Cuatro

1665 Words
No era genial levantarte con el píes izquierdo cuando en la noche anterior te acostaste con el mismo, cuando se suponía que luego de tú “genial" cumpleaños, todo empezaría con buen pié, supongo. Los rayos del sol filtrándose por mi balcón no ayudaban en nada, por lo que me levanté rápidamente con la baba todavía afuera para cerrar las puertas y también las persianas. Luego me volví a sentar en la orilla de la cama y esperé a que mis cinco sentidos volvieran a sus puestos mientras que mi mirada recaía en el tacón rojo que utilicé en la fiesta de anoche, embobada. La fiesta. Sí. Bueno, al final no estuvo tan mal. Toda la atención estaba puesta en aquél pretencioso muchacho que había regresado con muchas historias y noticias para la familia, captando consigo las miradas hasta de la más mínima mancha que tuvieran sus zapatos. Pero algo muy ingenioso que noté, fue cuando de un momento a otro sus historias chocaban y se dirigían a la dirección contraria que minutos antes comentaba, algo un poco misterioso y que luego averiguaría, porque entre ser y no ser, me encantaba meterme en donde no me llamaban. Volviendo a mi caso, nadie notó cuando por accidente manché mi vestido con vino al intentar perseguir a la traviesa de kitty. Cuando casi me disloco un tobillo al bajar las escaleras. Cuando por mi tremenda torpeza choqué con un camarero y otro líquido viscoso junto al del vino crearon un perfecto manchón en mi vestido y se volviera de un color asqueroso. Pero claro, no estuvo mal, no estuvo tan jodidamente mal. Lo único bueno que no quise que nadie notara fue cuando me tuve que morder tantas veces la lengua al escuchar lo déspota que sonaba al hablar el mayor de los Jones. Quizás tuviera un poco de celos, lo acepto. Y era de suponerse que al llegar Jayden causaría revuelo. Pero ¿pueden creer que hasta la mismísima Laila también me ignorara? Ese fue el colmo. Lo otro bueno fue encontrarme a Jaylen fumar cigarrillo en la parte trasera del jardín, donde todo estaba oscuro y con cara asqueada, como siempre, escuchando como las personas reían por las interesantes historias de su hermano. Aún así, no me acerqué a él y tampoco se percató de mí presencia, porque luego de eso sí me quise mantener sola para pensar, para preguntarme en aquél momento si mis padres se acordarían del cumpleaños número dieciocho de su hija menor, a la que tanto despreciaron y no tuvieron un ápice de pena por cuidarme, educarme y preocuparse por mí. También me pregunté por mi hermana. Me pregunté si ya había cambiado la mentalidad de mierda con la que mi madre trató de inculcarla, la cual no funcionó conmigo, porque a pesar de ser todavía una niña en aquél momento, me sentía tan incómoda y abrumada que saliéramos con faldas y camisas muy cortas para que los hombres nos halagaran, cosa que a nuestra madre le encantaba que hicieran para así tener oportunidad con ellos. La ambición. El dinero. Era lo único que le importaba a ella. Un golpe en mí puerta causó que me sobresaltara. —Hora de levantarse, bella durmiente —mascullo Jaden en tono melódico, y sonreí. Luego escuché como se alejaba y supuse que iría a la cocina a esperar el desayuno... ¡El desayuno! Joder, hoy me tocaba hacer el desayuno ya que Laila estaría ocupada con la universidad y probablemente se encontraba allá, tan puntual como siempre. Y yo saldría luego con Danna para confirmar si habíamos quedado postuladas en la universidad pública de Derment. Con rapidez me levanté de la cama, cogí mi bata de baño y salí de mí habitación para ir a la siguiente donde había ducha, ya que el muy gracioso de Jaden me había hecho una estupenda broma y mi tubería se encontraba... —Vaya, creo que me parece una traición de tú parte que la chica pelirroja utilice ropa interior azúl y no roja —una sonrisa inquisitiva se asomó en los labios de Jayden, mientras que con una mano sostenía mi brasier y con la otra mi braga de dormir del mismo color—. Por cierto, lindo diseño. Rápidamente sentí como mis orejas y mí cara se calentaban y ni me quise imaginar la cara de pendeja que traía. Virgencita de los interiores, ¿por qué me hiciste esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué con él? Abrí mi boca en busca de una respuesta para quitarle la atractiva y estúpida sonrisa que traía en su rostro, pero nada salía de mí. —E-eres un... —pronuncié, sintiéndome ridícula. Con su cabeza asintió para que terminara la frase, pero mi diccionario de palabrerías para denominar a las personas ante cualquier tipo de situación vergonzosa o molesta, quedó absolutamente en blanco—. Idiota. Y rodó sus ojos de manera que me hubiese parecido graciosa si yo no estuviera involucrada en ésta situación. —Si