Capítulo Seis No podía creer que Yzebel me regalara el brazalete. De cobre grueso, era ancho y con un grabado intrincado. En el centro tenía un gran círculo que encerraba una imagen que no podía identificar. Cuanto más me acercaba, más detalles veía. Me lo puse en la muñeca pero se me resbaló sobre la mano. —Mira. —Yzebel alcanzó el brazalete—. Deja que te muestre. Lo examinó por un momento. Un hueco del ancho de su pulgar separaba los dos extremos que se curvaban alrededor de la muñeca. Presionó los extremos entre sí, los soltó, y luego los apretó otra vez, acercándolos entre sí. Hizo un movimiento para que yo extendiera la mano, y luego abrió un poco el brazalete para ponérmelo en la muñeca. Se ajustaba bien, con espacio para moverse pero sin caerse en la mano. —Hermoso. —Extendí el

