"El Rehén" IV

2192 Words
Después de quitarme las almohadillas de los amortiguadores, ducharme y ponerme mi ropa de calle, salí al ardiente sol texano. Un Cadillac nuevo estaba aparcado justo afuera de la puerta, con el motor al ralentí y el rugido de un V8. Abrí la puerta y me acomodé en la suntuosa comodidad del CT5 azul eléctrico junto a la mujer que había rescatado. —¿Estás listo?— me preguntó mientras me dejaba caer en el asiento. —¿Listo para qué?— dije mientras cerraba la puerta. —Te diré cuando lleguemos a donde vamos. —¿Dónde está eso? —No muy lejos de aquí. Le sostuve la mirada un momento. —Vale, claro—. Asintió y sonrió mientras ponía la marcha. Me sorprendió ver la transmisión manual en un Cadillac, pero no dije nada. —¿Tienes nombre o te sigo llamando 'La Rehén'? —Tengo un nombre, pero puedes llamarme Madre. —¿Madre? —Te lo explicaré todo más tarde. —¿Qué eres? ¿Algún tipo de súper espía? Ella sonrió. —Algo así. —¿Nada de mierda? —No jodas. —Entonces, ¿para quién trabajas? ¿Para la CIA? ¿Para la NSA? Miró a ambos lados, ignorando mi pregunta, hasta que salió del complejo de TTS y aceleró. —No. Digamos que soy contratista independiente de varias agencias gubernamentales. —¿Qué significa eso? Me miró de nuevo, con esa sonrisa enigmática aún en los labios. —Dije que te lo explicaría todo luego. —¿Es ahí donde vamos? —Podrías decir eso. Estaba claro que no iba a responder a mis preguntas, así que me guardé la menor palabra mientras conducíamos. Observé en silencio por el parabrisas mientras ronroneábamos por la interestatal 10 hacia Houston. Apenas llevábamos unos kilómetros en carretera cuando ella salió de la interestatal en Brookshire, y poco después, se detuvo frente a un motel un poco destartalado. Salimos del coche y me condujo directamente a una habitación. Miré a mi alrededor mientras ella cerraba la puerta. La habitación era la típica de un motel barato, con una fea alfombra verde que quizá estuviera de moda cincuenta años atrás, dos camas king size con finas colchas rojas y amarillas que parecían vomitar después de una comida italiana, y muebles deteriorados con algunas quemaduras de cigarrillo en la superficie. Tan cerca de la parada de camiones, la habitación probablemente tenía bastantes prostitutas y clientes, pero a pesar de que no parecía haber sido renovada desde que se construyó el lugar, quién sabe cuánto tiempo atrás, parecía estar bastante limpia. —¿Dijiste que me ibas a explicar qué está pasando?—pregunté. Ella asintió mientras se subía la blusa por la cabeza. —Así es. Mamá podría ser un poco mayor, pero seguía siendo guapísima. Tenía el vientre plano, un rostro anguloso con ojos que parecían haber visto mucho, y sus pechos eran tan impresionantes como sospechaba. Era alta para ser mujer, probablemente cerca de un metro ochenta, y aunque tenía algunas arrugas alrededor de los ojos oscuros y algunas canas en su pelo corto y oscuro, era evidente que se cuidaba. Normalmente me la habría follado con gusto, pero esto se estaba poniendo raro. —¿Qué estás haciendo?—, pregunté mientras ella tiraba su camisa a un lado. —Ver lo que mis dos millones me han comprado. —¿Tu qué? Se quitó el sostén y lo colocó junto a su blusa en la silla. —¿Vamos a follar o te quedarás ahí parada? Entrecerré los ojos cuando empezó a quitarse los vaqueros y las zapatillas. —¿Qué te pasa? Sonrió mientras mecía las caderas lenta y seductoramente mientras se bajaba las bragas. —Sin juegos. Puede que tenga un trabajo para ti, si te animas—. Miró mi polla, que se endurecía, antes de volver a mirarme. —Parece que sí. Me has demostrado que puedes luchar. Ahora quiero ver si puedes follar. Dio un paso adelante y empezó a tirar de mi cinturón. Consideré follarla por un momento, pero luego aparté sus manos. —Dime qué demonios está pasando. Sonrió, pero no tenía gracia. —Mientras me follas—. Dudé. —¿Qué pasa? Entiendo que te gusta follar sin ataduras—. Al ver que seguía sin moverme, su rostro se endureció. —Si no puedes o no quieres follarme, entonces no eres el hombre indicado para el trabajo que tengo en mente. —¿Qué trabajo?