Los labios de aquella mujer le parecieron el cielo, suave, posesivos y seductores. Su aroma embriagador le sedujó como ninguna mujer lo había hecho antes. La suavidad de su cabello se perdió entre sus dedos mientras la apegaba más a su boca como si se tratara de una exigencia carnal que le superaba.
Sus labios eran el cielo, pero podrían traerle el infierno a la vez.
Ludmila Salerno parecía encajar de forma perfecta entre sus brazos. La mujer enterró sus manos en su cabello oscuro mientras lo besaba con deseo. Su cuerpo le exigió ir mas allá y el candor del momento, hizo a Ludmila retroceder hasta que sus pantorrillas chocaron con el sofá en el que cayó para que luego Franco se inclinara sobre ella para besar su cuello mientras ella se sumergía en el extasis de sus besos.
Sonrió sint
