—¡Natalie, te dije que subas, j***r! —grita enojado. Si me estuviera gritando por haber hecho algo mal, aceptaría su enojo —por más que él no tuviera el derecho de hacerlo, ya que no es nada mío—, pero como no hice nada malo, no entiendo el motivo por el que grita en mi dirección. Suspiro. Si su enojo ya se activa con facilidad, es mejor hacer algo de lo que dice para que no se altere el doble. Aun así, no pretendo que él se dé cuenta de que fácilmente le hago caso. Mi orgullo se perdería si hiciera eso. —¿Qué quieres? —pregunto sin mirarle y disminuyendo el ritmo de mis pasos. —Que subas. Te llevaré a tu casa —responde un poco más calmado. Solo un poco, y aun así eso me basta. —Ya estoy llegando. No es necesa... ¡Ah! —gruñendo me toma de la cintura y con brusquedad me sube a su hombro