— pregunté con voz dura. —Fóllame y descúbrelo—, ronroneó mientras se arrastraba lenta y seductoramente hacia la cama más cercana de las dos. Consideré dejarla en la cama, pero no solo era guapísima, sino que me intrigaba la idea de tener que sacarle un secreto a la fuerza. Si de verdad era Jane Bond, sería difícil de domar y necesitaría una buena dosis de sexo. La idea me ponía cachondo. Me desabroché el cinturón, metí la mano en el pantalón y saqué la polla. —¿Esto es lo que quieres?—, pregunté mientras la apuntaba con mi m*****o rígido. Abrió los ojos de par en par al sentarse en el borde de la cama. Apunté mi pene hacia su cara. —Dios mío —suspiró antes de mirarme a la cara—. Me lo dijeron, pero... —¿Ellos quiénes ?— gruñí mientras me bajaba los pantalones y empezaba a desabrocharme la camisa. —No importa—, murmuró mientras seguía mirándome la polla y luego volvió a mirarme, con la incertidumbre claramente escrita en su rostro. —¿De verdad mides treinta centímetros? Sonreí, complacido con su reacción. De repente, ya no estaba tan segura de sí misma. En realidad, medía poco más de veintidós centímetros, con una circunferencia que me hacía parecer un poco gruesa en la escala de circunferencia-longitud, incluso con mi talla extra, pero si quería creer que medía treinta centímetros, no iba a intentar disuadirla. —¿Crees que puedes conmigo?—, gruñí con una sonrisa, omitiendo a propósito su pregunta. Me agarró la polla mientras me quitaba los pantalones y los zapatos. —Nunca había visto una tan grande en persona—. Me miró de nuevo. —No me hagas daño, ¿vale?—, susurró mientras se deslizaba de la cama hasta ponerse de rodillas y lamía la punta de mi polla. Me gustaba follar. Me gustaba mucho, pero no era un monstruo. —No lo haré. Con sus labios alrededor de mi pene, no podía decirme lo que quería saber. ¿A qué se refería Uri cuando me preguntó si podía luchar sin matar a nadie? ¿Quién le dijo que estaba bien dotado y por qué? ¿Qué dos millones? La dejé chuparme la polla un momento mientras intentaba averiguar qué pasaba. Cuando empezó a lamerme, la puse de pie y la empujé de vuelta a la cama, disfrutando de cómo sus pechos se movían y se balanceaban. Mientras la seguía a la cama, se giró y volvió a tomar mi polla en su boca mientras yo me dejaba caer boca arriba, acariciándome fuerte y rápido con el puño mientras babeaba sobre mi m*****o. Mientras me devoraba, la agarré de las piernas y la arrastré, levantándole las caderas por encima de mi cabeza antes de apretarla contra mi boca expectante. Mientras mi lengua la exploraba y la penetraba, y mis labios la pellizcaban y tiraban suavemente, ella empezó a mecer las caderas. Nos dimos placer mutuamente un largo rato antes de que mi polla se deslizara de su boca con un sorbo húmedo y babeante. —Joder —suspiró—. Me vas a hacer correr. Gruñí cuando volvió a tomar mi polla en su boca. Muy pocas mujeres podían tragarme entera, y mi madre no era una de ellas, pero eso no significaba que no tuviera habilidades. Me esforcé al máximo por complacerla deslizando un grueso dedo medio en su humedad. —Joder— jadeó de nuevo. —Me voy a correr. Me vas a hacer... follar... — Gimió fuerte y profundo mientras se estremecía, gimiendo suavemente mientras jadeaba por la nariz mientras sostenía la punta de mi vara en su boca. Seguí masajeándole el clítoris, acariciándolo con la lengua mientras ella se penetraba la cara con mi polla, apretándome el puño con fuerza mientras yo penetraba rápidamente mi dedo en su humedad. Se quedó quieta, con las piernas temblorosas mientras gruñía suavemente con la cabeza de mi polla entre los labios, luchando contra el orgasmo hasta que se relajó con un largo gemido. —Joder—, suspiró mientras comenzó a acariciar mi polla de nuevo. Intentó soltarse. Apreté mi agarre para sujetarla, pero entonces empezó a tirar con más fuerza y ​​la solté. Se giró lentamente hacia mí, como si estuviera agotada, antes de concentrarse en sus labios para un beso largo y apasionado. —Dios mío...