PRÓLOGO

1120 Words
Mi niña es muy curiosa y estuvo observando todo este tiempo como preparo los sándwiches que llevaremos a nuestro picnic. Mi Anahera dice que cuando sea grande quiere también ayudarme a prepararlos y por eso, siempre me contempla. —¡Mami! ¡Mami! Estoy muy emocionada, todo está listo —murmura mi hija, jalando de mi vestido al verme que solo queda un sándwich por terminar—. ¡Creo que es hora de despertar a papi! —añade mientras se baja de la silla en la que estaba parada detallando todo mi mano de obra. —Sí, mi amor, anda —le digo, presionando su pequeño mentón—. Tienes razón, ya es tarde y tu padre, el dormilón, se debe de ir alistando. Acaricio su cabeza y le doy un toque en su nariz. Esta señal es, como un toque de permiso que siempre solemos hacer. Es como nuestra señal secreta, o algo que se nos volvió habitual. Mi hija Anahera, sonriendo y dando pequeños brincos, se va de inmediato a mi habitación. Imagino que mi esposo no tiene la voluntad de levantarse, pero le comprendo. Él a tenido una semana muy ajetreada y el día de ayer, llegó más tarde de lo normal. Imagino como estará de agotado física y mentalmente. Acomodo las cosas y suspiro. Me siento muy contenta porque después de un mes, saldremos con Anahera y Ray. Organizamos para hoy, al fin, un viaje familiar. Me he levantado temprano y me siento muy enérgica. Estiro mis brazos hacia arriba, todo lo que puedo, y me acerco a la enorme ventana de vidrio en frente de mí, para contemplar la hermosa vista. Nos encontramos en el octavo piso y el sol resplandeciente apareciendo detrás de las nubes blancas, alumbra por nuestras enormes ventanas. La ciudad comienza a moverse y desde aquí, todo se ve grandioso. Me quedo maravillada y me recuerdo de algo importante. Entonces corro hacia nuestra habitación y exclamo: —¡Amor! —me asomo desde la entrada de la puerta—. Ya regreso, olvidé las maletas nuevas que compré en la maletera. Mi esposo, estaba jugando con mi hija, y al escuchar mi voz, con el rostro soñoliento y cabellos removidos, me responde: —Sí, corazón. Mientras, me voy cambiando con mi princesa. Me sonríe con enorme dulzura y besa a mi hija en la mejilla, que lo viene molestando, metiendo su dedo en la nariz. —Bye, Bye… Señora Neferet —Vociferan ambos. Siempre les gusta llamarme por mi nombre en forma juguetona. —Corre mami, no demores… debemos apresurarnos para llegar, y encontrar espacio en el parque. —¡Está bien, está bien, mi capitana! —le respondo con un saludo militar. Reluzco mi preocupación, porque en parte mi hija tiene razón, por lo tanto, me apresuro. Salgo del departamento, y me dirijo al ascensor. Aproximadamente me toma unos 5 minutos para llegar a la cochera del edificio. Miro la hora en mi celular y son las 8 de la mañana, lo devuelvo a mi bolsillo y camino a paso acelerado hasta el lugar donde estacioné mi auto. Desbloqueo la seguridad con el botón automático, y levanto la capota para retirar las dos maletas. De pronto, sin preverlo, el suelo comienza a temblar. «¿Un sismo?» Mi corazón palpita descontroladamente por el susto de que mi hija y mi esposo se encuentran arriba. Por ende, sin importarme nada, comienzo a correr por la dirección en que vine. Me muevo aceleradamente , pero se me presenta un problema en las escaleras de emergencias. Las personas descontroladas, bajan hacia la salida, obstaculizando mi trayecto hacia mi destino.Trato de seguir subiendo, pero la multitud me empuja hacia el lado contrario, por la cual no quiero ir. «Dios mío.» Sin siquiera querer, acabo de salir de las escaleras. Todo a pasado demasiado rápido y observo como todo comienza a caerse: las paredes, las cosas, los autos se tambalean increíblemente, y mi corazón a su paso se angustia al extremo en solo cuestión de segundos. En este momento de confusión, mientras sudo fríamente por el shock de lo que sucede a mi alrededor, siento un golpe en la cabeza, e inesperadamente todo se nubla por completo. «No, por favor…, mi familia.» *** Abro los ojos, y lo único que escucho es el pitido del ecocardiograma. Veo completamente apañado, bajo un fondo blanco. No me puedo mover, siento mi cuerpo completamente paralizado. Comienzo por llorar, porque claramente recuerdo lo último que sucedió. Entonces inevitablemente me desespero. —¡Ayuda…! —digo apenas, pero creo que nadie me puede escuchar. No puedo mover mi cuello, estoy al parecer con un yeso que me impide dirigir mi vista hacia otra posición que no sea el techo. —¿Hay alguien ahí? —Aclaro mi voz un poco más fuerte mientras las lágrimas caen por mis mejillas. —Escuché algo… —menciona de pronto una mujer que se acerca a mí y ve mis ojos abiertos —. ¡Ella está despierta doctor! ¡Despertó! De inmediato los ruidos de personas apresuradas se escuchan en el trasfondo. Cuando de repente, una cara conocida se asoma en frente de mí. «Gerardo… es Gerardo.» pienso dentro de mí. Gerardo es el primo de mi esposo. Él es doctor, e intuyo que se encuentra en este momento a mi cargo. —Ge-Gerardo… —me esfuerzo en hablar—. Mi hija…, y Ray ¿Do-dónde están? Él no dice nada y solo revisa mis pupilas. Su rostro no es como siempre, el de una persona sonriente. Tiene una expresión que de inmediato me hace preocupar. —Por favor… Gerardo. Dime, dónde están. Ellos… ¿Ellos se encuentran bien? ¿Lle-llegaron a salir del edificio? Él se detiene de su examinación y mirándome a los ojos con pena, comienza a acariciar la coronilla de mi cabeza. Eso profundamente me hace sentir un punzón en el corazón. —Cierto que están bien, ¿verdad? —Replico, en tanto mis lágrimas se intensifican. No quiero suponer lo que con su mirada me está por decir. —Neferet… —Él pronuncia mi nombre en forma temblorosa—. Perdón… Tenía la esperanza de que ellos también estén bien, pero cuando llegaron… no fue como lo esperaba. Mi pecho se inicia a cerrar. Me invade por completo el miedo. Quiero creer que esto no está pasando, nunca pensé que algo como esto me sucedería en mi vida. Las lágrimas de Gerardo caen al mismo tiempo que las mías, mientras solo nuestras miradas reflejan el dolor. Él aprieta mi mano con nostalgia y me dice desconsoladamente. —Lo lamento, Neferet. Lo lamento, pero ellos… Anahera y Ray, murieron al instante que el edificio completo, se derrumbó.
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