La luna llena sobre Caracas bañaba el despacho principal del bufete Valdez & Asociados con una luz plateada, cuando Lucía dejó caer su chaqueta azul marino sobre el respaldo de la silla. El vestido de seda del mismo tono se movía con gracia felina al acercarse al ventanal, donde las luces de la ciudad parpadeaban como estrellas terrestres. Su cabello platino, ondulado en olas perfectas que le llegaban justo a la cintura, brillaba bajo el resplandor de la lámpara Tiffany que había en el despacho.
"Treinta y dos páginas de cláusulas matrimoniales", murmuró, sus uñas rojas —con manicura perfectas— golpeaba suavemente el grueso documento. "¿En serio necesitábamos un protocolo para eventuales resfriados, Mark?"
Mark Reynolds, convertido en una silueta elegante contra el telón nocturno de la
