Caminamos a la casa, él abrió la puerta para mí, un gesto lindo, que me fue difícil no sonreírle. Entramos a la cocina donde se alzaba un delicioso aroma. Clarise, platicaba con Anna, la cocinera de la familia. — Anita, ¡pero qué rico huele!— él se acercó a la cocinera y le dio un beso en la mejilla. — ¡Hay Mac, ya!— ella empezó a espantárselo, como si fuera una mosca la que le rondara. Él me miró y me guiño el ojo. — Ándale Anita, dime que te casas conmigo— se puso frente a ella, recostado sobre la barra, y empezó a hacerle ojitos y a mandarle besos. —No, Mac, como das lata— ella reía torpemente. Clarise y yo nos reíamos de ellos dos. — Ándale Anna —el tomo su mano, que ya empezaban a aparecerles pecas por la edad y le beso. — No, Mac, ¡ya lárgate! —ella le lanzó un manotazo a

