2. Aquella chica desconocida

1044 Words
Elian Brin No tenía ni idea de quien era la chica que llevaba cargada en mis brazos. Sólo sabía que esta noche era la segunda vez que me la topaba. Por su semblante, a simple vista parecía que había bebido demasiado parecía totalmente borracha. Sentí algo de lastima al observar ese rostro angelical de esa jovencita. Era hermosa. Pasé mi vista por todo su cuerpo, por un segundo la detuve en el vestido que se corrió dejando a la vista sus esculturales piernas, tragué saliva “esta inconsciente” me recordé. No soy un depravado, pero debo aceptar que es esta chica es toda una belleza. Decidí llevarla hasta mi habitación en el hotel para poder revisarla. Hace ya dos años que no ejercía mi profesión de médico por dedicarme a mi puesto como senador del estado y mi afición por la compra de empresas a bajo costo que estuvieran a punto de convertirse en el negocio de mi vida. Las tomaba baratas y las convertía en todo un consorcio. A eso me dedicaba, era un todo en uno por lo que mi ocupada vida no dejaba espacio para salir con chicas, aunque de vez en cuando no lo negaba, salía a divertirme con alguna amiga desapareciéndome por varios días. Puse a la jovencita sobre la cama. Su vestido estaba demasiado arriba lo cuál hacía que mi vista fuera a parar ahí como un imán. Sacudí mi cabeza negando cualquier pensamiento pecaminoso, no abusaba de jovencitas y nunca en mi vida lo haría. Mis dedos rozaron sus piernas y ella se removió un poco, al parecer estaba consciente pero mareada por lo que fuera que pudo haber ingerido. Cuando toque la tela de su vestido para bajarlo y evitar la tentación que me provocaba su piel ella dio un respingo gritando —¡Oye! Di un paso atrás. Pero después me recompuse, todavía que le hago el favor de revisar sus signos vitales se pone en sus moños. —Veo que ya estás consciente, ¿Qué tomaste? —clavo mi mirada ahora furiosa en ella, tal vez fue un error haberla traído, pero tampoco no fui capaz de haber ignorado que estaba tirada en el suelo del jardín del hotel. Me quito el saco al ver que no me contesta. Lo dejo caer sobre uno de los sofá individual. “¿Qué haré con ella?” Tomo el teléfono para avisar en la recepción sobre la chica desconocida que me acabo de encontrar, pero en eso veo que ella trata de ponerse de pie, y lo hace, da unos pasos tambaleándose Arqueo una ceja mientras la observo. “¿Pero que jodidos hace?” Pongo los ojos en blanco, me recuerdo mentalmente no volver a levantar a chicas lindas del suelo. Cuando cae al suelo por segunda vez me acerco jalándola de un brazo, como puede se pone de pie y luego se cuelga de mi cuello. Su aroma penetra en mis fosas nasales, es delicioso. —Si no estuvieras tan bebida… —murmuro. —¿Qué me harías? —pregunta desafiante, por primera vez nuestras miradas se cruzan haciendo que un cumulo de sensaciones eléctricas vaya a desembocar hasta mi vientre bajo, “que insolente y ofrecida” pienso. —¿Qué tanto bebiste? —le pregunto con enfado. —Me siento caliente, eres muy guapo, dame un beso, lo necesito —arqueo una ceja, ella trata de trepar sobre mi para alcanzar mi boca. Tomo su cintura con mis manos, pareciera un pulpo que desea devorarme. Su cabello largo y lacio, perfectamente acomodado con un broche brillante color oro, su vestido semitransparente de lentejuelas y brillos ceñido a su sexy cuerpo que resaltaba todas sus virtudes y su juventud, me estaban avivando mi deseo. —Siento demasiado calor… —seguía murmurando, mientras volteaba hacía todos lados como desorientada —quítame la ropa. Cada cosa incoherente que decía hacía que mi corazón se detuviera por espacio de un milisegundo para después bombear la sangre a mil por minuto. Sentía como si me fuera a dar un infarto. Lo primero que ella hizo fue deshacerse de sus tacones color piel, primero lanzo uno que fue ha dar directo a la puerta, el golpe se escucho fuerte, luego el otro, casi se tambalea de nuevo, pero logro sujetarse a mi brazo. Me dio gracia que ahora sin los quince centímetros de tacón que llevaba parecía una niña comparada con mi altura de uno noventa metros. Mi paciencia estaba a punto de agotarse esta niña quería pasarse de lista, por un momento pareció como si fingiera su estado alcohólico. Apenas mi carrera como senador estaba iniciando era mala idea tener a esta chica desconocida en mi habitación. Reprimiendo todos mis deseos por poseerla grite autoritario —¡Sal de mi habitación! Ella abrió los ojos como platos, parecía estar roja del coraje. “¿Podría ser que alguien en el partido contrario la haya enviado para seducirme?” No caeré. Mientras tanto ella me miraba fulminante. —Tengo demasiado calor, siento que me quemo por dentro, ¡te ordeno ayudarme a quitar el vestido que llevo puesto! “Queeeé…” Estaba completamente descolocado. Esta niñata me sacaba de mis casillas. No tenía por que seguir aguantando esto. No tenía por que seguir controlándome. Al ver que no hice caso a su petición lleva sus manos hasta su espalda bajando torpemente el zipper de su vestido, pronto cayó al suelo. Paso saliva al clavar mis ojos en cada una de las curvas que forma su cuerpo. Pero de pronto ella se abalanza sobre mí cayendo los dos sobre la cama. Su olor. Su cercanía. Su mirada felina que me incita. Toda ella me atrae. Deseo a esta mujer desconocida, y la deseo ¡ya! Nuestros labios se juntan, nos dejamos llevar por el arrebato del deseo. Hacemos el amor en la cama, en el sillón. La levanto como si fuera una muñeca y volvemos a hacerlo de pie apoyándonos en la pared. El sonido de sus gemidos es como nueva energía que me renueva, así continuamos un par de horas más. Hasta que los dos caemos exhaustos nuevamente en la cama. Cierro los ojos, nunca me había sentido tan satisfecho al hacer el amor con una mujer.
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