CAPITULO 3 | CASUALIDADES SOSPECHOSAS

4151 Words
ELEGAR, CAPITAL DE ALSTEN. La fe alstense condenaba el suicidio. No habia mayor pecado a los ojos de los sacerdotes seguidores y practicantes de la fe que el hecho de que una persona tomara la denominada “puerta fácil” que definitivamente era todo lo contrario a esa manera un poco frívola de llamarlo. Una persona que tomaba la decisión de acabar su vida, no tenía ritos funerarios ni menos tiempo de luto. Simplemente, era enterrada y nada más. Lady Anastasia Edevane corrió con esa mala suerte. No hubo personas que asistieran a su velorio y tampoco la casa a la que perteneció le organizó uno por norma social. Aun así, Ivannia decidió redactar una carta donde la corona lamentaba la perdida de los Edevane. Lo hizo por cortesía, pues apenas y se cruzó con la dama en algún baile cuando era más joven y aún se apellidaba Greenway Esa noche la princesa no pudo dormir. Sentía que era demasiado crudo el camino que tomó e indudablemente no podía ser tomado como una casualidad más, pues con los Edevane nunca se sabía. Ivannia se quitó las sabanas de regazo y decidió salir para despejar un poco su mente. Los callejones que resguardaban los prostíbulos le veía pasar al menos dos veces al mes, oculta dentro de una capa y una buena cogulla para que no reconocieran su cabello, de hecho, solía usar una peluca oscura por si algunos mechones escapaban de su ropa. Esa noche decidió visitar a una buena amiga. Lira Novak era la dueña del prostíbulo más famoso del callejón y también el más grande. De ella se decían muchas cosas, como que la mejor prostituta del reino y que los hombres más adinerados iban a ella por los favores de su boca. Lira tenía ojos en todas partes y sobre todo, era conocedora de los secretos de los hombres poderos de todo Alsten. Las mujeres hermosas abundaban en su prostíbulo y nunca estaba vacío, de hecho, casi asistían exclusivamente caballeros pudientes y uno que otro grajero que estaba dispuesto a pagar el precio por una noche con una de las jóvenes. Ivannia entró por la puerta trasera y caminó entre las cortinas de seda transparente mientras escuchaba jadeos en cada esquina y veía a algún que otro hombre desnudo, a punto de dejarse llevar por los placeres de la carne. Caminó hasta uno de los salones donde ubicó a Lira con la mirada, sentada sobre una de las mesas y fumando un puro, mientras su sensual escote era todo un show y deleite para algunos hombres que no tenían el capital para pagar una noche a su lado y solo tenían que limitarse con esas migajas. Al ver a lo lejos a la princesa, bajó de la mesa en la que se mantenía extendida como si fuera un diván y fue detrás de ella, para invitarle una buena copa. —Hacía tiempo que no gozaba de su compañía. —Los asuntos importantes me consumen, Novak. —Inclusive la realeza debe sacar tiempo para los amigos—comentó con una sonrisa mientras la guiaba hacia una de las habitaciones donde habia musica y también baile, pero era mucho menos concurrido que el salón principal. Habia al menos cinco mesas, pero todas bien distribuidas y separadas por cortinas rojas y semitransparentes para que los caballeros pudieran apreciar el vaivén de caderas de las bailarinas que permanecían con los pechos al aire, en la parte de afuera. Novak pidió una jarra de vino y algunos aperitivos para luego sonreír. Ivannia se quitó lo que cubría su cabeza dejando ver su cabellera oscura que parecía tan real, que nadie que la viera del otro lado podría darse cuenta que no era su color original. —¿Cómo van las cosas allí? —No tan divertidas como aquí, de eso estoy segura. La princesa bebió la copa de vino. —Aquí siempre hay diversión, especialmente para usted—comentó con una sonrisa—. Escuché que los Edevane volvieron a su corte. Una sorpresa