Aquella platica de cortesía no duro demasiado pues la nodriza apareció incluso mas pronto de lo que el ama de llaves había anticipado, sus ojos me miraron apenados mientras miraba a la mujer posicionarse a unos escasos metros. —Lo siento excelencia—Se disculpo. Negué. —El deber de un caballero siempre será mantener el honor de una dama—Dije haciéndola sonreír, a un lado de la estancia, justo en la pared derecha había un enorme librero con cientos de títulos que rápidamente llamaron mi atención, después de solicitar su permiso me encamine al lugar encontrando un bello libro con cobertura de piel marcado con una delicada pluma, al abrirlo le regale una mirada. —Parece que su fascinación por el pensar de Jane Austen es innato—Comenté—Persuasión. —Pienso que es fascinante como retrata la

