Florence miró el reloj de nuevo, su esposo Austin ya había llegado de la mina y en ese momento estaban cenando. —Ya mujer, deja de mirar ese reloj que me pones más nervioso. —se quejó el hombre, pero esta vez Florence, lo ignoró. — ¿Qué es lo que pasa? —Edward debía de haber llegado desde hace media hora. —el tono de preocupación de la mujer era evidente. Austin, dejó la cuchara a un lado del plato y se limpió los labios con la servilleta, luego miró a su esposa. —Edward ya es un hombre, deja de estar detrás de él. Quizás se encontró con el grupo de jóvenes con los que se juntan. —Esos son jóvenes, no los conocemos, ¿No crees que podrían ser malas influencias? Edward nunca llega tarde, cariño. —Bueno, si no llega en media hora, yo mismo iré a buscarlo. —Iremos. —lo corrigió Florence.

