5: El Juego de Ajedrez

1599 Words
Arturo. La memoria de la celebración De Rosa seguía siendo un destello vívido: la sonrisa evasiva de Agnese, el magnetismo de Ágata en el escenario, la electricidad de una conquista potencial. Bailé con Agnese primero, sintiendo su inicial nerviosismo, que se disipó a medida que el círculo de mis hermanos se acercaba a ella. Con Ágata, todos quedamos inmovilizados ante la potencia de su voz, un torrente de energía que electrizó a la multitud. Han pasado tres días desde entonces. Tres días de abstinencia forzada, alimentados solo por los reportes fotográficos y los informes de nuestros hombres. Hoy, por fin, se ejecuta la segunda fase de la aproximación. El informe indica que las gemelas se separarán por unas horas. La oportunidad es ahora. —Muy bien —Richard se levanta del sofá, asumiendo el control con su aura dominante—. Lance, Valenty, Patrick, Oliver y Arturo irán a la cafetería para el acercamiento formal con Agnese. El resto, nos dirigiremos al club deportivo. —Debemos asegurar un avance tangible con ambas —añade Patrick, uniéndose a su gemelo—. Cero errores. La fase de seducción termina pronto; la fase de posesión comienza ahora. —Crucen los dedos para que Ágata no nos envíe a la mierda a la primera de cambio —bromea Angelo, aunque hay un matiz de nerviosismo. —Esperemos que sea receptiva a la franqueza. Creo que lo mejor es ir directo al grano —Nicholo se ajusta el puño de la camisa—. Aunque debo admitir que esa mirada de desafío es un aliciente. —Y ni hablar de su figura —Patrick sonríe, analítico—. Agnese tiene un busto generoso, pero el trasero de Ágata es más pronunciado, mientras que los pechos de Agnese son más imponentes. —Están perfectamente equilibradas —asiento, resumando el consenso—. La diferencia es la clave de nuestro interés. —Pero —interviene Valenty, serio, recordándonos la advertencia de nuestras madres—. La regla es la igualdad. No puede haber preferencia. Ustedes, los más dominantes, no pueden tratar a Agnese mejor que a Ágata, y viceversa. —Lo entendemos, hermano —Raffael habla desde su escritorio, su voz cortante como el hielo—. Si las queremos a las dos, la ética de la familia aplica a las dos por igual. Todos asentimos. —Si todo sale como planeamos, estarán con nosotros pronto, y cuando eso suceda, nuestra protección será absoluta —declaro—. También debemos ser sinceros con ellas. Debemos mostrarles nuestras verdaderas facetas y revelar que Raffael es el líder de la mafia italiana. Un silencio pesado inunda la sala. Es el tema más delicado. Si queremos que se queden, la verdad, por cruda que sea, es necesaria. —Solo espero que Agnese no se asuste —Valenty, preocupado, se pasa la mano por el cabello—. Es sensible y delicada. Debemos ser cautelosos con esa revelación. —Todo a su debido tiempo —Thomas, con su estoicismo médico, lo calma—. No nos apresuremos. Por ahora, la prioridad es conseguir que acepten nuestra propuesta. —Es lo fundamental —Raffael levanta la mirada. —Una puede aceptarlo mejor que la otra, o puede que ninguna lo haga. Debemos ganarnos su confianza antes de soltar la bomba. —Aún así, su posible reacción es preocupante —Angelo expresa su frustración—. Podrían asustarse y huir. —Si eso sucede, no me importaría en absoluto encerrarlas a ambas —Richard sonríe, pero el gesto es frío, casi predatorio. Sus palabras son un recordatorio de que, bajo el traje de policía, yace un monstruo. —Solo imagínalas así: cautivas, conociendo solo nuestros rostros. Patrick rueda los ojos ante el sadismo de su gemelo. —La idea es no asustarlas más de lo necesario, idiota. —Te encendería verlas así, lo sé —Richard le da un codazo. —¡Basta, por el amor de Dios! —Oliver interviene, exasperado—. Aún no son nuestras y ya están planeando su confinamiento. Si son nuestras, tendrán que entender que el cambio es inevitable. —Y a quien se atreva a mirarlas con lujuria, le sacaremos los ojos y lo haremos comerlos —gruñe Nicholo. —Y le cortamos la virilidad —Angelo asiente con una expresión siniestra. —Ya cállense —suspiro. Son unos salvajes. —Solo les pido que sean directos —interviene Lance, con la madurez que a veces le falta a los demás—. Especialmente con Ágata. Ella valora la franqueza. —Nuestra Serpiente es directa, debemos igualar esa intención —Richard se levanta, ajustándose el saco. —Bien, muevan el culo. Es hora de ver a nuestras mujeres. Salimos juntos. Dos