—¡¡¡Nooo!!!
Sophia sintió su corazón romperse en mil pedazos, casi podía jurar que escuchó cada pedacito caer al piso, sus lágrimas se desbordaron por sus mejillas mientras sostenía con manos temblorosas la nota y la solitaria rosa que le había llegado.
—¿Qué sucede? —preguntó Victoria al escuchar el grito de Sophia.
—No puede ser mamá, dime que esto no es verdad ¡Dime que estoy soñando! —gritó con el corazón desgarrado por el dolor que invadía cada fibra de su cuerpo y rompían su alma en cientos de pedazos.
—No sé lo que ocurre cariño, pero por favor tranquilízate, no puedes llorar tus ojos se irritarán —dijo Victoria tratando de tranquilizar a Sophia.
—No habrá boda mamá, ¡No habrá boda! —gritó desesperada.
Sophia cayó sobre sus rodillas y se dobló de dolor sobre el frío piso, su cuerpo entero se había enfriado al leer la nota que Leandro le había hecho llegar.
—¿Cómo que no habrá boda?
Victoria observó la nota en las manos de su hija, su corazón se enfrió de miedo al imaginarse lo que ocurría, con cuidado le quitó la nota y su corazón casi se detuvo. No podía ser, parecía ser que la historia en su familia volvía a repetirse.
«Querida Sophia:
Lamento profundamente el dolor que estoy causándote, pero sería mucho peor casarme contigo, después de pasar la noche con otra mujer, una mujer que se robó mi corazón desde hace algún tiempo. Perdóname por ser cobarde y no darte la cara, pero siento que no tengo el coraje para verte a los ojos y para verla a ella, espero puedas perdonarme. Te quiero, Sophia, pero no te amo lo suficiente para casarme contigo.
Atte.
Leandro Giordano».
—¡Es un cobarde! —gritó Victoria furiosa.
Sophia cerró los ojos ante el grito de su madre, pero tenía razón, Leandro había jugado con ella, y había sido terriblemente cruel esperar al día de la boda para dejarla, ¿por qué no lo había hecho antes? se preguntó.
—Será mejor que le digas a papá, para cancelarlo todo, no quiero ver a nadie —dijo Sophia con dolor.
Victoria tenía el corazón destrozado al ver a su hija sufrir por amor, no comprendía la decisión de Leandro, si él amaba a otra mujer ¿Por qué no fue claro desde un principio?, muchas preguntas rondaban su cabeza y ninguna respuesta había que pudiera solucionar esta debacle que estaban sufriendo.
Salió con pasos temblorosos de la habitación, la nota continuaba en sus manos sin saber que hacer al respecto. Cancelar una boda anunciada a bombo y platillo no era el mayor problema de todos, sino lo era Sophia ¿Cómo podría ayudar a su hija en esta ocasión?
Victoria no supo cómo había llegado a la sala donde la familia aguardaba la hora para la boda, los miró a todos sin verlos, su mirada estaba perdida, su corazón martillaba fuerte dentro de su pecho que por momentos creía se le saldría.
—¿Qué sucede hija?
Verónica fue la primera en ver a Victoria bajar de las escaleras, tenía el rostro pálido, como si acabara de ver un fantasma y las manos le temblaban.
—No habrá boda —susurró
—¿Qué?
—¡Que no habrá boda mamá! —gritó llamando la atención de todos los presentes, quienes se pusieron de pie al mismo tiempo.
—¿Cómo es eso posible? Victoria no bromees con algo así —regañó su padre.
—Ninguna broma, papá, lee esto.
Victoria le entregó la nota a Sandro. Su padre cambió de color al leer el contenido del papel, cambiando de un color a otro, que por un momento creyeron se infartaría allí mismo.
—¡¿Qué significa esto?! —gritó rompiendo el silencio que se había instalado en la habitación.
—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó Lucca entrando a la habitación acompañado de Allegra y su hijo Leonardo.
—Eso es exactamente lo que quiero saber, Giordano —Sandro lanzó la nota al pecho de Lucca, quien no tenía idea de lo que ocurría.
Lucca miró a Sandro con enfado y a los presentes en la habitación sin entender nada.
—Calma cariño, exaltarte puede hacerte daño —habló Verónica tratando de calmarlo, le preocupaba su corazón.
