Hans no se había concentrado del todo esa mañana, incluso Emily tuvo que repetirle en varias ocasiones lo que había dicho segundos atrás, su padre tenía el ojo en la mujer que había comprado, tenía que hurgar más en el club, tenía que acercarse más a Costa y si era posible, ponerla de su lado. ― ¿Es todo, señor? ―Emily estaba sentada en la silla del otro lado del gran escritorio de cristal, Hans salió de sus pensamientos y miró a Emily, ella había arrugado su frente un momento, miró el reloj y ya eran las ocho y media de la noche. ―Cenemos. ―Emily quería negarse, ya que había notado que la visita de su padre lo había dejado bastante distraído durante el día, quizás había problemas ajenos a ella, así que se negaría para intentar no ser una carga en ese momento. ―No tengo hambre, señor. ¿

