Dos

1560 Words
Tres años después... —Creo que así está bien, Laila —musité, tratando de esquivar el labial rojo intenso que venía a por mí—. Tampoco quiero parecer un payaso. Soltó un suspiro pesado y rendida ante mis quejas me pasó el brillo labial de mala manera. —Que no es para tanto, cariño, a veces es bueno cambiar un poco, y tú, sí que lo necesitabas. Eh, bueno, no me consideraba una chica espantosa, tenía mis grandes ojeras, piel pálida y aquellos granitos se asomaban cuando les daban la gana y tenía pecas que adornaban mis mejillas, pero vamos, no me quejaba completamente de mi cara. Mi nariz era pequeña y un poco respingada. Mis labios eran rellenos. Me gustaban mucho mis cejas y pestañas y mis orbes eran de un chocolate claro.  Además, mis atributos eran ni más ni menos, aunque no me quejaría si tuviera un poco más de carne, pero por algo no somos perfectos. Con nerviosismo me eché un vistazo en el espejo de cuerpo completo y bueno, en parte tenía razón, me veía muy diferente a lo que soy normalmente. Todo esto se debía a que era mi tercer cumpleaños que celebraba con la familia Jones, era mi cumpleaños número dieciocho y estaba un poco entusiasmada. Ya tan rápido había pasado tres años desde que me volví parte de ésta familia, y de verdad que no me arrepiento por nada del mundo haberme topado con estas personas tan increíbles. Me brindaron aquel amor que mi familia nunca me brindó, me ayudaron a reconstruirme como persona y me dieron una oportunidad para vivir bien. Recuerdo todavía aquella noche en la que aquéllos dos chicos me ayudaron y cambiaron mi vida. Sus padres, la señora y el señor Jones, no dudaron en ayudarme en cuanto me vieron. Recuerdo también que al principio fue difícil para mí aceptar que esas personas tan prestigiosas y tan adineradas querían hacerse cargo de mí, pero luego comprendí con el pasar del tiempo que, el tener dinero no te hace menos humilde. Puede que a muchas personas el tener poder la malicia les nuble la mente. Pero el dinero hace personas ricas. El conocimiento hace personas sabias. Sin embargo, la humildad hace grandes personas. Así que no podía quejarme, con ellos pasé mis primeras navidades en paz, conocí lugares que ni en mi vida imaginé que lo haría y aprendí de muchas cosas. Terminé de cursar mis estudios con mucho esfuerzo e ingresaré a la Universidad tan pronto sea posible. —Tierra llamando a Alisa —dijo mientras pasaba su mano cerca de mi rostro, parpadeé y sonreí—. Debemos terminar con todo cuanto antes, recuerda que va a llegar un invitado súper especial. Laila también es una chica que los Jones ayudó, a comparación de mí, ella llegó con su madre cuando tenía diez años. Actualmente tiene veinte y su madre falleció hace dos años, era una mujer muy carismática y encantadora, que se encargaba de los quehaceres de la mansión. Ahora Laila es su suplente y aunque siempre le hacen berrinches con que no debería hacerlo, ella los hace y yo también la ayudo, porque sentimos que de alguna manera debemos aportar en algo. —Uhm, sí, estoy nerviosa —susurré, mordiendo mi labio inferior—. E oído hablar mucho de él, no lo conozco, pero tengo el presentimiento que quizás no le agrade, parece ser un chico rudo. Laila río y soltó un gran suspiro. —Sólo te digo que no te dejes intimidar por él, a pesar de todo es una buena persona y muy agradable—dijo mientras se pintaba los labios de rojo pasión—. Bueno, no tanto, y ah, procura no quedarte tan embelesada cuando lo veas. Hace causar muchas emociones, que te lo digo yo. Fruncí el ceño y quedé pensativa. ¿No les conté que había otro integrante de la familia Jones? Sí. Era un chico que había decidido dar un viaje a otras ciudades desde hace tres año para emprender y amplificar la gran empresa de su padre. Hoy por fin llegaría y me encontraba ansiosa. Por lo que había escuchado de él, era una persona que se esforzaba mucho por lograr sus metas. No se dejaba subestimar por nadie. Su actitud era un tanto egocéntrica y a mí me pareció que era un niñato muy preocupado por su apellido y su futuro. Pero bueno, cada quién con lo suyo. —Diablos, Dios debe estar distraído, porque los ángeles se le están escapando. Laila y yo volteamos hacia la puerta, y sí, ahí se encontraba Jaden observándonos estupefacto. — ¿Cómo