María —o Lucía, como aún la llamaban todos— llevaba días en una tormenta interna que no le daba tregua. Desde la última sesión con la psicóloga, algo se había despertado dentro de ella. Era como si pequeñas luces se encendieran en un túnel oscuro: chispazos de memorias difusas, voces, aromas, y esa sensación de que en otro tiempo había amado, sufrido y huido. Pero lo que más la inquietaba no era solo el pasado que no recordaba, sino el presente que estaba construyendo sin saber quién era realmente. A veces, mientras observaba dormir a su pequeño Ángel, se preguntaba si estaba viviendo una vida prestada. La idea de ir a Zacatecas se había convertido en una especie de obsesión callada. La psicóloga le había dicho que no era el momento, que podía ser peligroso forzar los recuerdos… pero Mar

