~Capítulo 7~Ya no son de mi importancia.

2694 Words
Narra Gaddiel Preston El hombre de bata, me asiente como en forma de despedida, y traspasando por mi lado, se va. Regreso mi mirada hacia la Señora Wellesley, ella refunfuña por algo y comienza a caminar hacia mi dirección, en la que en cuestión de segundos, se percata de mi presencia. «Maldición» Me mira un poco consternada, pero luego relaja su rostro, e inicia a acelerar sus pasos. De inmediato sigo mi camino escapando de ella, y me dirijo al baño de mujeres, en donde mi hija me espera para alcanzarle su cambio de pantalón. Sin querer, minutos atrás, mientras esperábamos en la pequeña fila, por un baño disponible, se orinó en los pantalones. Anahera tiene un bacín en su habitación, sin embargo, no le gusta usarlo porque dice que está grande para eso. Por ende, me vi obligado a obedecer su pedido y llevarla a los servicios higiénicos, en donde sucedió este imprevisto. Llego a la entrada un poco agitado por mi apresurada fuga, y toco la puerta. Nadie responde, así que quiere decir, que tal vez, ya todas se fueron y no hay nadie más. Me fijo a los lados constatando de que nadie me esté observando, antes de entrar. «Vamos Gaddiel, esto lo has hecho miles de veces» me doy fuerzas dentro de mí. La verdad es que sí. Yo he ingresado a un baño de damas incontables de ocasiones debido a mi hija, y en cada una de esas veces, no puedo evitar avergonzarme. ¿Y qué hombre no lo haría? He visto de todo en este lugar, como que también me han dicho cada tipo de cosas. Las mujeres son muy sensibles respecto de ver un hombre aquí. Claro, igualmente nos pasaría a nosotros. Ellas me han lanzado tremendos gritos, hasta que se percataban de que, en realidad, me encontraba ahí solo por mi hija. Los espacios femeninos, son otro mundo en la que cualquier hombre saldría corriendo definitivamente. Recordando esos acontecimientos, niego con la cabeza y expulso un resoplido. «Es difícil ser un padre soltero… y sobre todo de una niña» Sin perder más tiempo, abro la puerta e ingreso con un poco de cautela. Cuando de repente, en lo que ya he avanzado unos pasos, la puerta detrás de mí al cerrarse, me hiela la sangre. Me giro rápidamente y, ella, la Señora Wellesley, me observa con una mirada maligna. ―¿Qué haces aquí, Gaddiel? ―cuestiona acercándose a mí, como una leona a su presa. Su inesperado acto me hace retroceder hasta chocar en el lavadero, donde no tengo escapatoria. Sus manos, con confianza, las posiciona a mis lados. Está tan cerca que hasta siento su respirar muy cerca de mi rostro. Sus ojos verdes están incrustando los míos, esto me pone por alguna razón muy nervioso. «Nunca había conocido una persona tan atrevida y acosadora, en mi vida» ―Gaddiel Preston, no sabía que podrías ser un pervertido ―me sentencia, reflejando esa sonrisa malévola. ―Yo… no lo soy ―le respondo algo perturbado, pero recobro rápidamente mi estabilidad―. Por cierto, ¿Por qué usted siempre se apega muy cerca de mí? ―Me gusta detallar su expresión con claridad. ―E-eso no es excusa. ¿Sabe que esto se podría ver mal, ante los ojos de cualquiera? ¿No le interesa lo que piense su novio? ―le digo, intuyendo aquello. Ya que en el momento que los vi, se veían muy allegados. Además, él le hablo cariñosamente cuando vociferó mientras se iba. ―¿Novio?. ―Arruga, su entrecejo, parece confundida―. Ahhh… ya lo he comprendido, te refieres a Gerardo. Tú… ¿Tú escuchaste nuestra conversación? ―No, justamente era mi trayecto. Desde donde me encontraba, era difícil escuchar aquello de lo que venían hablando. Por otro lado, sus asuntos no me incumben. ―Entiendo, así