Capítulo 4

1899 Words
Nicolás Marshall Los meses habían pasado, gracias a Dios, las clases no habían sido tan tediosas, pero la agonía en casa, seguía igual, unos días peores que otros. Eso si, tenía que seguir escuchando el nombre de esa chica por los corredores de la universidad, dado que, era elogiada por las chicas, y codiciada por los chicos, para mi, ya era irritante tener que verla a lo lejos cuando dejaba a Milly en el salón de clases una vez a la semana. Además de lo mucho que la veía en anuncios de internet, a la chica le encantaban las cámaras. Pero eso no era lo importante. Suelto un pesado suspiro caminando hacia la parada de autobús, hoy Milly se fue con una de sus amigas después de nuestro estudio en la cafetería, dado que hoy no teníamos clases. Eran la una de la tarde por lo que ya me dirigía a mi casa a almorzar, y seguir estudiando, la universidad, a pesar de no ser tediosa con respecto a clases presenciales, si lo era en cuestión de tareas y exámenes, por lo que debía estudiar mucho si quería aprobar. Al subirme al autobús, me siento exhausto, queriendo llegar lo más rápido posible y dormir un buen rato. Tranquilidad, eso era lo que necesitaba, un sitio donde fuera mi lugar seguro, un lugar donde me sintiera bien, donde la presión social y familiar no fuera un problema, porque el ritmo de vida que llevaba, era realmente agotador, y nunca sabía que esperar de nadie. A diferencia de mis hermanas, quienes se hicieron un hueco en la alta sociedad, más aún Rode, quien parecía ir muy enserio con ese millonario, no confiaba en el, en absoluto, pero supongo que no tenía muchas opciones, era su vida, y yo, como muchas personas, no teníamos el derecho de entrar, en mi caso era por el simple hecho de no haberla apoyado cuando más me necesitó, pero, cuando todo paso sólo tenía catorce años, no era como si tuviera mucha autoridad en ese momento. Ni ahora. Sabía que algún día vería otra vez a mis hermanas, y que todo estaría bien, aún guardaba esa esperanza dentro de mi. Bajo del autobús al llegar a mi parada y camino unos minutos hasta mi casa, saco las llaves de mi bolsillo y abro la puerta adentrandome con cautela. Busco con la mirada a mis padres quienes no están en el salón, sus voces llegan a mis oídos haciéndome caminar en dirección a ellos, mi mirada recorre la sala de estar donde ambos se hayan lejos del otro, mirando en dirección a la televisión, aún no notan mi presencia por lo que me quedo observando cuanto les durara la tranquilidad. —Esa... Pequeña zorra, ya consiguió otro hombre para abrirle las piernas. Espeta mirando fijamente la televisión. —No hables así de mi hija. Entonces lo noto, en la televisión sale Rode, mi hermana... Los reporteros hablan y hablan acerca de ella y de los posibles acontecimientos, preguntándose si es algo de ese sujeto millonario o sólo su amante. Pff, como si la conocieran. —¡Hablo como me da la gana! Además, esa zorra no es nuestra hija. La ira corre por mis venas al escucharla y doy un paso al frente haciéndome notar, mi madre, mejor conocida como Dafne Marshall, frunce el ceño disgustada por haber sido interrumpida en su momento de insultos hacia mi hermana, pero hasta allí llega mi paciencia. —No hables así de mi hermana, no quiero que vuelvas a insultarla en mi presencia. Escupo con enojo, mirándola mal, porque si había alguien que se había ganado nuestro desprecio, era Dafne. Nuestra dulce madre quien nunca tenía algo bueno que decir. —¡A mi no me hablas asi! Esta es mi casa y exijo respeto. —¿El mismo respeto que le das a tu hija mayor? O debo recordarte quien estuvo para mi padre cuando ¡tu! Le montaste los cuernos. Su rostro arde con ira, al verse acorralada, ¿no te gusta la verdad en madre? —¡Fuera de mi casa! —¿Que?—mi rostro y el de mi para es un verdadero poema en el momento que ella soltó esas palabras. Y ya me conocía esta situación, no era primera vez que la señora Marshall hacia esto, el hecho de que llevara el apellido de nuestro padre era realmente desagradable. —Ya me oíste, largate de esta casa Nicolás, y no vuelvas. Frunzo el ceño con enojo y me giro hacia la puerta de mi habitación, busco con rapidez una maleta grande y comienzo a meter toda mi ropa y zapatos, suelto un gruñido cerrando la maleta y saco mi celular. Busco el número de Nancy entre mis contactos y le marco tratando de regular mi respiración. —Hola hermanito. —¿Donde estas? —¿Que paso? —¿Donde estas? —Estoy saliendo de mi trabajo... ¿Ocurre algo? —Ven porfavor, aquí te explicaré todo. —Esta bien. Cuelgo el teléfono y salgo de la habitación con mi maleta. Camino hacia la sala donde aún se encuentran mis padres, sólo que esta vez, sus gritos se oyen desde donde estoy. Al llegar al salón, mi padre me mira con tristeza, mientras mi madre me da una mala mirada. —Adios madre. Espero algún día, cuando te quedes sola y amargada, te des cuenta de todo lo que perdiste. Me acerco a mi padre sintiendo mi corazón divido, mis ojos se cristalizan haciendo que mi vulnerabilidad salga a la luz, pero no me importa, sólo quiero abrazar a mi padre. Lo