considerando que muchos en la capital juraron que Derick Edevane nunca volvería a pararse por aquí luego de la humillación de ser plantado en el lecho. También debió sorprenderse al verlo. Ivannia bufó con exasperación. —Sigue siendo el mayor imbécil de todos. —Yo sigo esperando paciente que visite mi casa—musitó Novak mientras jugueteaba algunos mechones de su cabello y hacía reír a Ivannia. Una prostituta como ella gozaba de muchos clientes. No le haría falta nunca un compañero de cama. La princesa imaginó que quería a Derick por el dinero que podría significar ofrecerle una buena noche de placer considerando, claro, la fortuna que poseía. —¿Por qué querrías meterlo en tu cama? ¿Por la paga? —No, si es como dicen, le dejaría que lo hiciera gratis. —¿Ha estado con alguna mujer de aquí? —¡No!—exclamó con decepción—. Lord Derick Edevane no busca placer en los prostíbulos. No hay una sola de mis chicas que vienen de Thorney que le hayan visto visitando esos lugares. Tal vez tiene tanto dinero que busca compañía más fina, bueno, antes de que se casara. Supongo que su esposa estaba bien ocupada durante las noches. El comentario incomodó a Ivannia. —¿Entonces porque dijiste “dicen”? —Porque una dama vino aquí una vez. Era la hija de un Lord de Thorney de apellido extraño. Pasó poco tiempo después de la boda de los diez días. La chica parecía dolida, se pasó de copas y entre su dolor resaltó su lista de amantes. Se tenía bien guardado su largo historial. El hombre que le rompió el corazón no era un Edevane pero si tuvo el tiempo para mencionar que ese amante en cuestión, no le llegaba a los talones al su exmarido, alteza. Parece que detrás de esa careta de dignidad se esconde un hombre sumamente lascivo. ¿Es cierto que usted no logró corroborarlo? —Deja de burlarte de mí. Sabes bien eso. —Solo bromeo—dijo Lira dando un trago a su copa de vino para refrescar su garganta—. La cuestión ahora es que una noticia ha llegado a mi casa. Lord Derick Edevane es viudo. Una pena la muerte de la pobre dama. —Eso es lo que se habla en todo Alsten. —Y no tiene idea de lo demás. —¿Lo demás? —Hay rumores vivos de que no se suicidó. Ese comentario hizo que Ivannia se acercara aún más a Novak. Necesitaba más de esa información. La princesa sacó de sus ropas una pequeña bolsa y se la tendió. Quería que le dijera todo lo que sabía, pues Lira ya sabía que nadie mejor que ella para pagarle por la información. —¿Qué más? La mujer guardó la pequeña bolsita y continuó: —Dicen que fue su marido. —¿Que?—preguntó Ivannia negándose a que Derick no tuviera ni una mínima cantidad de escrúpulos. Pensaba mal de él pero matar a su esposa era una línea que esperaba, al menos los Edevane pudieran mantener. Si los rumores crecían eso podía arruinar su reputación y estaría acabado, pues ni la familia del rey podía evadir a la justicia. —Lo que escucha. Los rumores los inició la dama de compañía de Lady Edevane. Dijo que su señora estaba bien. Ni siquiera estaba triste de hecho, dice que estaba embarazada de nuevo y que su salud era muy buena. Esto que está escuchando aún no se expande del todo. Me lo contó un thorniense. Dicen que en los mercados de Thorney la gente no habla de algo diferente. —¿La gente cree que Derick lo hizo? —Alteza—exclamó con decepción—, nadie conoce mejor la cálida de los frutos, que el dueño de la parcela. Son su familia, fue su prometido. Debe conocer mejor que yo, que la fama de los Edevane siempre ha sido moralmente cuestionable pero a nadie le importa, mientras den gloria al reino. Todo el mundo vanagloria a esa familia a pesar de sus métodos. ¿Alsten es hipócrita? ¿Cierto? —¿Por qué lo dices? —Porque a pesar de esto, cada vez que salgo a los mercados la gente dice que no estuviéramos en guerra si usted no se hubiera divorciado. —No