Examen final Miré a mi madre con enojo. Las seis mujeres que acababan de entrar en la habitación habían sido mis amantes durante los últimos tres años. Eran, sin excepción, encantadoras, sexys, o ambas cosas. No fueron mis únicas amantes durante ese tiempo, pero las demás fueron aventuras de una noche y nada más. Solo Camila no me sonreía como si estuviera en una broma cósmica, una broma de la que aún no tenía ni idea. —Se acabaron los juegos —gruñí, mirando a mi madre con furia, mientras se repanchingaba en la cama en todo su esplendor femenino—. Dime qué demonios está pasando. —Sí. He gastado más de tres años y casi dos millones de dólares entrenándote para una misión. —Bueno, ¿y por qué están aquí? —pregunté, señalando a las mujeres con el pulgar. Mamá sonrió. «Fueron parte de tu e