envuelvo entre mis brazos con fuerza y el corresponde de la misma manera. —Lo siento padre. Mi padre se separa y sacude mi cabello con tristeza. —No te preocupes hijo, se que estarás bien. —Ire a vivir con las chicas. —Lo se, el auto de tu hermana esta afuera. Miro por la ventana y efectivamente, el auto de Nancy esta allí. Asiento tomando mi maleta y siento las lágrimas saliendo de mis ojos mientras salgo de la casa. Mi casa. No, ya no era mi casa, ahora debía dejar todo atrás, y empezar una nueva vida, lejos de todo. Entro al auto de Nancy, quien al verme frunce el ceño. —¿Que ocurrió? —Me ha echado de casa. Nancy niega con la cabeza disgustada y me abraza. Allí me permito ser débil, y llorar, sollozo todo lo que puedo mientras estamos estacionados aquí, frente al que era mi hogar. Donde viví toda mi vida, donde dejaba buenos y malos recuerdos. Pero todo tenía un final y un inicio, los problemas sólo son una oportunidad para crecer, y estoy seguro que este es el caso. —Estaremos bien Nick, estaremos bien. Asiento separándome de ella y fijo mi mirada en el frente. Ahora debía ser feliz, y concentrarme en el futuro. No sería tan difícil, ¿O si? (...) Al llegar al lujoso—en mi opinión—departamento de mis hermanas, Nancy abre la puerta y yo no puedo evitar sentirme nervioso. ¿Como reaccionara al ver que vine a vivir con ella? Nancy se aparta dejándome ver a mi hermana Rode, mi ejemplo, su cabello pelinegro esta más largo desde la última vez que la vi, pero su sonrisa sigue siendo tan cálida como siempre. —Nicolas... ¿Que haces aquí?—pregunta mi hermana sonriente, desviando su mirada hacia la maleta en mis manos. —¿Asi es como recibes a tu hermano? Vine a vivir contigo—respondo aparentando tranquilidad. El ceño de Rode se frunce y su mirada se pierde en algún punto del salón. —¿Que? ¿Que... Ocurrio...? Pregunta confundida. —Mama me echo de casa porque te defendí—explico. —¿Porque... Porque hiciste eso Nicolás? Sabes como es mama—suelta preocupada. —No iba a dejar que te insultara Rode, eres mi hermana. Explico y ella asiente. —Bien, puedes quedarte en la habitación al lado de la mía. —Gracias hermana. Digo antes de buscar la habitación por el pasillo, abro una de las puertas y veo que esta es la habitación de Rode, así que entro en la siguiente dejando mi maleta en la cama. Me siento en ella sacando mi teléfono y marco el número de Milly. —¿Si? —Milly. Suelto un suspiro nervioso. —Hola amor, ¿Ocurre algo? —Mama me echo de casa. El silencio al otro lado de la línea es agonizante, pero segundos después escucho su voz preocupada. —¿Enserio? ¿Y como estas? ¿Tienes donde quedarte? Sabes que mi casa esta disponible... El sofá... —Tranquila, estoy en la casa de mis hermanas. —¿Hermanas? Oh no, Milly no sabía que tenía dos hermanas, sólo conocía a Nancy... —Si... Joder, olvide decirte, tengo una hermana mayor, además de Nancy, se llama Rode. La vimos un día en la cafetería... ¿Recuerdas? —Si, cierto. —Te llamó después ¿Vale? —Ok. Cuelgo la llamada pasando una mano por mi rostro frustrado. ¿Ahora que iba a hacer? ¿Seguiría trabajando? Talvez podría tomarme un descanso de eso también. Salgo de la habitación luego de darle un par de vueltas al asunto y al llegar al salón escucho la voz de Rode. —Madre quiere quedarse sola, dejemosla. Me acerco a ellas sonriendo, mi felicidad en este momento estaba completa. Me siento al lado de Rode abrazándola y ella sonríe. —Estoy feliz de estar aquí hermanita. Confieso sintiendo como corresponde a mi abrazo. —¿Tu me llevaras al altar verdad? Abro los ojos como platos mirándola y frunzo el ceño. ¿Escuché bien? —¿Vas a casarte? —Si—dice mostrando su nillo de compromiso, muy caro por cierto, mis sospechas de que es el sujeto del que me habló Nancy hace unos meses ya estan confirmadas—Solo me falta la fecha. Pienso unos momentos pensando mi respuesta, estaba consciente que era algo precipitado, pero por una vez en mi vida debía apoyar a mi hermana. —Que te parece... Dos de agosto. Rode baja y sube la mirada con tristeza, sabía que esa fecha era un tema delicado para ella, pero era mejor dejar eso atrás. —Me parece perfecto. Dice y yo la abrazo, Nancy se une haciendo que ella ría. Que felicidad. —¡Tenemos una boda que planear!—chilla Nancy. Rode la mira con pánico y yo sonrío. —Porfavor, no le digan eso a Verónica... —musita horrorizada. Nancy curva una sonrisa maliciosa y se levanta adentrándose a la habitación. —¿Quien rayos es Verónica? Si, era más que obvio quien era Verónica, considerando que mi hermana se iba a casar con su hermano, pero, quería saberlo de su propia boca y sufrir con ganas. Nótese el sarcasmo. —Mi cuñada, y esta loca. Eso también lo sabía. —¿Hola? Si, soy Nancy, tenemos que planear la boda de Rode, ¿Puedes venir? Si, hoy mismo. —¡NANCY! ¡HOY NO! Giro mis ojos mirándolas y Nancy sigue hablando como si nada. —Mañana, a las 2 de la tarde, busca una organizadora. Perfecto, adiosito. —Ya me escuchaste. No te escaparás mañana. Oh no, mañana vería cara a cara a esa bruja otra vez.
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