ELEGAR, CAPITAL DE ALSTEN. Sallow se quedó en silencio. Los ministros no dejaban de hablar y de hablar, llenando su mente de lo que él consideraba basura. No tenían que repetir lo que había pasado. Tenía ojos y lo vio. Ningún chismoso de la corte iba a contarle lo que pasó en esa sala porque él recordaba cada detalle. Uno de los ministros se acercó a él y comenzó a decir cientos de cosas que lo abrumaron. Enfadado, Sallow golpeó la mesa e hizo una señal de estar hastiado. El hombre que rompió su fingida paz retrocedió unos pasos. —¿Cuál es el problema? —Creo que todo el mundo lo sabe, Ministro. —¿Tan intranquilos los pone Edevane? —¿Vio cómo dejó a Hrusko?—preguntó uno de ellos poniendo su mano sobre su hombro e imitando la forma en como el águila le traspasó la piel—. Dicen qu