que únicamente nos viste. ―Asiente como si sintiera alivio. Pero al instante, su expresión se transforma en una sonrisa y me pasma aún más―. Entonces, Gaddiel ―me dice, haciendo caminar sus dedos por mi pecho de una forma coqueta―…, creíste que era mi novio ¿Y te pusiste celoso? Me quedo perplejo por sus locas palabras. «A ella le encanta intimidarme» ―¿Por qué lo estaría? ―respondo alzando mi mentón, porque sus labios seductores combinada con esa espeluznante sonrisa, se acercan más a los míos. ―Porque… Me desoriento por su distancia, pero de pronto. ―¿Papi? ―El rostro de mi hija, Anahera, se asoma de uno de los baños. «Me denomino un mal padre. Me había olvidado unos segundos de ella» A la Señora Wellesley, la tomo de los brazos y la alejo de mí. Luego, evadiéndola de inmediato, menciono el nombre de mi hija, mientras me acerco casi corriendo hacia su puerta. ―¿Princesa? ―Mi niña, detalla a la mujer detrás mío, algo confundida. ―Lo siento, Anahera, distraje un poco a tu padre ―le responde agraciada, y cruza como siempre sus brazos. «Esta mujer disfruta verme siempre en aprietos» ―¿Qué hacían papi? ―Nada cariño, entremos para cambiarte rápidamente. ―Sí, está bien. Narra Neferet Wellesley Le hago una seña a la pequeña para que ingrese sin problemas a cambiarse, ella me asiente, y sonriente entra con su padre. Hoy debo decir, que es un grandioso día. No puedo evitar disfrutar cada momento con esta persona. Menos mal que no pudo escuchar mi conversación con Gerardo, si no, ya se hubiese puesto en un plan de que quisiera que me vaya. Me detallo en el espejo en frente mío y acomodo mi cabello, pero de repente siento que la puerta de la entrada del baño, se abre. Con mal gesto me giro, y la mujer que estaba por entrar se detiene debido a mi expresión. Camino hacia ella sin perder tiempo, y por mi altura, la miro hacia lo bajo con antipatía. ―Está ocupado ―le indico con voz amenazante. ―Pe-pero, hay 5 baños en este lugar ―me responde. Entonces me inclino a su oído y le susurro―: He dicho que está ocupado. Yo los utilizaré todos. Lárgate. Mi fiera mirada la hace sudar en frío, por lo tanto, sale velozmente huyendo del sitio. Cierro la puerta y meto pestillo desde dentro. Luego me regreso cerca del lavadero y me apoyo en la pared, esperando a la salida de mi diversión. *** ―Ella se durmió ―murmura Gaddiel, en tanto acaricia la cabeza de su hija. Yo lanzo la revista que venía leyendo hacia un lado, y lo fijo molesta. ―¿Por qué no aceptas la habitación VIP, que había solicitado? ―Porque no tenemos dinero para pagarlo. ―Acéptalo, yo me haré cargo. ―No puedo. ―¿Por qué? En una habitación privada, no compartirías el lugar con otros pacientes, y tuviera un baño para ella misma, de esa forma, no le sucedería algo como le pasó el día de hoy. ―Me niego. ―¡Señor Preston! ―alzo un poco la voz poniéndome de pie, mal humorada. ―Shhh ―me silencia con la seña de su dedo―, baje la voz, por favor. ―No comprendo por qué actúas de esta manera. ―Eso debería decir yo, ¿Por qué usted está tan obsesionada con nosotros? Me quedo fría. Para ser exactos, creo que estoy actuando exagerada. Lo que a ellos les suceda, no me debería de importar. Es más, ¿porque sigo aquí? ―No estoy obsesionada ―contesto, y busco cualquier razón para justificarme―. Seré sincera, Gaddiel. Quiero que usted me pague el dinero del daño de mi auto. ―Esa sincera razón, es la que quería escuchar. Aprieto mis labios por lo absurdo que acabo de decir. ¿Por qué simplemente no le digo que me divierte ver su cara de estúpido? ―¿Cuánto es? ―5000 dólares. ―Me cruzo de brazos y giro mi rostro con