equipos, dos destinos. La Conejita y la Serpiente. Debemos tenerlas, a como dé lugar. Ágata. Este es mi día libre, un respiro que anhelo usar para eliminar el estrés en el club deportivo. Agnese, por su parte, va a otra de sus "reuniones de ex-compañeras". El plan perfecto para que nos separemos. —¿De verdad no quieres venir? —me pregunta Agnese por quinta vez. —No, Agnese. Por quinta vez, no —ajusto mi mochila—. Preferiría tirarme por un acantilado que fingir interés con esas hipócritas. —¡No me dejes sola! —hace un puchero, un arma que ya no funciona en mí. —No iré. Esos ojos no me van a ablandar. —Miro mi mochila. Ella bufa y se aleja. —Qué aburrida. —Aburrida tú, yendo a esos eventos sociales vacíos. —Es mejor que estar aquí. Necesitamos algo de distracción —suspira. Luego, su tono cambia a uno nervioso. —¿Qué piensas de los hermanos De Rosa? —¿Qué pienso? —Me siento para encararla. —Son hombres bien formados, no se puede negar. Tienen cuerpos enormes y, estoy segura, la capacidad de satisfacer. —Sí, son muy atractivos —Hay un brillo, una chispa, en sus ojos que nunca había visto. —Pero —la miro fijamente—. Apenas los conocemos. No nos dejaremos llevar por apariencias. No sabemos si sienten una atracción genuina o si solo quieren una aventura para una noche y luego adiós. —No quiero eso. Sus miradas me provocaron algo que nunca sentí. Y sé que a ti también. —Hay que admitirlo, lo sentí —digo, con una sinceridad rara en mí—. Pero siento que ellos esperan una reacción muy específica de mí. Son dominantes, les gusta ordenar, lo noté en el jefe de policía. —Richard fue simpático. No sé por qué no aceptaste bailar con él. —No me dejo manipular por una sonrisa encantadora y una voz excitante; eso es cosa tuya. Tú buscas hombres cariñosos y atentos; yo prefiero la franqueza brutal. Quiero un hombre que no oculte su verdadero ser tras una fachada. —Ambas sabemos que nos atraen. Las dos sentimos lo mismo, así que no me vengas a decir que no te gustaría estar con ellos. —Nunca dije que no me gustaría. Solo quiero saber sus verdaderas intenciones —Agarro sus manos. —Agnese, hemos estado juntas y solas toda la vida. Aunque no lo admitas, nuestros padres nos abandonaron emocionalmente. Queremos amor, queremos ser tratadas como princesas y queremos felicidad . Pero no podemos confiar en nadie, menos en quienes nos han estado siguiendo. Los ojos de Agnese se abren de par en par. —¿Qué? ¿Cómo que nos están siguiendo? —Me di cuenta hace unos días. Nos están vigilando o, como tú dirías, "protegiendo" —Hago las comillas en el aire con ironía. —Apuesto que algunos de ellos se presentarán hoy, uno por uno, con cada una. —¿Cómo estás tan segura? ¿Y por qué harían eso si pueden simplemente llamarnos? —Es un presentimiento... que confirmé. ¿Recuerdas que le pedí a uno de nuestros empleados que tomara discretamente una foto de un auto sospechoso cerca de la boutique? —Ella asiente, confusa. —El auto tenía unas iniciales grabadas: D. R. No es coincidencia. —Oh, cielos —Agacha la mirada, avergonzada. —¿Cómo no pude darme cuenta de que éramos vigiladas? —Porque eres lenta —bromeo, dándole un suave golpe en el hombro. —Pero son profesionales. No lo noté hasta que vi el mismo auto, mal estacionado, día tras día. —¿Debería asustarme? —No. Es una invitación a negociar. Quieren hablar por separado, y hoy, por primera vez, estaremos solas. Por eso, no seas suave. Pregúntales. Exige total sinceridad. —Está bien. Seré fuerte —suspira. —¿Y qué haremos si son totalmente sinceros sobre sus intenciones? Pienso en mi plan, un golpe estratégico. —Si confirman que sus intenciones son serias, que buscan una relación a largo plazo —Hago una pausa, evaluando el impacto de mi propuesta—, les daremos una oportunidad, pero bajo nuestros términos. Son diez hombres, y eso es mucho más de lo que jamás imaginamos tener. —Si nos confirman las buenas intenciones, entonces esta misma noche cenaremos los doce juntos aquí, en nuestro departamento —Agnese levanta la mirada, ahora con una luz calculadora en sus ojos—. Una cena privada para discutir los términos. ¿Te gusta el plan? —Claro, mientras más rápido, mejor —Agnese sonríe, el miedo es reemplazado por la emoción. Ambas sonreímos. Nos atraen. La idea de un futuro con ellos me intriga. Ahora que sé que son los cazadores, es hora de ponerles una trampa en nuestro propio nido.
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