—¡Haz perdido la puta cabeza, Franco! El italiano apretó la mandíbula y los puños debajo de la mesa para ocultar su rabia. Su padre estaba allí porque seguramente le habían llegado rumores de su reunión con los Salerno. Se lo había ocultado porque nunca lo hubiera permitido. Fabricio estaba como alma que llevaba el diablo viendo a su hijo con una rabia que podía sentirse incluso por la forma en cómo sus ojos lo aniquilaron. —No te preocupes, no hemos llegado a nada. No te diré qué temas discutí con Lucian Salerno porque supongo que ya lo sabes. No estarías aquí si no lo supieras. —¡Me has hecho ver como un estupido delante de Fabiano! ¡¿Tienes una jodida idea de lo que pensara si se entera de los juegos que estas llevando a cabo a mis espaldas?!—preguntó cargado de ira porque en efec
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