pudiste ser capás de nombrar al Creador y al Maligno en una misma oración? —reí y rodé mis ojos. —Ya nada me sorprende de él —Laila negó su cabeza mientras le echaba una mala mirada. —A ver chicas, que solo fue un piropo, ¿vale? —se encogió de hombros y camino hacía mí para apretar mis mejillas. Refunfuñé, era un hábito de él que me molestaba. Él era Jaden, aquél chico tierno que trató de conversar conmigo aquella noche. Dieciocho años recién cumplidos, hijo menor de todos los Jones y mi mejor amigo. Un chico muy estudioso, gentil, tierno y el sueño perfecto de toda madre para casar a su hija. Un metro ochenta de pura maldad, y con un golpe muy lindo de la pubertad. Ya no era aquél chico todo flacucho, su cuerpo era casi igual a la de un nadador y se debía a que era el antiguo capitán de fútbol americano del instituto donde cursábamos juntos. Cabello color chocolate siempre engominado como todo un niño bueno, dándole ese aire angelical y seductor, su piel era muy clara y el color de sus orbes eran de un azúl cielo. Sí, todo un bombón explosivo lleno de maldad y ternura. —A la próxima te escupiré un ojo si lo vuelves a hacer —dije mientras me sobaba mi mejilla. Dolía. —Tanta agresividad en esta habitación hace mal para un muñeco como yo —vociferó regresándose a la salida, pero se detuvo, evaluó a Laila y le guiñó un ojo. Ésta esquivo su mirada y empezó a colocarse sus tacones negros rápidamente. Siempre había dicho que había cierta picardía en aquellos dos. No sé, había algo que no me habían contado.—. Por cierto, mamá que si ya están preparadas, los estamos esperando y Jaylen parece no tener paciencia, como siempre. —Jaylen es... Bueno, es Jaylen. Era un poco difícil describir al segundo hijo de los Jones. Él era todo lo contrario a Jaden. Veinte años con tremenda cara de culo. No era para nada tierno. Estudioso, pero siempre aparecería en problemas. ¿Gentil? Hm, sólo con las personas que le interesaban. Y era el tipo de chico que toda madre quería lejos de su hija. La mayor parte del tiempo permanecía callado y con un humor de los mil demonios. Era un poco más alto que Jaden. Su piel era similar al color de la leche. Ojos azules muy profundos. Su cabello era muy oscuro y siempre estaba alborotado con pequeñas ondas que lo hacían ver como un ángel, pero en realidad era todo lo contrario. Parecía estar enojado con la vida, pero a pesar de su personalidad, nos llevábamos bien. Teníamos cosas en común y siempre trataba de sacarlo de su caparazón. La verdad, era un chico con buenos sentimientos, pero no se atrevía a mostrarlos. Divertido a su manera y muy ingenioso. Recuerdo aquél día, hace un año, que jugando al fútbol me partió el labio con el balón. Todo sucedió tan extraño. Se encontraba enojado como siempre, yo también había tenido un día de mierda y se me ocurrió esa genial idea para desahogarnos. La sangre comenzó a correr por mi boca y un ataque de pánico me embargó. En ese momento pensé que me terminarían mochando el labio inferior —algo muy estúpido—, pero eso fue lo único que se me ocurrió. — ¡j***r, j***r, j***r! La cara de Jaylen palideció y fue rápidamente a la cocina en busca de hielo y el botiquín para curarme. Luego de un rato en dónde Jaylen decidió arrecostarme en el césped para ver mejor y limpiar con cuidado la herida, optó por aquélla canción que escuché cantarla a su madre cuando Jaden en un movimiento estúpido se lastimó en la piscina, y me sorprendió. —Sana sana sana, labiecito de rana, si no sana hoy sanará mañana... —susurró con su melodiosa y varonil voz. Sí, asombroso, ¿cierto? No me imaginé que Jaylen, el gruñón, el malgenioso, el bad boy, el... Bueno, él, hiciera tan graciosa demostración de calma para ayudarme a distraer mi mente para disipar el dolor. Pero vamos, eso no fue todo. Él me besó. Sí, me besó, un pequeño beso para sellar la canción. Todo fue tan repentino y rápido, pero lo hizo. Me quejé un poco por la pequeña presión en mi herida, pero estaba sorprendida. Al principio fue extraño, pero luego me ayudó a levantarme y sin más, desapareció. Dejándome ahogada en mis pensamientos. Sólo sé que luego no se volvió a hablar de eso y llegué a la conclusión de que se trató de un impulso por el momento. Sólo eso.
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