despreocupación viendo a otro lado que no sea el suyo―. Mi auto debe ser cambiado por completo todo el color. Es una tontería, pero no se me ocurrió otra cifra. A si cuesta, ¿verdad? ―Ok ―me responde, como si nada. ¿Él de verdad tiene esa cantidad? ―Deme dos días y le entregaré todo. Así que ya no será necesario de que usted venga, ni mucho menos siga mintiendo a mi hija, diciéndole que viene solamente por ella. Aprieto mis labios y lo miro con un poco de recelo. Entonces, tomo con mala gana mi saco n***o, y antes de salir del lugar, mostrando que no me importa, le digo―: Bien. *** **Días después…** ―Presidenta Wellesley. ―Olenka entra a mi oficina, con varios documentos en manos. Me quito los lentes y me cruzo de brazos, a la expectativa de la noticia que la tiene con entusiasmo. ―¿Qué sucede? ―Hemos tenido, el día de hoy un depósito desconocido de 5000 dólares. ―¿5000? ―Sí ―me confirma y pensando un poco, se me viene el rostro de Gaddiel a mi cabeza. ―Ah..., es del Señor Preston. ―Me lo imaginé, por eso vine de inmediato a avisarle. Por cierto, Presidenta, también le traigo lo que usted me pidió hace unos días ―me dice y me entrega un sobre amarillo. ―¿Cuál de todo lo que te pedí? ―Es la información de la Señorita Mariela Steven. Me quedo observando el sobre y con mis manos, sin pensarlo mucho, lo arrugo. ―Presiden… ―murmura mi asistente anonadada. ―Ya no necesito saber nada de lo que respecta a la familia Preston. ―comento mientras lo tiro al tacho de basura que se encuentra al lado. Luego me levanto, me pongo mi blazer verde y le digo. ―Hoy quiero vino, y cenar pasta a la carbonara. ―E-está bien, ¿entonces nos dirigimos a un restaurante italiano? ―Sí ―afirmo en tanto me adelanto. Salgo con enfado de mi oficina. No sé por qué me siento así, debería estar contenta, porque al menos mi dinero me lo ha devuelto y aparte de ello, he comprobado que no tienen nada que ver con mis enemigos. Son dos días que no veo a la pequeña Anahera. No puedo negar que, a veces, aparece por mi mente. Ella no tiene la culpa de tener un idiota como padre. En fin, no debería recordarla, la verdad es que no tiene nada que ver conmigo. Yo ya di mi mejor esfuerzo y quise ayudarles, por lo tanto, puedo seguir con mi vida. Ellos ya no son de mi importancia. Se acabó. Sigo mis pasos, reluciendo mi altiveza hasta el ascensor, donde lamentablemente me encuentro con el tipo quien me remueve constantemente la bilis. Él ni bien al verme, me muestra su sonrisa, fingiendo su amabilidad. ―Neferet… mi bella y hermosa presidenta. ―Roger ―lo saludo con media sonrisa. Mientras esperamos que las puertas del ascensor se abran. ―¿Te diriges a cenar? Asiento. ―Entonces vayamos juntos. ―No quiero. ―Oh vamos, Neferet. Hace tiempo que no compartimos juntos, creo que es el momento de actualizarnos. Anímate excuñada, mi hermano Ray, estaría triste al ver como te has alejado de su familia. Me giro a verlo más irritada de lo que estaba. ―No menciones el nombre de Ray, a la ligera ―le digo con mis ojos sobresaliendo. ―Está bien, está bien…, entonces acepta cenar conmigo. La puerta se abre, y expulso un resoplido en tanto ingresamos los tres. Ya conozco lo fastidioso que puede llegar a ser mi excuñado, así que, aunque tenga ganas de comer otra cosa, simplemente me queda acceder. ―Como quieras. ―Fantástico, pero quisiera llevarte a un restaurante de comida china. Tengo que presentarte al dueño de ese lugar. Está muy interesado en conocerte, nuestra idea de crear una cadena de restaurante le interesa. ―Ya te dije que no quiero entrar a ese rubro ¿Por qué sigues insistiendo? ―Piénsalo Neferet, yo puedo