2: La Mirada del Depredador

1964 Words
Raffael. Ser la cabeza de una de las familias más poderosas y extensas de Europa es una carga pesada, especialmente para el mayor de diez hermanos. Es difícil, sí, pero nunca agobiante. Cuento con la lealtad y la ayuda incondicional de mis nueve hermanos menores, y gracias a ellos, nuestro imperio no solo prospera, sino que se expande sin límites. No obstante, siempre hay algo que falta para que la perfección sea absoluta. Mi responsabilidad, como primogénito, es llevar las riendas de la Mafia Italiana. Este es mi deber desde antes de nacer, el hilo oscuro que sostiene a la familia De Rosa. Sin embargo, hemos alcanzado la cima gracias a una vasta red de empresas legales que nos proporcionan una cobertura impecable. Nadie fuera de nuestra estructura, y los líderes de clanes aliados, conoce nuestro verdadero negocio. Cualquier revelación sería catastrófica, por lo que el círculo de confianza es tan reducido como letal. Mi segundo hermano, Richard, es el jefe de la Policía de la ciudad. Esto no es casualidad; es una pieza clave. Su posición nos facilita la ejecución de nuestros trabajos sucios y nos otorga una ventaja inigualable, manteniendo a la policía en la palma de nuestras manos. Mis hermanos Valenty y Arturo trabajan codo a codo con Richard, expertos en investigación y encubrimiento, lo que nos asegura el éxito en cada operación sin temor a ser descubiertos. Patrick se encarga de todo el ámbito legal. Como abogado de la familia, fundó uno de los bufetes más reconocidos del país justo después de graduarse. Su pericia asegura la legalidad de nuestras empresas y propiedades, blindando nuestro vasto patrimonio y disparando nuestra economía. Oliver y Thomas son los médicos de la familia. Dirigen el hospital que heredamos de nuestras madres. Ambos son especialistas sádicos con el cuerpo humano; si bien no demuestran gran interés por la vida de sus pacientes, su precisión es vital. Desde que se graduaron, nuestras madres les cedieron la dirección, aunque a veces, cuando la situación lo requiere, cuentan con su asistencia. Nicholo y Angelo administran nuestra cadena de joyerías, una de las más lujosas y famosas de Italia. Con tiendas en todo el país, su labor implica viajar constantemente para supervisar, aunque la sede principal e insignia se encuentra en nuestra ciudad. Lance expandió nuestro imperio al abrir un club nocturno de élite, en colaboración con Patrick. Este club es el escenario de reuniones mafiosas y el punto de resguardo de cargamentos cruciales, todo oculto bajo un velo de ostentación. Muchos de nuestros colegas del bajo mundo son clientes habituales, lo que lo convierte en un centro de influencia discreto. Agradezco a nuestros padres por darme nueve hermanos. Sin esta hermandad, este imperio, tanto legal como ilegal, sería insostenible para una sola persona. Somos una unidad infranqueable. Nadie, fuera del bajo mundo y nuestro círculo íntimo, conoce nuestra verdadera naturaleza. El que descubre nuestro secreto, simplemente no amanece al día siguiente. Crecimos en una familia polígama, rodeados por el amor y la protección de dos madres y cinco padres. Esta estructura ha hecho que el apellido De Rosa sea sinónimo de poder y excentricidad. Nuestros padres manejan las joyerías, un casino y, por supuesto, la Mafia. Son protectores, serios, fríos y estrictos, pero su amor fue, y sigue siendo, incondicional. Nuestras madres, por otro lado, son más relajadas, amorosas, alegres y muy, muy caprichosas. Nuestros padres las han vuelto maestras en la manipulación. Y por eso, aquí estamos, los diez en una maldita boutique. Consiguen lo que quieren con una sola mirada. No podemos ignorarlas, ni somos de piedra para negarnos. Después de todo, hicieron más por nosotros de lo que cualquier niño podría esperar. Es