estamos en guerra oficialmente. —Pero lo estaremos pronto—dijo la mujer con la voz apagada—. No quisiera estar en sus zapatos ahora. Debe ser complicado tener el peso de la corona y también pensar en su padre enfermo. Sabe que si busca distracción, puedo conseguir a un hombre que la haga dejar de observar simplemente y así, comience a disfrutar de los placeres. —No estoy interesada por el momento en la práctica, aunque disfruto mucho la parte teórica—exclamó haciendo reír a Novak quien chocó su copa con la de la princesa, algo impensable, pues era una mujer indigna para estar en compañía de la dama más elegante del reino, la heredera. A Ivannia no le importa. Novak no dormía con los hombres por necesidad, pues dinero ya tenía en abundancia, lo hacía porque disfrutaba del sexo pasional y a cada momento. Ella misma decía que si tenía una obsesión, era el sexo, nada más. Si los hombres venían a estos lugares por placer ¿Cómo tenían cara para llamar golfas a las mujeres que ellos mismos tomaban como salvajes? Eran unos malditos hipócritas. La mujer que bailaba a las afueras terminó desnudando su cuerpo completo, justo antes que sonara una pequeña bolsa con monedas y uno de los hombres le pidiera que fuera a hacerle compañía. Ivannia observó el momento por unos segundos y después se volvió hacia Lira. —Eldaran Blackthorn ¿Qué puedes decirme de él? —Es guapo, pero serio—respondió de inmediato—. Tampoco visita estos lugares y rara vez se suena que tiene una dama de renombre en su cama. Es reservado. Tienen todo para ser una familia de la capital y no de una provincia tan alejada pero los Edevane les odian. —¿Cómo? —Los Edevane y los Backthorn están enemistados desde hace mucho. Derick Edevane impidió que Eldaran Blackthorn entrar al ejército como comandante. Dicen que lo humilló en un combate de espadas y le hizo la vida imposible en los cuarteles por la influencia de Darko. Todo esto terminó cuando Blacktorn fue expulsado. —¿Las razones? —Conflictos de hombres, supongo. Esa información valía oro. Aunque a la princesa le hubiera gustado entrar a algunas de esas cámaras y presenciar furtivos encuentros placenteros, era tarde y debía volver. Sus pasos la guiaron entre la soledad del callejón, mientras que uno y otro borracho permanecían tirados en el suelo luego de una larga noche de alcohol. Llegó al ala oeste del palacio y después entró por esa pequeña puerta que daba a un pasillo que cruzaba todo el inmenso jardín del palacio. Fue una caminata larga hasta que doblo hacia la izquierda y tomó el camino a su habitación. Salió justo dentro de su enorme armario de madera y cuando lo hizo, casi cayó a bruces al ver la figura de una elegante mujer, leyendo un libro en su cama. Se quitó la peluca de inmediato. —Siempre astuta como tu padre. —Madre… —Quisiera preguntar donde estabas pero no quiero escuchar nada de eso. Supongo que sigues visitando a esa dama Nuvak… —Novak—corrigió su hija alisando su vestido. —Como sea, una dama que no es bien vista, pero que sin duda disfruta de los placeres y es más feliz que ninguna otra mujer dentro de Elegar. La reina Gianna era hermosa. Tenía un largo cabello blanco casi blanco que le habia heredado y una belleza de ojos que su padre nunca dejó de alabar. No era una madre que juzgaba, de hecho, le apoyaba en cada una de sus travesuras y por ende, no existían secretos entre ambas. La reina conocía el destino de su hija cada vez que salía del palacio y por la salud del corazón del rey, era mejor que eso se mantuviera como se secreto de madre e hija. Gianna, sabía que su hija era una adulta, que conocía perfectamente de que debía cuidarse y los riesgos, así que le dejaba tomar las decisiones propiamente. Ivannia buscó un nuevo vestido, uno cómodo para dormir mientras su madre le seguía