No podía mirarlo a los ojos. No, me niego a hacerlo. —Lo siento—, dijo él, y esas simples palabras, pronunciadas con una ligera dosis de sinceridad, me hicieron sentir un dolor profundo en el pecho. Todo lo que habíamos vivido juntos, todo lo que había sucedido, me atravesaba con una sensación de pérdida que no había anticipado. Quizás por los viejos tiempos… pensé, tal vez le dé una última oportunidad. Pero no más después de esto. ¿Dónde está?! El contrato. Corrí dentro de la casa, frenética. Mi mente seguía dando vueltas sobre todo lo que había sucedido hasta ahora: la agenda apretada de Dylan, la repentina aparición de Sabrina y la tensa conversación con Andréi. Pero lo peor de todo fue darme cuenta de que había firmado un contrato del cual no podría escapar. Era cierto. Aunque des