ser muy útil para encargarme de esto. ―Lo único que buscas es poder ganar puntos con los otros ejecutivos, para empoderarte y expulsarme de la presidencia. ―¡Oh no! Como puedes decir eso. Yo jamás lo pensaría. ―Si, claro. ―Ruedo los ojos―. No te aseguro nada, pero de todas formas, lo meditaré. ―Ok, está bien. Espero por una respuesta positiva. Salimos del ascensor, los dos y mi asistente, pero Roger la detiene. ―Si nos disculpas, ahora yo, me encargaré de llevarla. ―Presidenta… ―menciona ella fijandome preocupada. Yo le hago un gesto como diciendo que no le debería dar mucha importancia―. Sí, hasta mañana, señores. ―Hasta mañana Olenka, cualquier cosa te aviso ―le indico y ante el toque de la mano de Roger, proseguimos a caminar sincronizadamente. *** ―Debo admitir que es un hermoso lugar ―comento―. Es la primera vez, que vengo aquí. ―Es una sucursal nueva, pero Zhian está creciendo velozmente, por lo esquicios que son sus platos. Asiento, inevitablemente un poco interesada. Al llegar a la entrada, Roger me ayuda a retirar mi blazer y toma mi cartera. Por lo tanto, nos adentramos al fino restaurante. Mi elegante pantalón holgado de seda verde, y mi blusa negra de tiras, con un escote en forma de V, llama la atención de todos. Tal vez, es mi distinguido forma de vestir, o es mi rostro, que todos estos por sus expresiones deben de estar reconociendo. Camino majestuosa mientras el idiota de Roger, se pavonea por su acompañante, quiero decir yo. Tomamos asiento en donde la señorita nos guía. Las miradas siguen sobre nosotros, pero no nos importa. Al menos a mí no, porque es algo que siempre suele sucederme. De parte de Roger creo que solo tiende a divertirse y a sentirse poderoso. ―Tu belleza es un hecho que opaca a todas las mujeres presentes. ―Basta con tus palabras vacías ―le digo, arqueando mi ceja. ―No eres fácil de conquistar. ―Eres despreciable, al querer tutear a la exmujer de tu hermano. ―Mi hermano está descansando en paz, y apuesto que estaría feliz en verte en mis manos. ―Apuesto que reviviría para alejarme si eso sucediese. ―Eres mala Neferet. ―Ya me lo han dicho varias veces ―comento despreocupada. ―Buenas noches, disculpen ¿les puedo tomar el pedido? ―El mozo se aparece en frente de nosotros, yo asiento, hasta que de pronto, el grito de una señora, me fastidia en cuestión de segundos. ―¡Te dije que lo quería tibio, no frío! Todos en el restaurant no demoran en dirigir su mirada a la mesa. Yo trato de no prestar atención, es algo que no me interesa. Me dedico a seguir observando la carta, cuando de repente, la voz que prosigue en hablar me escarapela el cuerpo en cuestión de segundos. ―Una disculpa, Señora, pero es que… «Estoy oyendo cosas o esa… esa es la voz de…» ―¡Es que! ¡qué! ―vuelve a vociferar la desquiciada tirando el plato al suelo. Entonces, ahora sí, dirijo mi mirada hacia ellos. El mozo está de espaldas, y solo permanece con la mirada gacha, sin mover ni un dedo. No sé que me domina, pero inevitablemente por mi carácter, ya me estoy acercando a su mesa. ―Neferet… ―susurra Roger, y lo ignoro. ―¡¿Me estás escuchando idiota?! Quiero una disculpa sincera de tu parte por hacer las cosas mal. Así que, ¡Arrodíllate! ―Señora, no fue mi culpa, fue un error de la coci… ―¿Todavía osas a responderme? ―La mujer irritada, sin dejar que él se defienda, alza su mano. Está preparándose para darle una cachetada, pero llego a tiempo. ―Usted, es muy ruidosa ―le digo con voz seca, sosteniendo velozmente su maldita mano. Observo de reojo a Gaddiel, y él se encuentra sorprendido al verme.
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