con la mirada por la habitación. —¿Todo está bien con papá? —Duerme—respondió cerrando su libro—. El médico estuvo con él hoy y dice que puede probar un nuevo tratamiento, pero como la mayoría, le exige que descanse. Aunque le ayudas mucho como regente, sigue preocupándose por las cosas y los ministros le agobian. Tu padre está cansado, Ivannia. Necesita descansar. —¿Apoyas la abdicación? —Sin duda alguna, pero también pienso que será un cambio de poderes turbulento si no sabes manejarlo. Estás en peligro con una ciudad perdida y Khasar tocando a tu puerta, eso si contar que mi hija rebelde provoca comentarios osados por parte de la plebe. Me preocupa. Ivannia sonrió con tristeza. —¿Tú también piensas que me equivoqué al divorciarme de Derick Edevane? —¿Deberíamos llamarlo divorcio? —Hicimos los juramentos propios de un matrimonio. —Las promesas no son nada sin la unión del cuerpo—opinó la reina provocando que su hija suspirara. Aunque la mayoría del reino pensaba como su madre, la verdad era que todo el mundo la consideraba divorciada. Estuvieron casados por nueve días y luego, todo se fue a la mierda. Su matrimonio era el más corto en la historia de Alsten y sin duda, nadie le habia dado un escándalo tan fuerte a la corona como ella. —Supongo que ya escuchaste la noticia. —Una pena lo de Lady Edevane—respondió la reina con ese tono de lamentación sincero que siempre tenía para todo el mundo—. Derick tiene mala suerte. Divorciado y ahora viudo. Le llamarán “Lord desgracias” pronto. Ivannia casi suelta una carcajada. —¡Mamá! —Hablo en serio—bromeó la reina poniéndose de pie y caminando hacia su hija para acariciar su rostro y besar su mejilla como lo hacía cuando era niña. Al ver sus ojos de cerca, detecto un poco de incomodidad en Ivannia. Algo le preocupaba. —¿Que pasa? —Dicen los rumores que Derick la mató. Gianna frunció el ceño. Era una acusación grave. Aunque Derick era amado por sus hazañas como militar, todo el reino sabía que no se podía tolerar enaltecer a un asesino. Esos rumores eran sumamente peligrosos para él, pues podían socavar su carrera y reputación si no se detenían o buscaba humo para cubrirlo. —¿Y tú crees eso? —Podría ser posible. —¿Con qué propósito? —Aún no lo sé—dijo con sinceridad—. Voy a pensar en eso cuando vaya a la cama. La almohada siempre me da buenos consejos y yo no quiero perderme ninguno. No te preocupes. Voy a resolver mis problemas con la corte y papá podrá irse a descansar tranquilo a alguna villa lejos del ruidoso Elegar. Si tengo que casarme para darle esa paz, voy a hacerlo. Ya han pasado muchos años y la idea, no es tan mala. Leyes de vida, madre. Leyes de la vida. —Cariño, eres muy hermosa. Podrías encontrar un marido que llegue amarte y que ame al pueblo con la misma intensidad con la que te ama a ti. Si logras eso, habrás escogido a un excelente príncipe consorte. Gianna besó su mejilla y se dirigió hacia la puerta. Solo habia venido a saludarla. —Mamá ¿Crees que papá este bien? —Va a estarlo, en cuanto estemos lejos de Elegar. Su padre estaba cansado. Como todo rey tenía una larga lista de responsabilidades y eso le enfermó. Su madre se despidió y la dejó con el vacío que causaba el deber. Necesitaba apresurarse porque quería que su padre, dejara de preocuparse por cosas en las que no debía. La abdicación debía ser un hecho y estaba decidida a encontrar un buen prospecto, porque era más rápido, que discutir el cambio de las reglas con los ancianos ministros. Al dia siguiente recibió la noticia que más estaba esperando. Eldaran Blackthorn estaba en Elegar luego de un largo viaje sin parar de varias horas a caballo a todo galope. Una orden real debía acatarse lo más rápido posible y el hombre entró a su palacio con el cabello despeinado y una sonrisa rebelde en sus