nuestro deber hacerlas felices. —¿Por qué demonios estamos aquí? —Miro a mis hermanos. —Porque nuestras madres así lo quisieron —responde Lance, encogiéndose de hombros con desinterés. Al parecer, estamos en la boutique de moda del momento, famosa entre las mujeres de la alta sociedad. Nos han confinado a una sala de espera privada. Nuestras madres encargaron unos vestidos exclusivos y hoy es el día de la primera prueba. Odio estos lugares: son demasiado delicados, ordenados y llenos de brillo. —¿Y a quién esperamos? —pregunta Nicholo, fastidiado. —A las diseñadoras, según escuché —contesta Valenty. Suspiramos al unísono. Nuestras madres están radiantes, hojeando una revista, encantadas de habernos arrastrado aquí, solo porque les recordamos a nuestros padres en su juventud. —Es increíble cómo aún nos manipulan igual que a nuestros padres —Richard se acomoda en el sofá—. Si no veníamos, heriríamos los sentimientos de mamá Valentina, y mamá Valeria nos odiaría por todo un puto mes. —Es el precio de tener madres tan caprichosas —añade Thomas—. Y recuerden que nosotros también somos algo caprichosos gracias a ellas. —Nos crearon así. No tenemos la culpa —se excusa Arturo, y todos reímos. Es la verdad. Crecimos con ese amor múltiple y esa mano de hierro paternal. Alguien toca la puerta. Todos giramos la cabeza, y por el umbral entra una pelirroja impresionante. Piel pálida, pecas en el puente de la nariz y unas mejillas sonrojadas, enfundada en un outfit elegante. Su cuerpo es escultural. Mis hermanos y yo quedamos hipnotizados. La mujer nos sonríe, y sus ojos verdes esmeralda brillan. Es jodidamente hermosa; su cabello parece fuego líquido. —Lamento la demora —se acerca con pasos delicados a nuestras madres y las saluda con un beso en cada mejilla. —No te preocupes, Agnese —dice mamá Valentina—. ¿Y Ágata? Agnese. Un bonito nombre. ¿Quién será Ágata? —Ella ya viene, se está encargando de un inconveniente con unas telas —suspira, pero de inmediato sonríe—. En un momento traerán los vestidos. De verdad, espero que nuestros diseños sean de su agrado. Nosotros parecemos diez idiotas pintados en la pared. Nuestras madres, por su parte, se han olvidado de nuestra existencia desde que entró esta mujer. Puedo notar el nerviosismo en Agnese; sus gestos la delatan. Mamá Valeria nos mira y sonríe de lado. —Agnese, ellos son nuestros hijos. —Nos señala—. Chicos, ella es una de las diseñadoras y dueñas de la boutique. La pelirroja se gira, enfrentándonos a nosotros, que llenamos el gran sofá. —Es un gusto conocerlos, soy Agnese Leone —nos regala una sonrisa radiante—. Espero que no estén incómodos. ¿Les gustaría tomar algo? —pregunta a nuestras madres, que asienten al instante. Agnese se dirige a la puerta. Instantes después, entra con tres personas: dos traen los vestidos al probador, y la tercera sirve las bebidas en una mesa. —Por favor, adelante —nos anima Agnese a acercarnos. Las miradas de nuestras madres son una orden. Sin decir nada, nos acercamos a tomar un vaso. —Si hubiera sabido que vendrían con sus hijos, habríamos preparado unos bocadillos —dice Agnese apenada. —Tranquila, querida, no te preocupes —responde mamá Valeria con amabilidad. Joder. Esta mujer parece una puta diosa con ese semblante puro y amable. De repente, la puerta se abre sin previo aviso, y entra otra pelirroja. Es idéntica, solo que su cabello se ve más oscuro, y su aura es innegablemente más fuerte y peligrosa que la de su gemela. —Buenas tardes, señoras De Rosa —les sonríe y las saluda de la misma manera que su gemela—. Lamento la tardanza. Problemas con los malditos proveedores de telas. —Lo dice con un tono cortante que revela quién lleva las riendas. A nuestras madres parece no molestarles. —Tranquila, entendemos que estés ocupada —dice mamá Valentina, abrazándola con