—¿Ahora qué? —ella chasqueó—. Tengo un lugar adónde ir. —Yo también estoy a punto de salir —dijo—. Puedo llevarte si quieres. Ella le dirigió una mirada incrédula. —¿Estás bromeando ahora? —No —dijo—. Parece que va a llover pronto. Y así, la lluvia comenzó a caer del cielo, y no era solo una llovizna. Llovía a cántaros. —Mierda —murmuró Elisa por lo bajo. ¡Ella no trajo un paraguas ya que estaba soleado en la mañana! Si corría a la parada del autobús, seguramente se mojaría. Ella frunció los labios. Lo que sea, va a esperar un taxi. Todavía quedan unos quince minutos hasta que Oliver termine con la escuela. —Ves —se rió entre dientes—. Está lloviendo. —Sí —dijo ella—. Gracias a ti. Dejó escapar una pequeña sonrisa. —¿Cómo es el clima mi culpa? —No lo sé —dijo ella—. Pero, ¿pue

