—¿Por qué llevas a Oliver a tu oficina otra vez? —Elisa preguntó mientras empacaba su bolso. —Mi jefe pidió por él —dijo—. No sé qué es, pero parece tener mucho cariño a tu hijo, Elisa. Elisa entrecerró los ojos con sospecha. —Eso es raro. —¡Que no es! —Cata se defendió—. Es una buena persona, creo, y muy guapo también. —¿Cómo es su apariencia relevante para esta situación? Cata sonrió. —Nada en particular. Estoy seguro de que es tu tipo, sin embargo. ¿Quieres buscarlo- —No —la interrumpió Elisa—. No quiero saber cómo es tu jefe. —Bueno, apesta para ti —Cata le sacó la lengua. Elisa rió y miró el reloj. —Vas a llegar tarde —dijo. —Oh, dispara —dijo Cata. Elisa negó con la cabeza y le dio la mochila antes de arrodillarse para besar a Oliver en la mejilla. —Sé un buen chico, ¿de

