó esa noche. —Un médico debería ver la herida. —Lo haré—indicó el Lord tomando la mano del barman—. Ni una palabra de esto a nadie, aunque supongo que eso ya te lo ha dejado claro Derick Edevane. Eldaran se alejó de la taberna. Quedarse en Alsten era un riesgo que no podía correr. (…) Una sonrisa lasciva apareció en sus labios. Ivannia permanecía desnuda delante de su espejo dejando ver esa escultural figura que le volvía loco y que desde hacía muchos años, se habia convertido en una obsesión para él. Ella era la mujer que el destino le arrebató antes de que pudiera poseerla. Se quedó sin palabras al observarla acariciar sus pechos mientras cerraba los ojos y entreabría sus labios. Retrocedió alejándose de la ranura en la pared que conectaba al pasillo secreto a la habitación de la princesa. Cuando volvió de su encuentro con Blackthorn tuvo curiosidad de sí la princesa ya estaba dormida, así que decidió hacerle una visita sí que ella se diera cuenta. Apropiada decisión. La tentación le dictaba que debía quedarse, pero su cuerpo le gritaba que se marchara antes de que la imagen excitante le endureciera como todo lo que tenía que ver con ella. Haciendo a un lado esos cobardes pensamientos, acercó sus ojos a la ranura y al hacerlo tragó saliva. Mierda. Se estaba tocando con esos delicados dedos provocando que Derick deseara que fueran los suyos y no los de ella. El pecho de Ivannia baja y subía con irregularidad y pronto, se apartó del espejo para acostarse en la cama. El espejo siguió siendo su proveedor de imagen. Edevane tomó aire. Vaya cosas interesantes que habia aprendido en el callejón. Ese pensamiento casi le enfermó, pues mientras la observaba tocarse de esa manera tan seductora ese sensual coño húmedo, imaginó a otro hombre haciéndole lo mismo. Los celos fueron casi enfermizos. ¿Podría ser posible que ya hubiera estado con alguien? ¿Blackthorn tal vez? Con esos pensamientos, los deseos de matarlo se hicieron más vividos. Odiaba que tocaran lo que le pertenecía e Ivannia habia sido suya desde el inicio. Enojado consigo mismo por no medir su posesividad, se apartó de la ranura en la pared (casi adolorido) y decidió ir directo a su habitación. Conocía esos pasillos como la palma de su mano, pues cuando eran jóvenes podía decirse que vivía en el palacio y lo conocía casi tanto como la misma Ivannia. Minutos más tarde se encontró dando vueltas en la cama, teniendo pensamientos sobre una espectacular mujer desnuda que le suplicaba que la acompañara a la cama y que pronto lo sumergió en un sueño profundo, que dejó ver los más grandes miedos que ocultaba en su psique. La corte estaba reunida. Darko Edevane observaba a su hijo de reojo. Estaba nervioso, cosa que no le pasaba seguido. Derick, en cambio, casi estaba temblando de rabia porque no estaba seguro de haber logrado su cometido. Lord Gastrell entró a la sala con un pergamino en sus manos. Ivannia había convocado a una reunión de estado donde quería a cada ministro presente. El consejero real abrió el documento y comunicó los deseos de la princesa. El papel casi tembló en sus manos al sentir la mirada de los Edevane sobre él. Si bien muchos en la sala desconocían las razones de la convocatoria, Derick Edevane lo sabía bien. Había transcurrido una semana desde que habló con Ivannia y él no rectificó en lo más mínimo a pesar de sus encuentros. Su oferta seguía en pie y estaba decidido a marcharse de Alsten para siempre y dejar que Ivannia se hundiera por mucho que fueran familia. Deseaba que sus condiciones fueran respetadas. —Su alteza real, la princesa Ivannia Luxemburg ha tomado la decisión de llenar a Alsten de felicidad y jubilo, comunicando la noticia de su matrimonio—exclamó Gastrell haciendo que los ojos de los ministros se abrieran con sorpresa—. Se complace en anunciar la unión de la Casa real Luxemburg, con los Blackthorn, de Forgeport, proclamando a Lord Eldaran Blackthorn, como el próximo príncipe consorte de Alsten. ¡No! ¡Mierda! ¡No! Su mente le estaba traicionando. El hombre se levantó de golpe bañado en sudor. Al abrir los ojos se dio cuenta que la luz se filtraba fuertemente por la ventana por lo que no era de madrugada si no más bien media mañana. Se puso de pie de inmediato. Con el corazón desbocado comenzó a caminar de un lado a otro no ayudando en nada a estabilizarse. Su cuerpo estaba tenso y ese sueño le arruino cualquier intento de controlarse. Eso era lo que quería Ivannia, joderlo. Un sueño húmedo habría sido mejor que eso. ¡Maldito Blackthorn hijo de puta! Escuchó el leve toque en la puerta. —Adelante. —Excelencia—saludó Xandor, su más leal servidor cruzando el umbral de la puerta. —¿Qué noticias me tienes? El hombre analizó el rostro de su señor. No parecía haber tenido una buena noche. —¿Se encuentra bien? —De maravilla Xandor, de maravilla—mintió con cierto sarcasmo haciendo que el hombre sintiera que hizo una mala pregunta. Derick notó que tal vez habia cruzado la línea—Lo siento. Tuve un mal sueño. ¿Qué tienes para mí? Xandor se aclaró la garganta. —La princesa ha abandonado el castillo temprano. Parece que Spencer Battenberg le ha invitado a su fiesta de cumpleaños y la princesa ha ido personalmente a dejarle un regalo. No se quedará a la celebración pero mostrará su deber familiar asistiendo antes que todos a desearle un feliz cumpleaños. —Entonces volverá hoy mismo. —Me temo que no. —¿Por qué no? —La celebración será en la residencia Batteberg en la ciudad de Silvandor. —¿La ciudad posada de Forgeport? —Así es, excelencia. —¿Qué hay de Blackthorn?—preguntó preocupado. —Salió esta mañana. Casi a la par de la princesa. ¡Mierda! Derick comenzó a buscar ropa de manera casi inmediata. Silvandor era una ciudad donde los viajeros que iban a Forgeport llenaban sus estómagos y daban agua a sus caballos. Era una ciudad pequeña, tan pequeña que solo habia un restaurante y también una pequeña posada. Era inevitable que Ivannia iba a toparse con Blackthorn. Estaba a un dia saliendo de Elegar temprano. Los caminos eran peligrosos. Obligatoriamente, iban a cruzarse al entrar a la ciudad e Ivannia se daría cuenta de su marcha tan presurosa. No, no podían encontrarse porque él iba a impedirlo.
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