Hubo silencio.
No fue decepcionante para Ludmila porque no era la clase de mujer que se echaba a llorar por cosas como esas. Si Franco quería sexo con ella lo aceptaba porque eso fue lo que ella quería de él o lo que quizo al menos al inicio. Franco mantuvo las manos en el volante mientras se adentraba aún más en la zona boscosa. No tardaron más de quince minutos hasta que llegaron a un claro donde detuvo el auto y quitó los seguros.
La italiana bajó del auto y caminó unos pasos para después voltear y encararlo. No sabía muy bien qué era lo que debía decir pero dijo lo primero que se le vino a la cabeza como siempre, pues nunca había tenido un filtro.
—Soy una mujer libre y yo nunca pensé que fueras esa clase de hombre que se fanatiza con una mujer con la que tiene sexo y menos que f