— susurró mientras nuestros labios se separaban lentamente. —Hace mucho que no me corro tan fuerte.—Me sostuvo la mirada un buen rato. —Claro que sabes comer un coño, pero ¿sabes follar? La aparté de mí, rodándola boca arriba mientras me movía con ella para acomodarme entre sus piernas. —¿Quieres descubrirlo?—, pregunté con voz ronca. —Dios sí...— suspiró. Empecé a moverme de entre sus piernas para coger el condón de emergencia que guardaba en la cartera cuando ella se giró, abrió el cajón de la mesita de noche llena de marcas y sacó un pequeño paquete cuadrado. —Lo planeaste—, dije, con un tono que lo dejaba claro. Sonrió mientras rasgaba el plástico y sacaba el trozo de látex bien enrollado que contenía. —Lo hice, y hay muchos más de donde salió este La miré con lascivia mientras me envolvía el m*****o en plástico. —Bien. Pareces una mujer que necesita mucho sexo. Soltó una breve carcajada. —No tanto como antes, pero antes de terminar contigo, quiero descubrir cuánto sexo puedes aguantar—. Me incliné sobre ella y cubrí sus labios con los míos mientras me deslizaba lentamente hacia sus placeres. —¡Joder!—, gritó suavemente, sus dedos mordiéndome los hombros mientras la penetraba suavemente, la retiraba un poco y la volvía a penetrar. —¡Eres tan grande ! ¡No puedo más! Detuve mi lenta penetración para darle tiempo a adaptarse. —Puedes aguantar—, murmuré mientras mis labios se cerraban sobre los suyos de nuevo. Después de un momento, volví a penetrarla, y ella gimió cuando toqué fondo. —Joder... dame un segundo—, gimió antes de acercar mis labios a los suyos para otro beso apasionado. Cuando empezó a relajarse debajo de mí, empecé a follarla con embestidas largas y pausadas. —Dime qué pasa—, murmuré contra su cuello mientras mis caderas subían y bajaban lentamente. —¡Mierda! ¡Me estás estirando el coño! Le sonreí en el cuello. No era eso lo que quería decir. —Dime— repetí con voz ronca. Gimió mientras acercaba mis labios a los suyos para besarme con furia. —Tengo contrato con la DEA—, jadeó mientras nuestros labios se separaban y sus dedos se clavaban en mis hombros. —Trabajo en proyectos oscuros... joder... joderme más fuerte... Trabajo en proyectos oscuros. ¡Dios mío, qué bien te sientes! Empecé a penetrarla con más fuerza y ​​rapidez. —¿Proyectos oscuros? —Fuera de los libros. Negación total. Quiero que... folles... folles... ¡Quiero que me hagas correrme! ¡Fóllame y haz que me corra! Me incorporé sobre sus brazos rígidos y empecé a penetrarla aún más fuerte y rápido. —¿Quieres que haga qué?—, ​​pregunté. —¿Qué quieres de mí? —Quiero...— empezó con el rostro retorcido de placer. —Quiero... yo... me corro—, gimió mientras me atraía hacia sus pechos. Sus dedos, como garras, me aferraron por la espalda, y tomó mis labios con los suyos, gimiendo en mi boca y espoleándome con los talones mientras mecía las caderas con furia, follándome tanto como yo a ella. Al instante, se estremeció con un gemido, apartando mi cara de la suya mientras la penetraba profunda y duramente. —¿Qué quieres?— Le susurré al oído. —Joder. Dame un segundo. Eres demasiado para mí. —Resopló y resopló un momento, y yo mantuve la cara hundida en su cuello hasta que pude borrar mi sonrisa. Me levanté para mirarla a los ojos. —¿Qué quieres?—, pregunté mientras volvía a follarla. Soltó un largo suspiro purificador. —Como dije, estoy trabajando con la DEA en un proyecto oscuro, un proyecto que le da al departamento y al gobierno total negación. Te quiero en mi equipo. —¿Haciendo qué? No dijo nada durante un largo rato, con el rostro contorsionado de éxtasis mientras la penetraba a borbotones. Debía de haber pasado tiempo desde la última vez que había tenido una buena follada, porque parecía que ya estaba ascendiendo hacia otro orgasmo.
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