afecto. Ella nos mira sin ninguna expresión. Nos analiza, deteniéndose en cada uno, antes de posar su mirada sobre su hermana. —¡Ágata! —grita Agnese, y todos nos sobresaltamos—. ¿Por qué no tienes puestos tus tacones? Todos miramos los pies de la recién llegada. Está descalza, pero aun así, alcanza la altura de nuestras madres y su gemela. —Los putos tacones me lastimaron —dice con simpleza y agarra un vaso para beber su contenido de golpe. Mamá Valeria ríe. Es evidente que Ágata le agrada; su actitud es similar. Agnese, en cambio, tiene el temperamento de mamá Valentina. Vemos una pequeña herida con sangre en la parte posterior de sus tobillos. —¿Quieres que te la cure? —Oliver es el primero en reaccionar, mostrando su instinto médico. Ágata solo lo mira con una ceja levantada. —No, gracias —dice, cortante, y sale del salón. —Discúlpenla, es algo complicada. Además, por el problema que tuvimos, está de muy mal humor —Agnese se ve avergonzada. Una es el bien, la otra, el mal. Esto es fascinante. Mis hermanos y yo intercambiamos una mirada que solo nosotros entendemos. Estas chicas son interesantes; la dualidad de sus actitudes nos enciende. Sería excitante ver a Agnese, la pura, llorar mientras es dominada con la salvaje pasión que nos gusta. Y sería un reto ver la resistencia de Ágata, la indomable, antes de ser sometida a nuestra voluntad. Nuestras madres se dirigen al probador. Nos quedamos a solas con Agnese, que se mira en el espejo. No podemos dejar de observarla. Su busto es prominente, su cabello rojizo, magnífico, y sus piernas, apetecibles. Tras unos segundos, la puerta se abre y entra Ágata, esta vez con un paso firme, sexy y completamente diferente al de su gemela. —Aquí está todo lo necesario —deja unas vendas y antiséptico en una mesita. Nuestras madres salen con los vestidos puestos. Son perfectos, justo su estilo. El de Valentina es rosado, con un elegante cuello alto y un escote en la espalda. El de Valeria es rojo, con tirantes que dejan ver sus clavículas y una sensual abertura en la pierna. Suben a la plataforma frente al espejo, sonriendo sin parar. —Son perfectos. De verdad, son mucho más de lo que imaginamos —dice mamá Valentina. —Aún no están listos del todo. Faltan algunas decoraciones para realzar el diseño —Agnese se acerca a ellas—. ¿Quieren alguna modificación o detalle extra? —No, están perfectos —Valeria las mira—. Son justo nuestro estilo. Nos sentimos identificadas con ellos. —Les quedan de maravilla. Resaltan su tono de piel y dejan ver la elegancia y refinamiento —Ágata observa los vestidos—. Muestran la inocencia y la sensualidad juntas. —De verdad, adoramos que los hayan diseñado solo para nosotras —Mamá Valentina les da un beso a ambas y saca algo de su bolso—. Tengan. —Les extiende una invitación. —Es la invitación a nuestro evento. Queremos que asistan, ya que muchos preguntarán por los vestidos y sus diseñadoras —añade mamá Valeria. Agnese toma la invitación. —Será un placer ir y ver nuestras obras en mujeres tan bellas como ustedes. —Su cumplido hace sonrojar a nuestras madres. —¿Les gustaría venir a cenar con nosotros? —pregunta mamá Valentina con un tono esperanzado. Agnese está a punto de responder, pero Ágata la agarra del brazo con fuerza. —Disculpen, pero por el momento estamos ocupadas. Debemos encargarnos de unos asuntos —dice Ágata, tajante. —Oh, es cierto. Qué pena, de verdad —Mamá Valentina hace un puchero. —Las dejaremos para otro día, ¿cierto? —dice mamá Valeria para animar a su gemela. —Oh, claro. Nos encantaría —responde Agnese, con una sonrisa dulce. Esto será interesante. Sabía que nuestras madres nos arrastraron aquí para un propósito ulterior. A juzgar por las miradas que intercambiamos, ni yo ni mis hermanos estamos disgustados con esto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD