Salimos en el auto rumbo al panteón, no quería que el cuerpo de mi padre siguiera siendo expuesto a tanta gente, Javier me ayudó hablando con el encargado del cementerio donde enterraríamos a papá, le pidió que solo dejara entrara a cierta cantidad de personas, yo no quería que todos estuvieras husmeando este momento tan íntimo. Al llegar, la lluvia no había dado tregua, el aire se sentía frio, era como si toda la felicidad del mundo se hubiera ido con mi padre, o al menos era lo que yo sentía en estos momentos. Javier sacó de la cajuela del auto dos paraguas, uno me lo entregó a mi y otro se lo quedó el, nos tomamos de las manos y avanzamos hacia el pedazo de tierra ya escarbado, el féretro ya estaba en el mecanismo que lo haría descender, así que solo esperábamos las palabras finales del
