NARRA VALENTINA.
Cerré mis ojos mientras la madre superiora me abrazaba, y luego le hice una gran sonrisa para intentar convencerla, sin embargo, sé que fallé, ya que su preocupación por mi era tan notoria que podía verlo en aquellos ojos repletos de cataratas de aquella anciana, la cual había estado siempre para mí.
–Mi niña, si mañana te sientes mejor, prométeme que nos acompañaras en la misa – dijo ella mientras la escoltaba hacia la puerta.
–Sin duda espero mañana sentirme mejor, así la acompañó madre superiora. No hay nada que desee más que estar en compañía de nuestro señor – respondí sin dejar de sonreír.
–Esa es mi niña, no sé qué te sucede hija, pero déjame aconsejarte aquello que te esté generando malestar… –comenzó a decir, pero rápidamente la interrumpí, por temor a ser descubierta.
–Es solo dolor de estómago, estaré bien en la mañana –acote segura, intentando con aquello convencerla.
– Claro, estoy segura de que es eso –contestó suspirando, aquella anciana era mucho más sabia que yo, y si duda ambas sabíamos que no lo era un simple malestar lo que me tenía de esta manera, pero aun así aquella mujer tenía las palabras justas para decirme, fue entonces cuando puso su mano sobre mi mejilla y continuó hablando.– Sabes que puedes decirme lo que quieras, ¿no es así Valentina? – preguntó con dulzura, podía oír su amor por mí en cada palabra, y aquello me hacía sentir más culpable.
"Esto no", pensé mientras mis ojos luchaban por no dejar caer aquellas lágrimas que deseaban ser libres.
–Lo sé –respondí mirándola a los ojos.
–Algún día tú serás la que esté en mi puesto – comenzó a decir, sé que con aquellas palabras intentaba darme ánimos y en otra situación eso me lo daría, pero ahora mismo aquello era como un puñal en mi corazón. –Y justo como tú ahora mismo, pase por miles de pruebas y desafíos contra mi misma, pero de todas el señor me sacó vencedora, reza mi niña y verás como Dios te ayudará –terminó de decir con una sonrisa casi tan dulce como su voz.
Quito su mano de mi mejilla, y salió de mi cuarto sin esperar mi respuesta.
–No puedo rezar madre, él no va a escucharme y mucho menos ayudarme –le respondí, aunque sabía que ya no estaba aquí, necesitaba decírmelo.
Cerré la puerta, caminé hacia mi cama y me senté sobre aquella, abracé mis piernas y escondí mi rostro en ellas.
–No me escuchará –volví a decir casi en un susurro.
Sé que debería intentar salir de mi habitación, sé que debería al menos intentar mejorar y que la única salida era pedir ayuda. Pero estaba tan avergonzada, me sentía tan culpable que él exilió, me pareció la mejor cura, me alejaría de todos si es necesario, de todos modos ellos serían lo que se alejen si conocieran lo que hay en mi mente. Aquí estaba lejos de ella, y del pecado en el cual caigo una y otra vez al verla.
La imagen de su cuerpo desnudo vino a mi mente, cerré mis ojos con fuerza intentando borrarla. De pronto su voz parecía estar en mi mente de nuevo.
"Siempre estarás sola", abrí mis ojos y miré a mi alrededor, las mismas paredes que me protegieron aquella vez, eran aquellas mismas que ahora me ahogaban.
"¿Crees que ellos son tu familia?. Yo soy tu única familia, te quieren porque no te conocen".
Podía recordar sus palabras y ahora mismo parecían tan ciertas, me quieren porque no me conocen, si la madre superiora supiera, si el padre Camilo se enterará. Si ellos me descubrieran, sé que van a odiarme, sé que van a echarme y estaré sola de nuevo.
–Dios, ayúdame – susurré en silencio y sé que no me respondería, pues no lo merecía. No merecía su misericordia, ni su perdón, pero lo que sí merecía era está soledad, y mis recuerdos.
"Sola", "Siempre estarás sola".
NARRA JULIANA.
Estaba tan cansada, mis manos lastimadas dolían cuando el roce, apenas el simple roce del agua la tocaba. ¿Por qué hacía esto?, la felicidad que sentí al terminar el último plato no la había sentido siquiera cuando mi padre me compró mi primer auto, que jamás pude usar, ya que no era el modelo que le había pedido y nunca me subí tan solo para llevarle la contra.
Mire a mi alrededor todo brillaba, nunca había visto este lugar así, ni siquiera la primera vez que lo vi. Estiré mi espalda la cual ardía, no existía una parte del cuerpo que no me doliera, justo eran las 05:00 am, y al fin podría ir a la cama, sentí una mirada muy fuerte tras de mí, giré mi cuerpo justo a tiempo para ver la sombra de alguien abandonando la cocina intente perseguirla, sabía que era ella, pero no la alcance, ¿acaso estaba espiándome?.
Camine hacia mi habitación pensando en ella, ¿Por qué no podía dejar de pensarla?. Mi cuerpo cayó rendido en la cama, pero conforme, ya que todo brillaba como la hermana Eva me ordenó, y podía seguir mi estancia aquí en el convento.
–Con ella – susurré justo antes de quedarme dormida.
Aun en mis sueños ella aparecía y se escapaba de mis manos, intentaba perseguirla aquí, también la seguía por todo el convento, corría tras de ella sin parar, estiraba mi mano intentando tomar la suya, pero justo cuando iba a tocarla alguien pronunciando mi nombre me despertó.
–Novicia Juliana –dijo Eva con una sonrisa y algo me decía que mi limpieza profunda no eran las causantes de aquello.
–¿Qué hora es?, ¿Qué sucede? – pregunté bastante perdida, ya que la luz del sol entrando por la puerta me daba justo en los ojos.
–Tienes hasta el mediodía para armar tus bolsos e irte Novicia –dijo Eva con su cara lo más neutra posible aunque ambas sabíamos que lo estaba disfrutando. Quedé en shock por apenas unos segundos ella siquiera me permitió decir unas palabras y abandonó la habitación.