Noah alcanzó a entrar en su oficina justo a tiempo antes de que su teléfono dejara de sonar. —Aquí Noah —anunció contestando sin alcanzar a verificar de quién se trataba, pero considerando los pocos contactos que tenía en este, ya se hacía una idea más o menos de quien era. —Hasta que contestas —espetó Roman. —Lo siento, estaba dando unas vueltas y olvidé el teléfono en mi despacho —se excusó y se dejó caer en el sofá—. ¿Qué sucede? ¿Lograste descubrir algo? —cuestionó. —Sí —anunció—. Tu padre era un idiota, pero no tanto. Vendió parte de sus tierras, pero estás se tratan de las que están fuera del boque —informó—. De la carretera principal hasta el inicio del bosque, se trazó una línea invisible en el límite que colocó Darren al vender —explicó. —Así que, en teoría, mi manada y yo no