labios. —Alteza—saludó acompañado de una reverencia. —Lord Blackthorn, es un placer conocerlo. —Me siento honrado del recibir el llamado—comentó haciendo que Ivannia lanzara una mirada a Lord Gastrell quien le dejó ver unas palabras mudas con su boda para indicarle el pretexto que usó para llamarlo. Eldaran era elegante y muy educado. No le pidió su mano para darle un beso, respetando las normas y etiquetas sociales y también, mantenía su mirada en sus ojos y no en sus pechos como algunos hombres descarados, por lo que Blackthorn le agradó de inmediato. Estaba un poco sudoroso pero eso no le importó, pues se veía muy sensual a la vista, con esos rulos un poco despeinados. No quiso ser grosera y lanzó su pretexto: —Quisiera consultar la situación de sus fábricas. —Están andando, alteza. Mejor que nunca. —¿Nunca ha pensado en que se concentren en las armas?—preguntó con seriedad—. La situación del reino no es sencilla en estos momentos. Mi padre está recuperándose, pero como princesa me preocupa que la creación de armas esté limitada a una sola familia y también a una sola ciudad. Deberíamos tener variedad para evitar vernos expuestos y desarmados en una situación critica. Blackthorn comprendió sus razones y las entendía, pero a pesar de eso, sonrió nerviosamente y objetó lo primero que se le vino a la cabeza. —¿Los Edevane lo aconsejaron? —No, Lord Blackthorn, los Edevane no tienen voz como para dar consejos en mi corte—comentó la reina ganándose la atención de Lord Gastrell quien intentó detenerla, pues sospechó el porqué Eldaran le habia hecho esa pregunta. Estaba tocando terreno inestable. La conversación se estaba dando en la sala del trono, con Ivannia de pie, conversando con el hombre de manera directa, como solían hacer los conocidos y resaltando que podían entablar algo más casual, dado que no estaba en una posición rígida de heredera. Usualmente, los hombres se podían nerviosos al ver una mujer, en el trono. —Los Pendragon controlan las forjas. Lo hicieron desde que Darko Edevane pidió que el rey distinguiera a esa familia como los únicos encargados de armar a los ejércitos de la corona. No hay algo escrito en la ley, pero lo que los Edevane propusieron parece tomarse como tal. Ivannia observó a Lord Gastrell. ¿Por qué nadie le dijo eso? —¿Usted no sugirió sus fábricas? —Claro, pero no fueron tomadas en cuenta en el pasado. Su padre siempre ha tenido confianza a su familia paterna y no es que esté mal, los Pendragon han hecho un excelente trabajo, pero si gozan de privilegios y distinciones—explicó el hombre sin malicia y hablando con plena sinceridad, aunque era claro que los Edevane le pateaban en la zona blanda—. Los Edevane han sido aliados de los Pendragon durante muchos años ¿Puedo preguntar por qué su alteza quiere cambiar esos órdenes? —Diversificar es seguro para el reino y mi deber próximamente será afianzar los pilares de la seguridad de las ciudades que conforman Alsten. Espero poder contar con el apoyo de los Blackthorn para ello. —No tenga dudas, alteza. Como dictaban los protocolos, el hombre abandonó el palacio de manera temporal, no sin antes mencionar que se quedaría algunos días más, para hacer unos negocios y enfatizo que si la princesa requería hablar más del tema, estaba disponible. Lord Gastrell se acercó a la princesa quien mantenía el ceño fruncido mientras veía la espalda fornida de Eldaran alejarse por el pasillo. —¿Qué le parece Blackthorn? —Elegante, digno e inteligente. Me agrada. Quiero que investigues la relación de los Pendragon y como Darko Edevane se enlaza con las forjas. Estoy segura que tiene beneficios de eso. Los favores que consiguió con mi padre para los amos de la forja (como se apodaba a los Pendragon) los debe estar cobrando con altos intereses. —Enseguida, Alteza. Ivannia