Trague gordo al ver que Diego estaba frente a mí, él sonrió y me saludó como si fuera una perfecta desconocida, sin embargo, mi cerebro no se conectaba con mi cuerpo. — Es guapo, lo sé, pero es solo mío — dijo riendo — por suerte no soy de esas mujeres locas que celan a su marido hasta con su sombra porque si no ya te hubiera sacado los ojos. Yo le sonreí nerviosamente y luego de que pasáramos a la sala Elise decidió ir a ver a los niños, quedé a solas con Diego y él se acercó a mí para besarme de manera apasionada. — ¡¿Qué demonios haces?! — le di una bofetada — por Dios santo, tu esposa puede venir en cualquier momento y vernos. — Esto es bastante excitante, ¿En serio no estás excitada al punto de querer arrancarme la ropa aquí mismo y hacerlo sin parar? — ¡No! Regresa a tu lugar y