—¡No me pidas eso, Verónica! —exclamó —. No me pidas que me calme cuando Leandro ha decidido dejar plantada a mi nieta. ¡No voy a permitirlo! —gritó alejándose de Lucca y su familia.
Leonardo se agachó para tomar el trozo de papel y su corazón casi salió de su pecho al leer las palabras escritas por el puño y letra de su hermano.
—Papá —susurró entregando la nota.
Lucca leyó la nota y su rostro palideció por un momento antes de tornarse de un rojo intenso. El florero más cercano a Lucca terminó estrellándose contra la pared.
—¡Dios! ¡¿Qué es lo que sucede?! —gritó Salvatore el padre de Sophia.
Lucca leyó la nota en voz alta, dejando a los presentes sorprendidos e indignados ante el acto de cobardía de Leandro.
Leonardo se sentía furioso ante cada palabra escrita por su hermano, quería buscarlo y golpearlo hasta sentir que Sophia había sido vengada, pero no sabía nada de él desde la noche de ayer. Quizá había sido su culpa, quizá debió enfrentarlo allí mismo, quizá. Pero de nada servía lamentarse ahora, Leandro se había marchado dejando a Sophia atrás.
—¿Dónde está Sophia? —preguntó con premura.
—En su habitación, la pobre no ha dejado de llorar —susurró Victoria, quien fue abrazada por su esposo.
—¿Puedo verla? —preguntó temiendo que le fuera prohibido acercarse a ella.
—No creo que sea lo mejor Leonardo…
—Por favor, Victoria, te lo pido —suplicó.
—Ve, pero no le hables de Leandro, no quiero que ese nombre vuelva a ser mencionado en mi presencia —dijo Victoria viéndolo con seriedad, pero con lágrimas en los ojos.
Leonardo asintió y subió las escaleras de dos en dos, se detuvo frente a la habitación de Sophia. No tenía idea de que podía decirle para consolarla, no sabía si ella lo recibiría, solo sabía que necesitaba estar con ella y abrazarla.
Abrió la puerta y su corazón se rompió al verla llorando sobre el piso.
—Sophia —susurró tan bajito que por un momento creyó que ella no lo había escuchado.
—¿Leandro? —preguntó ilusionada.
Leonardo tragó el nudo que se formó en su garganta y negó con un movimiento de cabeza, podía engañarla y hacerse pasar por su hermano, pero no era capaz de hacerlo, no viviría la vida de Leandro.
—Soy Leonardo —dijo y Sophia volvió a llorar desconsoladamente.
Leonardo era su mejor amigo, quien siempre estuvo para ella excepto el día que cayó a la piscina, ese día había sido Leandro quien le había salvado la vida.
—Vete Leonardo, por favor, verte me hace daño —sollozó.
Leonardo apretó la mano en un puño con furia, Leandro y él compartían el mismo rostro, eran dos gotas de agua y nada podía hacer contra eso.
—No llores más Sophia —dijo acercándose a ella.
—¡Me ha dejado, Leonardo! ¡Me ha dejado porque no me ama lo suficiente! —gritó Sophia fuera de sí.
Leonardo se agachó hasta llegar a su altura y la atrapó entre sus brazos, lágrimas se desbordaron por sus mejillas, al ver lo mucho que ella estaba sufriendo. Él daría todo por verla sonreír y feliz, la amaba tanto que sentía su dolor como propio.
—¿Por qué me ha hecho esto? —preguntó Sophia aferrándose al cuerpo de Leonardo.
—No lo sé, bonita, pero no vale la pena que sufras por él —dijo ahogando el sollozo que le provocaba verla sufrir.
—¡He sido una idiota! —gritó —. ¡Creí que me amaba, creí que sentía lo mismo por mí! pero solo se ha burlado de mis sentimientos y de mi amor, yo no significo nada para él, Leonardo, dime ¿Cómo arranco de mi pecho este dolor que me carcome el alma?
—No lo sé, Sophia —dijo con sinceridad.
—¿Qué voy hacer Leonardo? ¿Cómo me pararé frente a los invitados y decirles que no habrá boda?
El silencio se hizo entre ellos, únicamente los sollozos de Sophia irrumpían en la habitación. Su dolor desgarraba el corazón de Leonardo de una manera que jamás creyó podía ser posible.
—Cásate conmigo Sophia, seré tu novio Sustituto…