Me giro a mi izquierda y ahí está Andréi, mirándome como si hubiera dicho algo completamente absurdo. Su expresión mezcla sorpresa y una pizca de desaprobación, como si me hubieran salido cuernos en la cabeza.
—Nada. Simplemente me estoy acondicionando para trabajar tan duro como pueda hoy —digo, acompañando mis palabras con una sonrisa inocente.
Claro, lo que no dije es que estoy cruzando los dedos para que hoy no me exploten como ayer. Si tengo que volver a trabajar sin pausa desde la mañana hasta la noche, saltándome el almuerzo otra vez, probablemente tire la toalla y busque otro empleo.
—Consíguete una taza de café. No puedo permitirme que me holgazanees. Hay mucho trabajo por hacer.
Andréi me hace un gesto, señalando el mini bar como si fuera mi destino obligatorio. Sus palabras
