Capítulo 1

1644 Words
De forma normal, odio volver a clase, pero esta vez prefería mil veces estar en clases que seguir en mi casa. El internado San Nicolás, era mi segunda casa desde hace varios años, no porque me gustase sino porque pasaba más tiempo aquí que en mi propia casa. Un internado elitista que estaba perdido de todo contacto humano, estaba en un pueblo cerca de la costa, oculto entre dos montes, por lo que escapar o la cobertura eran cosas que no existían, había un pueblo si andabas un poco cerca del internado, tenía tiendas y bares, pero no era una gran ciudad. El internado llevaba muchos años abiertos por lo que ni se lo que había antes de que se creara esta cárcel, todo el terreno del lugar estaba vallado con grandes paredes de hierro, el lugar era enorme no era algo que pudiera negar, era como un castillo o un antiguo convento. Tenía tres edificios centrales, dos donde estaban las habitaciones, uno para las chicas y otro para los chicos, y el más grande era el edificio donde estaba el comedor y las clases. Mi coche pasó las puertas de hierro dejándome ver a los padres que se despedían de sus hijos pero los míos estaban demasiado ocupados como para despedir a su hija. Salí del coche mientras que el chófer sacaba mi maleta. Apenas necesitaba nada, era la vuelta a clase tras las vacaciones de navidad y eso me recordaba el horrible cambio que el colegio decidió hacer. Nos evalúan de forma trimestral, y después de cada trimestre, teníamos una fiesta, una gran gala en la que se celebraba la reputación y la gran capacidad del colegio para hacer que los alumnos más tontos consigan becas en las mejores universidades pero esta vez era diferente, en la fiesta de invierno algo pasó, algo que tenemos p*******o mencionar, algo que provocó que cambiarán la organización de las habitaciones. Las habitaciones del internado, conviven dos personas, dos camas, dos armarios y dos escritorios, y un baño para compartir, antes elegíamos quien era nuestro compañero, un amigo cercano o alguien suficientemente tolerante como para convivir las horas muertas, antes lo hacía con mi mejor amiga. Laura pero ahora tendría que esperar a ver con quien me tocaba, y en qué habitación. —Su madre quiere que le recuerde que cualquier cosa que necesite, la llame—comentó el chófer y le mire. No me iba a quejar al pobre hombre que solo hacía su trabajo de las cosas que mi madre no hacía o dejaba de hacer, no era cosa suya. —Gracias—le dije para coger mi maleta y entrar al edificio femenino. Todo el mundo se agrupaba en los paneles principales para ver con quien les tocaba, y yo me estaba arrepìntiendo de lo que pasó en la gala de navidad. —Señorita Cristina, deje de pensar en esas cosas y no se quede en medio—me gritó Susana. Mire a la mujer de mediana edad y respire hondo, su cabello n***o era demasiado intenso y rizado, sin dejar que una sola cana se le marcara, sus ojos grises y su piel oscura eran demasiado llamativos, y las pocas arrugas que tenia jamás te dejarian adivinar su edad. —Voy—le dije intentando mantenerme calmada pero me daba miedo que esa mujer pudiera leer mi mente y supiera en lo que estaba pensando. Mencionar algo de la gala de navidad, te llevaría a un castigo y supongo que pensar en ello, era otra razón de castigo. Me acerque al panel cuando hubo un sitio, rápidamente mire buscando mi nombre para ver la habitación, 215. Antes estaba en la 214, por lo que no es que fuera muy lejos de donde estaba antes, una habitación a la derecha, y no habría gran diferencia porque todas eran iguales, por lo que estaba bien con esa habitación. No quería molestarme en ver quién compartía habitación conmigo, aunque no me gustaban las sorpresas, sabía que iba a ser algo demasiado malo y ya tenía claro que solo estaría en ese lugar para dormir por lo que no me importaba quien durmiera a mi lado. Camine a mi habitación y antes de entrar, respire hondo por un segundo para armarme de valor y entrar. Esperaba encontrarme un enorme caos, pero no estaba para nada caótico, el lado izquierdo de la habitación estaba con mis cajas, colocadas encima de la cama y sin tocar, mientras que en el lado derecho, había dos maletas y cajas pero demasiado ordenadas, había libros en una baldas encima de la cama y pósters, todo demasiado bien colocado y ordenado para un adolescente. —Hola—salude dejando la maleta en el suelo. Del baño salió, la última persona que quería soportar como compañera de habitación, Isabella Ortega. La analice y no podía negar que era muy mona, su pelo rubio era largo y sus ojos azules llamaban la atención. —Hola—susurró. La miré demasiado sorprendida, parecía no tener voz, hablaba demasiado bajo y aunque eso debería gustarme porque no haría ruido era una persona que prefería el caos a la calma. Respire e intente recordar la buena educación que me dieron mis padres, debía ser amable si quería sobrevivir a lo que quedaba de año escolar. —¿Qué tal?