La fortaleza van Halow, imponente ante los ojos de Rubí. La chica acostumbrada a los lujos jamás pensó que existiera está dimensión en la cual su lujosa mansión en Ahmad pareciera un simple pedaso de madera al lado de esta inmensa fortaleza. Por supuesto que habia visto la fortaleza en los notidiarios, pero verlo en presencia era algo que no se podía explicar. Incluso ahora la casa en la que vivía con Aron, parecía mediocre en comparación.
Rubí aspiró el aire tomando fuerzas. No sabía que pasaría, pero tenía que ser fuerte y soportar todo lo que vendria desde ahora.
Su esposo era alguien importante, con una amplia influencia, ella tenía que tomar ese ejemplo y estar a la altura.
Los portones se abrieron sin que fueran anunciados. Rubí miró a Aron, no parecía asombrado, simplemente caminó hacia delante sin ponerle atención. En comparación a él, un guardia apareció de la nada y la retuvo. Solo a ella, Rubí se quedó estoica viendo cómo era la única en recibir este tipo de actitud desconfiada.
Aron dió al menos cuatro pasos por delante de ella, rubí sintió un hueco en el pecho. ¿No sé detendrá a ayudarme? Estaba por gritar su nombre cuando Aron de pronto se giro hacia atrás. La vio rodeada de dos guardias y regresó.
—¿Que pasa?
Los dos guardias bajaron la mirada hacia el suelo con respeto ante Aron y Henry.
—Lo sentimos mucho. Es procedimiento.
Aron no parecía muy convencido, pero Henry lo tranquilizó.
—Aron, son procedimientos.
Aron asintió. Rubí arqueó una ceja molesta. ¿Es en serio? Aron iba a permitir que la tocaran, dos hombres delante de él que, era su esposo. Sabía que tenía que ser educada, guardar las apariencias. No podía permitir que Aron viera ese lado de ella, pero al ver al guardia acercar la mano hacia ella, explotó.
—¿Por qué debería ser revisada? No traigo nada peligroso.
El guardia miró a rubí con un rostro molesto. Aron enseguida habló.
—Es procedimiento. No te tocarán.
—¿Procedimiento? A ustedes no los revisaron.
Aron y Henry se miraron entre ellos. Los guardias al escuchar aquello no pudieron evitar fulminar a Rubí.
—Ellos son Hole.
—Yo también lo soy, soy la señora Blackhole.
Los guardias soltaron una sonrisa burlona. Rubí sintió una furia estallar en lo más profundo de su alma.
—¡Aron! —dijo pidiendo ayuda.
Aron miró hacia un lado. Rubí lo sintió como una traición.
—Vasta. La persona frente a ustedes es mi esposa.
Los dos guardias borraron su sonrisa. Henry de pronto habló.
—No te ofendas señorita. Nadie excepto la familia Van Halow y los hole pueden entrar sin revisión.
Rubí manteniendo su orgullo por lo alto volvió a reiterar.
—Dije que también soy una Hole.
Su tono de voz era impropio, autonombrarse también era un improperio que podía ser castigada. Aron no se había dignado a darle una guia de las tradiciones de Bazari, creyó que alguien noble como rubí lo entenderia. Fue su error.
—¡Rubí! —Aron la llamó en un regaño. Rubí quedó callada, atonita, sin voz.
Rubí no volvió a hablar, los guardias le pidieron que sacará las pocas cosas que lleva en una maleta pequeña. Rubí con el ceño fruncido se mordió los labios mientras sacaba todo sin poder hacer nada.
Aron en todo momento, no la miro. Los guardias volvieron a poner todo en su lugar.
—Pase, señora Black.
Aquellos guardias lo habían dicho con toda la intención de molestarla, pero Rubí no pudo protestar.
Pasaron los pasillos, Aron y Henry a la par, mientras Rubí caminó un paso por detrás de ellos acomodándose a la rapidez de sus pasos.
Sentía tanto enojo en su pecho que podía explotar de la rabia. Se contenía por el bien de su imagen. Nunca antes desde que nació había sido tratada tan pésimo como ahora. Lo que más le enoja es el deseo de que Aron la defendiera.
Su mente tan perturbada no le dió espacio para admirar la decoración de la fortaleza. Para cuándo los pasos de Aron y Henry se detuvieron, Rubí alzó la mirada hacia ellos.
Grandes portones de maderas frente a ella se abrieron. Del interior enano un aroma espléndido. Un perfume tal vez. Esa esencia estaba arraigada a las paredes de esa única habitación. Era un aroma que hacía que incluso rubí quisiera inhalar tanto aire como se le diera permitido.