fuera tú, cambiaría la braga por una tanga más sexy, así la señorita lavagirl vuelve locos a los tipos como sharkboy —se acercó con las prendas y las depositó en mis manos para luego pasar por mi lado no sin antes guiñarme un ojo. A veces este chico parecía una copia mal hecha de el protagonista de la serie de Lucifer, de verdad. Y no me quedó de otra que coger mi ropa interior para encerrarme con vergüenza en el baño, corrección, en su baño. Porque sí, la habitación y el baño eran de él, y como idiota no pude recordar aquello para quitar mis pertenencias. Estaba más que claro que con otra persona en la mansión, todo de aquí en adelante cambiaría y yo tendría que ajustarme a eso, pero claro que se me olvidaría tal cosa como ésta. Que gran manera de empezar la mañana. Que un desconocido conociera primero mi ropa interior que mí persona. Con rapidez tomé una ducha todavía sintiendo la vergüenza latente en mí y sin poder sacarme de la cabeza aquella escena. Terminé de arreglarme a la velocidad de un rayo, sin importar mis cabellos alborotados, me dije a mí misma que luego del desayuno terminaría de acomodarme. Y ahora tendría que enfrentarme a la familia, a él. Fruncí mi ceño rápidamente cuando al llegar a la planta principal, dirigiéndome a la cocina, un olor tan apetecible a tocino, huevos, panecillos y café causó que mi estómago rugiera. —Buenos días, pequeña Alis —Robert me sonrió cálidamente y llevó una taza de café humeante a su boca. Y fue cuando me percaté que todos los integrantes de la familia estaban desayunando calmadamente, menos Jaylen que ni idea de donde se encontraba y, el más mismísimo Jayden con mi delantal puesto, mientras volteaba unos huevos fritos. —Oh, querida, no te preocupes, Jay cocinó para nosotros, únete—con una gran sonrisa la señora Jana señaló mi puesto y miró con admiración a su queridísimo hijo. Vale, de acuerdo, confieso que me salvó de llegar tarde a la cocina, pero vamos, ¿había algo que éste chico no hiciera mal? En silencio me senté al lado de Jaden, quien sonreía estúpidamente a su celular y no se había percatado de mí. La señora Jana empezó a platicar sobre el trabajo de su esposo, que ahora que lo recordaba, admiraba mucho el trabajo de los dos. Robert era defensor de la justicia por más de 20 años, uno de los abogados más reconocidos de la ciudad y del estado. Gracias a su profesión tenía tan buena estabilidad económica y sumando el trabajo de Jana como también una de las mejores psicólogas de la ciudad, tenían más que parar vivir bien en esta vida. Actualmente el señor Jones se encontraba manejando sus viviendas en diferentes estados a parte de Derment. Viviendas para personas sin recursos, para niños necesitados y para personas con discapacidad. Y uno de sus mejores proyectos fue su bufete de abogados Jone's attorney, el cual estaba siendo reconocido por ser uno de los mejores del estado y del país, ha ayudado a muchas personas con casos esenciales y difíciles, y también ha hecho caridades para ayudar a personas sin ningún costo. Sin mencionar la reconocida noticia de que luego que habían detenido a uno de los grandes de la mafia más delictiva del país por trata de blancas y narcotráfico, Robert Jones como defensor hizo todo lo posible para que aquél sujeto se pudriera en la cárcel, dejándolo así con 60 años de prisión y en la penitenciaría federal de mayor seguridad del país. Fue un gran impacto para los Lyons, aquello los debilitó, dejando a todos sin respuesta alguna. Y aunque eso había sucedido apenas hace dos años, Jana no se encontraba tranquila con ello, sin embargo, todo había seguido a la normalidad. Parecía niña pequeña cuando Robert contaba sus historias, y aunque siempre tuvo altas y bajas, no se rindió a alcanzar su sueño: ser un defensor de la justicia. Parpadee saliendo de mis pensamientos cuando un plato de comida frente a mí causó que mi estómago rugiera más. Alcé mi mirada y me encontré con sus ojos mirándome espectante. —Hm, gracias —murmuré. Él solamente asintió y por un momento mi cabeza rememoró el acontecimiento de hace una hora. A pesar de ser un engreído, era innegablemente guapo. Aquél traje n***o lo hacía lucir tan formal, pero su cabello y los botones sueltos de la camisa le daban ese toque despreocupado que lo hacía ver más sexy. Aparté mi mirada cuando sentí las mejillas calientes, y en el momento de dar el primer bocado a la comida, unos de los escoltas entró rápidamente a la cocina con su chaleco manchado de sangre y una hoja arrugada en la mano. — ¡Nos atacaron, señor! Y citado en letra cursiva, decía: La familia ya está completa, perfecto, ahora sí empieza el juego. L.
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