Se mi sustituta

1696 Words
—¿Qué te tomó tanto tiempo? —Leo miró a Javier y Dylan cuando llegaron. —Llevamos a Max a casa, hermano —dijo Dylan, sin aliento—. Él ya estaba noqueado. Javier se rió entre dientes. —Incluso lloró por ti. Leo frunció el ceño. —¿Por qué razón? —Se sintió mal por ti, hombre —dijo—. Has estado trabajando para tus padres desde que tenías 18 años. Apesta que no puedas tener la empresa, y ahora, incluso chocaste con un árbol. Leo negó con la cabeza y cambió de tema. —¿Trajiste mi billetera? Javier asintió con la cabeza y se lo arrojó. —Bien. Vamos por la cuenta. Se acercaron al mostrador mientras Leo inspeccionaba su billetera. —¿Mi efectivo? Ellos sonrieron tímidamente. —Había algunas damas ofreciendo un baile erótico —dijo Dylan—. ¿Quiénes éramos nosotros para negarnos? Leo sacudió la cabeza con incredulidad. —Aquí, señorita —dijo, entregándole su tarjeta a la todavía sonrojada señora. La dama lo tomó con manos temblorosas. La máquina emitió un pitido, haciendo que los dos fruncieran el ceño. —Su tarjeta ha sido rechazada, señor. Leo frunció el ceño. —¿Qué? —preguntó—. Prueba esto —dijo, entregándole su otra tarjeta negra. —También ha sido rechazado, señor. ¿Tiene dinero en efectivo? —ella preguntó. —¿Que paso hombre? —preguntó Javier con tono preocupado—. ¿Debería pagar por ti primero? Leo asintió con la cabeza, todavía confundido porque sus tarjetas de repente no funcionaban. —Gracias, señor —dijo la dama—. Puedes irse ahora. Sin embargo, antes de irse, a Leo no se le pasó por alto cómo la señora deslizó su número de teléfono con sus tarjetas. Simplemente miró la hoja de papel antes de tomar sus tarjetas y dejar el número de la mujer en el mostrador. Se alejó mientras Javier y Dylan lo seguían. —¿Te mataría tomar su número, al menos? —preguntó Dylan. —No me interesa —dijo. —¿Estamos siquiera sorprendidos? —preguntó Javier—. Alina es la única en la mente de este tipo. —Lo que sea —dijo Leo—. Déjame tomar prestado tu teléfono por un segundo. Javier le dio su teléfono y rápidamente marcó el número de su padre. Sonó solo unas pocas veces antes de que su padre contestara. —¿Por qué todas mis tarjetas son rechazadas? —preguntó de buenas a primeras. —Bueno, al menos esperaba un saludo —se rió Jeffrey a través del teléfono. Leo frunció el ceño. —No estoy bromeando, papá. Ese es mi dinero. —Es el dinero de la compañía, técnicamente —dijo—. ¿Y escuché que tuviste un accidente? Suspiró y se masajeó el puente de la nariz. —Fue menor —dijo—. Ahora responde a mi pregunta. —Ya sabes la respuesta a eso, hijo —dijo Jeffrey—. Es porque no estás escuchando a tu madre ya mí". —Porque ustedes dos no valen la pena escucharlos —explotó—. No romperé con Alina solo porque no puede darme un hijo. —Esa no es la única razón por la que deberías romper con ella —dijo—. Ella es una mala influencia para ti. ¡Y gasta imprudentemente tu dinero! ¿Has visto tu estado de cuenta este mes? Está lleno de gastos innecesarios, así que decidimos darle un límite a tu tarjeta. Leo frunció los labios. —Puedo hacer lo que quiera con mi dinero. —Así no es cómo funciona, Leo —dijo su padre—. Ahora, me voy a ir. A menos que me digas que encontraste a otra mujer, entonces considera esta conversación terminada. —Papá papá-" Su padre ya había cortado la llamada. Leo suspiró con frustración y se pasó las manos por el cabello. —Tu padre es duro como la mierda. Ni siquiera puedo imaginar lo que sientes en este momento —dijo Dylan. —No vas a mejorar esto, Dylan —dijo Javier, acercándose a Leo—. ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar? —preguntó. Leo no respondió. —Una sustituta es tu respuesta, Leo —dijo Dylan. —¿Sigues con esto? —Javier preguntó —¡Solo piénsalo! Todos estarían felices —dijo con entusiasmo—. Alina puede continuar su carrera como modelo. Los dos tendrán un hijo. Obtendrán la compañía, ¡y también podrán ayudar a una mujer que necesita dinero! Problema resuelto. —Ahí estás —escuchó Leo de repente—. ¡Te he estado buscando por todas partes! Se dio la vuelta y vio a Elisa sosteniendo la mano de su hermano. —Vamos a casa, ¿de acuerdo? —dijo con una voz suave, muy en contraste con la forma en que acaba de hablar con él hace un rato. —Woah, pero que linda chica —dijo Dylan mientras también miraba en su dirección. Los dos esperaron en el carril de taxis