—le pregunté mientras miraba mis cajas. Antes de irnos del internado, nos hicieron guardar todo en cajas, y seguramente el personal del internado se encargó de llevar las cosas de cada uno a su nueva estancia, iba a suponer que fueron los trabajadores quienes me dieron el lado izquierdo y no ella que sin preguntar decidió dónde quería dormir. No me hubiera importado, pero con la fama de buena persona que tenía esta chica sería demasiado raro en ella. —Eh mal—comenzó y la miré sorprendida, ella pestañeo demasiado fuerte—Quiero decir que bien—comentó tartamudeando. La mire sin entender nada. —Vale—comente volviendo mi atención a las cajas. En silencio volvió al baño, tuve que aguantar las ganas de reír por lo ridículo de la situación. —No vas a creer con quién debo compartir espacio—comentó entrando en mi habitación a pleno grito, mi querida amiga Laura. A diferencia de Isabella, el pelo rubio de mi amiga era corto y tenía ojos verdes, era delgada, eso sí tenían en común pero era diferente tipo de cuerpo, mi amiga siempre me ha parecido guapa pero no puedo negar que el encanto y aura de niña buena que tiene mi compañera, le hace ver mucho más guapa. —Sorpréndeme—le pedí. Laura se sentó en mi cama y me miró. —Sofia—aviso y mire la cara de molestia de mi amiga. La nueva compañera de mi amiga, era una chica con la que no se llevaba nada bien, no porque fueran enemigas mortales, sino porque eran demasiado diferentes. Por muchos alumnos que hubiera en el colegio, solo había una Sofía que molestaría a mi amiga, Sofía Pratt, era una de las animadoras del colegio, esas que saltaban y animaban al equipo de fútbol, una chica demasiado energética, habladora y pesada, todo lo contrarió a Laura, que amaba dormir y el silencio. —Lo siento—comenté riendo. —Solo llevamos dos horas juntas y ya me ha contado toda su vida—se quejó y levantó sus manos molesta, miro el otro lado de la habitación y me miró—¿Te ha tocado una adolescente o un adulto con problemas de orden?—me pregunto sorprendida por el extremo orden de la zona de mi compañera. La mire. —Isabella—le comunique, y le diría el apellido pero las dos sabíamos que solo había una chica con ese nombre capaz de mantener ese orden. —La niña buena—comentó el apodo que usabamos para referirnos a ella—Estas jodida, esa chica si que va ser un grano en el c**o como compañera, no vas a poder saltarte una sola norma—comentó. No pude aguantarme la risa, me sentí mal por reír, pero era verdad que esa chica tenía demasiada fama de respetar todas las normas y aunque yo no me las saltaba, no me gustaba tanto seguir normas. —Disculpar—dijo Isabella que había salido del baño y seguramente había escuchado todo, haciéndome sentir un poco mal, pero no podía hacer nada, antes de que pudiera decir nada la chica se había ido de la habitación. —Genial—suspiré. —¿Crees que me ha escuchado?—me pregunto Laura y la mire. Estaba claro que lo había hecho, sino se hubiera quedado en el baño hasta que saliéramos o no se, cualquier cosa que hiciera ella en ese caso, no la conocía tanto como para saber qué haría, pero estaba claro que nos había escuchado y que había empezado de forma maravillosa mi relación con mi nueva compañera. —Obviamente Laura —me queje y suspiré sin saber si quería arreglar esa situación o cómo hacerlo. —No te comas la cabeza—me dijo—Solo la tendrás que ver para dormir, no tienes que hablar con ella, no debe importarte lo que una chica rara piense de ti, solo dormir y ya—me dijo y suspiré. Tenía razón, solo nos habían cambiado de compañeros de habitación, en los descansos podíamos estar con quien quisiéramos, pasar el tiempo con nuestros amigos, nada mal para el gran problema que hubo. —Y hablando de compañías, vamos a ver a nuestros amigos antes de que maten a alguien—comentó Laura sacándome de mis pensamientos. Asentí porque estaba deseando ver a mis amigos y poder retomar la rutina que tanto me gustaba, no las clases pero si el pasarlo bien y olvidarme de cualquier cosa que pudiera hacerme mal.
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