6. La Propuesta.

1012 Words
Lucía llega a la notaría con paso firme, aunque su expresión delata el cansancio y la preocupación. El vestido de chaqueta azul marino que lleva le da un aire de elegancia profesional que la hace resaltar a donde sea que vaya. Una vez que llega, el notario la recibe con cortesía: “Señorita Valdez, disculpe el contratiempo, logramos resolver el inconveniente cibernético y el Poder Legal quedará sin efecto a partir de hoy. ¿Necesita algo más?” Lucía asiente con una sonrisa de satisfacción. “Muchas gracias. Eso es todo por el momento.” Al salir, suspira aliviada, por fin a logrado obtener una solución en tantos problemas que tiene encima, de pronto su teléfono suena, es Rafael. Su voz suena urgente al otro lado de la línea: “Buenos días, hija. Necesito que vengas a casa de inmediato. Es muy importante lo que tengo que decirte. No viniste anoche como quedamos.” Lucía cierra los ojos por un momento, conteniendo la frustración que amenaza con estallar. “Papá, disculpa pero es que realmente estoy muy ocupada, no puedo seguir corriendo de un lado a otro, tengo que ir a la oficina. La situación en el bufete es cada vez peor. Los clientes se están yendo, las deudas aumentan, y no sé cuánto más podré aguantar.” Rafael, con calma pero firme, insiste: “Entiendo, hija. Pero esto es urgente. Confía en mí.” Lucía suspira, resignada. “Ok papá, ya voy.” Minutos después, llega a la casa de su padre. Rafael está sentado en su sillón, leyendo la prensa. Lucía entra con paso rápido, su cabello un poco desordenado por el viento. Sus ojos ámbar, aunque cansados, brillan con una mezcla de frustración y desesperación. “Bendición, papá,” dice Lucía al entrar. “Dios te bendiga, hija,” responde Rafael sin levantar la vista del periódico, pero su tono es cálido. Lucía se deja caer en el sofá frente a él. “Papá, no sé qué hacer,” comienza, su voz temblorosa pero llena de angustia. “El desfalco fue enorme. No tengo ideas, no tengo soluciones. Los inversionistas están presionando me porq quieren respuestas, están alarmados. Estoy al borde de que me demanden, y no hay forma de tapar este agujero. Necesitaría una inversión milagrosa, pero por favor ¿quién invertiría en un bufete en bancarrota? Nadie, papá. Nadie.” Rafael la escucha en silencio, su expresión seria pero comprensiva. Dobla la prensa y la coloca sobre la mesita de centro. Se inclina hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas. “Lucía, entiendo que esto es abrumador, pero todo tiene solución. No lo dudes.” Lucía sacude la cabeza, desesperada. “No, papá, no entiendes. No es solo el dinero. Es todo. El bufete se está desmoronando, los clientes unos amenazan con irse y otros simplemente se van, las deudas crecen, y encima tengo a Marina, que no termina de adaptarse a mi ritmo de trabajo. Se demora demasiado en todo. No sé cómo manejar esto. Estoy al borde de la locura.” Rafael suspira, reconociendo la gravedad de la situación. “Lucía, sé que esto es difícil, pero no puedes rendirte. Tú eres fuerte, más de lo que crees. Y aunque no lo parezca, siempre hay opciones.” Lucía se frota los ojos, intentando contener las lágrimas que amenazan con salir. “¿Opciones? ¿Qué opciones, papá? No hay tiempo, no hay dinero, no hay aliados. Solo tengo problemas por todos lados.” Rafael con mucha calma y seguridad: "Si, aunque no lo creas siempre hay opciones, solo debes abrir tu mente para entender y no dejar que se vayan." En ese momento, James, el mayordomo de Rafael, entra al estudio. “Señor Rafael, el señor Edward Harrington ha llegado.” Rafael asiente. “Gracias, James. Hazlo pasar.” Lucía levanta la cabeza, confundida. “¿Edward Harrington? ¿Quién es?” Rafael responde con calma: “Un viejo amigo. Tiene una propuesta muy interesante que podría ayudarnos en esta situación tan difícil que estamos atravesando.” Lucía frunce el ceño, escéptica. “¿Qué clase de propuesta? Porque no creo que nadie pueda sacarme de este lío.” Edward Harrington (Massimo) entra al estudio con paso firme, vistiendo un traje gris oscuro. Su cabello gris corto y sus ojos grises le dan un aire de autoridad. Lucía lo mira con curiosidad. “Señor Valdez, señorita Valdez, gracias por recibirme,” dice con una inclinación de cabeza. Rafael lo presenta: “Lucía, este es Edward Harrington, un viejo amigo. Edward, esta es mi hija, Lucía.” Lucía, escéptica, responde: “Encantada, señor Harrington. ¿En qué puedo ayudarlo?” Massimo, con tono calmado, explica: “Señorita Valdez, tengo una propuesta que podría beneficiar a su bufete. Sería una solita los conflictos que está atravesando en este momento. Alexander Blackwood, un importante CEO inglés, está muy interesado en ayudarle y está dispuesto a ofrecer una fuerte inversión para su Bufete. Traerá a varios clientes importantes con los que mantiene negocios en Inglaterra, cubrirá todas las deudas por completo y proporcionará un equipo de consultores para optimizar la gestión.” Lucía levanta una ceja, intrigada pero cautelosa. “Muy interesante dicha propuesta, me llama la atención que esté al tanto de la situación del Bufete, pero debo asumir que mi padre le comento. ahora mi pregunta es ¿A cambio de qué?, si se da cuenta es una situación muy delicada." Massimo continúa, sin perder la compostura: “Si, Don Rafael nos comentó la situación que están atravesando, y su preocupación en la misma, sin embargo, la persona a la que represento en este momento tiene un fuerte interés en su Bufete desde hace mucho tiempo, sin embargo no había tenido la oportunidad de plantearle sus intenciones de inversion. Todo esto es a cambio de un matrimonio de conveniencia.” Lucía se queda paralizada por un momento, sus ojos ámbar se abren de par en par. Luego, su expresión se transforma en una mezcla de sorpresa, indignación e incredulidad. “¿Un QUEEEEEEÉ?” Estás loco?
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