mientras Leo continuaba mirándolos. —Problema resuelto —murmuró Leo por lo bajo. —Dame las llaves de tu auto —le dijo Leo de repente a Javier. —Conduciré yo —dijo Javier—. Acabas de tener un accidente, hombre. —Dame las llaves de tu auto —dijo, más lento esta vez. Javier sacó las llaves del coche y se las dio a Leo. —¿Nos vamos a casa ahora? —preguntó Dylan—. Puedes unirte a nie si quieres, Leo. Los dos trajimos nuestros autos. —Bien —dijo—. Ustedes dos vayan a casa solos esta noche. Tengo algo con lo que lidiar. Con eso, dejó a sus dos amigos atrás, estupefactos. Caminó hacia Elisa y Cameron y se apoyó en un poste. Elisa notó su presencia e inmediatamente lo miró. —¿Eres tú, otra vez? ¿Cuántas veces nos vamos a encontrar esta noche? Ignoró su pregunta y se volvió hacia su hermano menor. —¿Están ustedes dos esperando un taxi? —Obviamente —murmuró Elisa en voz baja. Cameron le dio un codazo en el hombro a su hermana. —Sé amable —susurró. —Sería amable si él fuera amable —replicó ella. Cameron se aclaró la garganta y sonrió a modo de disculpa a Leo. —Sin embargo, parece que no tendremos uno pronto —dijo Cameron y se rió entre dientes. —Solo únete a mí —ofreció Leo—. Tengo mi coche conmigo —dijo, mostrando sus llaves. —Espera, ¿en serio? —Cameron preguntó con ojos brillantes. —No —dijo Elisa—. Obviamente no. No vamos a subir al auto de un extraño, Cameron. —Técnicamente, ya no somos extraños, Elisa —dijo Leo con una sonrisa. Elisa frunció los labios. —Y además, sabes lo difícil que es conseguir un taxi durante este tiempo. Es mejor que vengas conmigo. ¿Dónde viven ustedes? —Down Sunshine Road —respondió Cameron, lo que hizo que Elisa le diera una palmada en el brazo. —¿Por qué le dices dónde vivimos? —ella susurró-gritó. —Parece lo suficientemente confiable —dijo Cameron. —Ya lo escuchaste, Elisa —dijo Leo—. Estoy pasando por Sunshine Road. Elisa se mordió el labio y miró los caminos vacíos. Probablemente tomaría más tiempo si esperaran aquí. Luego miró a su hermano y lo vio temblando en el delgado suéter que tenía puesto. Ella chasqueó la lengua. —Bien —cedió ella—. Será mejor que no intentes nada divertido. —Ni siquiera pensaré en eso —dijo, parándose derecho y caminando hacia el coche de Javier. El familiar exterior rojo surgió del mar de autos estacionados, por lo que pudo reconocerlo a una milla de distancia. —Vaya —dijo Cameron—. ¿Este es tu coche? Leo se encogió de hombros. —Podrías decirlo. Ahora, entra. Elisa estaba a punto de entrar en el asiento trasero cuando Leo la agarró por la muñeca. Ella ignoró el calor y la aspereza de su mano y lo fulminó con la mirada. —Siéntate en el asiento delantero —dijo, abriendo la puerta para ella y empujándola adentro. Ella ni siquiera tuvo la oportunidad de tomar represalias ya que él rápidamente cerró las puertas. Ella frunció los labios con molestia, pero decidió ignorarlo durante todo el viaje. Para su sorpresa, llegaron a su calle de forma rápida y segura. —Allá —dijo en voz baja, señalando la casa vieja y destartalada al final de la calle. —¿Ahí es donde vives? —Leo preguntó en un tono neutral. —¿Hay algún problema? —ella preguntó. —No dije nada —dijo, deteniéndose frente a su casa. Elisa puso los ojos en blanco. Ella realmente no entendía a este hombre. —Llegamos —dijo Cameron mientras bostezaba—. Estaba a punto de quedarme dormido. Gracias por el viaje, hermano. Leo asintió con la cabeza y abrió las puertas. —¿Te importa si tu hermana se queda un poco? —Leo preguntó de repente, haciendo que Elisa se volviera hacia él sorprendida. —Claro —sonrió Cameron—. Me dirigiré adentro entonces, hermana. ¡Nos vemos! Con eso, salió del auto y antes de que Elisa pudiera reaccionar, Leo había cerrado la puerta una vez más. —Sabes que esto es un secuestro, ¿verdad? —preguntó, apoyándose contra la puerta mientras lo miraba con los ojos entrecerrados. —Relájate —dijo en un tono cansado—. Estamos frente a tu casa, y tu hermano ya sabe cómo soy. No voy a cometer un crimen contigo. Elisa se burló. —Entonces déjame ir. Ya tuve un día largo. —Eso nos hace a los dos —dijo—. Entonces, esto no tomará mucho tiempo. Elisa respiró hondo y cruzó los brazos frente a su pecho. —Un minuto —dijo ella. Leo la miró y no lo hizo perder tiempo—. Cásate conmigo y sé mi sustituta.
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