no pudo evitar comparar a ambos hombre. Derick no tenía sinceridad en la voz, Eldaran sí. Eldaran no parecía un lobo disfrazado de oveja, Edevane sí. Derick era guapo, Eldaran también, pero no a ese grado. Bueno, era un defecto nada más, que no debía ser tomado en cuenta, porque era atractivo. Es más, la reina agradeció que no tuviera la belleza masculina y depredadora de Derick o ante sus ojos, sería odioso. THORNEY. Un hombre golpeaba la mesa con sus dedos. Estaba inquieto. En sus manos tenía una copa de vino que terminó hecha pedazos y explotó en su mano con fuerza provocando que la sangre comenzara a correr entre sus dedos. El mensajero tragó saliva. —¿Qué has dicho? —La princesa mandó a llamar a Lord Eldaran Blackthorn a Elegar. Estuvo con ella durante un tiempo. No pudieron decirnos el tema de la conversación, porque fue una reunión privada entre él y Lord Gastrell. —¿Qué hacía allí un ministro? —Presentó su renuncia y la princesa lo propuso como consejero real, por lo que ahora es su más leal sirviente—explicó el mensajero sin saber si debía prestarle su pañuelo para que el hombre limpiara la sangre de su mano. A Derick no le importaba estar herido. Despidió al mensajero con un gesto de amargura en su rostro y justo cuando el hombre salía, su padre cruzó el umbral. —¿Qué noticias trajo? —Blackthorn está en Elegar—exclamó Derick poniéndose de pie de su lujoso asiento y casi temblando de rabia para sus adentros—. ¿Sabes lo que piensa? ¿Verdad? Ivannia Luxemburg lo está considerando para su esposo. Gritó a los cuatro vientos que iba a casarse y él, es su mejor candidato. Parece que busca joderme. Un maldito Blackthorn hijo de puta. Derick empujó los pedazos de cristal al suelo. —Tienes que calmarte. Piensa con la cabeza fría. Aún no puedes volver a Alsten. Da unos días al luto para matar las sospechas que circulan por los mercados de Thorney. Si las reglas te impiden velar a tu esposa, al menos finge que estás dolido por su muerte. —Esto era un efecto secundario que ya sabíamos que pasaría pero aun así decidimos correr el riesgo—exclamó de manera calculadora—. Si fuera el príncipe consorte, nadie se atrevería a cuestionar lo que pasó con Lady Edevane. Anastasia está muerta y es lo único que importa. Derick observó por el ventanal de su enorme mansión en Thorney. Los Edevane gozaban de la residencia más esplendorosa de toda la ciudad. Algunos apodaban su casa el palacio, por lo parecida que era en construcción a la casa de los reyes. Su familia tenía razones para ser considerada soberbia. Tenían una estatua de alguien con su apellido en la entrada, pues la enorme imagen de Donovan Edevane, padre del rey y abuelo de Ivannia, se izaba con grandeza en el centro de la ciudad de los ejércitos. —¿Qué piensas hacer ahora?—cuestionó Darko. Su hijo jugaba con el anillo en su dedo. —Voy a acorralar a Ivannia—dijo con los ojos fijos en el bosque donde al volver pudo ver la imagen del cuerpo de su esposa colgado y siendo movido con el viento. Su sangre fría era formidable. Anastasia no tenía muerta ni dos semanas y él ya estaba pensando en remplazarla—. Enviaré a cientos de nuestros hombres a las fronteras y haré mi parte del trabajo. El pueblo se mantendrá a salvo y yo ganaré aún más popularidad entre la plebe. Mientras tanto, te pido que mantengas tus ojos en Blackthorn. Si su camino a la cama de Ivannia comienza a verse limpio, habrá que sacarlo de la jugada. No me gusta que nadie se meta en las sabanas que me pertenecen. Derick volteó hacia el escritorio. Tenía la carta de Ivannia lamentando la perdida de su esposa en cada línea. Era bueno que lo lamentara, tal vez así pondría empeño en consolarlo. Derick no era como Darko. Era mil y una veces peor.
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