Aron estiró el brazo para que rubí entrara. Allí en el imponente escritorio estaba el hombre del que tanto había escuchado. El espacio alrededor del hombre desapareció. Solo quedó su esencia única. Esa belleza que deslumbraba, un hombre varonil con un cuerpo definido que, dejaba ver todo el tórax descubierto; la única tela que cubría su piel, era una tela fina que cruzaba la mitad de su cuerpo. Unos pantalones de tela delgados le llegaban hasta los tobillos descubiertos.
Una ropa poco casual que tenía escrito la libertad de estar en su alcoba fuera de los ojos de los demás. Rubí quiso ver más allá del vestuario, sin embargo le costaba apartar la mirada de aquellos ojos miel que parecían brillar ante la poca luz. Si cabello que según muchos foros era de plata, tenía un color más asemejado al gris blanquecino. Era una combinación de colores exquisitos. La piel bronceada también deslumbrante, podía imaginar cuan alto era por la simetría de la mesa con su cuerpo.
Rubí intento parpadear, en Halow existen muchas personas con ese mismo rasgo, ojos dorados y cabello plateado, sin embargo no se podría copiar la vibra de este hombre.
Su piel cafe hacia un perfecto contraste con sus rasgos faciales. El canciller miró a rubí también. La examinó desde los zapatos hasta la última hebra de cabello marrón.
Hizo un gesto desinteresado. No era para tanto. Ella no le causaba tanto interés. Era una mujer hermosa con perfectos rasgos, sin embargo, no podía comprarla con las bellezas que tenía en su nido.
Loren se inclino un poco hacia atrás, el respaldo de la silla soportó su peso completo, ladeó su cabeza hacia la izquierda dejándola reposar en su mano.
Aunque sabía que era un error cuestionar las decisiones de los demás, tampoco podía simplemente detener su pensar. No podía comprender como Aron había escogido a alguien tan insípida.
La figura de Aron apareció por detrás de Rubí. Luego Henry. Sus dos amigos de infancia. Con Henry podía comprenderlo, Marzon, el esposo de Henry era un hombre hermoso con una belleza delicada cuál flor.
—Tu esposa, supongo. —su voz llena de desprecio.
—Si. Rubí Anderson.
Rubí se recompuso. Ahora entendía por qué tanto alarde de parte de este hombre. Era hermoso pero se nota su vanidad.
Por la forma en la que miraba a Rubí con tanto pavor, era obvio que la examinaba a fondo. Como si buscará un error, un patrón que justificara ser eliminada.
Sus ojos dorados parecían centellar miles de discriminación para ella.
—Mmm. Es hermosa. —Una mentira que hacía que todo aquel que lo escuchará supiera que era una blasfemia.
Loren con una sonrisa suave en los labios se puso de pie. A pesar de la distancia de tres metros, Rubí retrocedió. Loren era enorme al lado de ella. Era demasiado alto. De pronto la habitación se sintió chica, ella se sentia chica.
—Rudi toma asiento.
Aron amargo las facciones con molestia. Cuál era la necesidad de fastidiar a la gente.
—Es rubí. —Aron lo corrigió. Las miradas de Aron y Loren se cruzaron —. Mi esposa se llama Rubí. Di bien su nombre.
—Como sea, Rubí, como es que llegaste a estar frente a mi.
Rubí que había acabado de tomar puesto puso un rostro de total confusión.
—¿Que?
—Me refiero a como te casas con mi hombre sin mi permiso.
Henry tosió gravemente. Aron solo blanqueó los ojos y rubí quedó petrificada.
—Oh, no te confundas. Me refiero a uno de mis guardias.
Rubí sabia a la perfección que no lo había dicho de una manera adecuada por pura gracia. La quería fastidiar.
—¿Tus padres te obligaron?
—No.
—¿Lo amas?
—Si.
Las mejillas tan rojas, como es posible. Loren soltó un "vaya" Al recibir esa declaracion cualquiera. Ella sonreía tan estúpidamente, pero Aron tenía el mismo rostro apable de siempre.
—Ya la escuchaste. ¿Que piensas de eso, Aron? ¿También la amas?
Aron que hace un minuto miraba hacia un lado con indiferencia miró a Loren.
—¿Por qué debería responderte? Si la amo o no, no es de su incumbencia Canciller.
Loren soltó una risilla llena de arrogancia, al Aron decidir confrontarlo y no responder la pregunta, confirmó que no había sentimientos por esa pobre chica. Loren miro hacia rubí, la pobre mujer estaba estoica, sostenía la falda su vestido con tanta fuerza que la tela comenzó a ceder.
—Eso dolió. —lo dijo para si mismo, pero en el fondo Rubí sabía que lo dijo para ella.
Aron se encogió de hombros.
—Bien ya que estamos, vinieron aquí por dos cosas: mi aprobación y la de Myli.
Aron de pronto se tenso. Su cuerpo reacciono al nombre de inmediato.
—Ve con ella Aron, yo hablaré con tu novia.
—Esposa. —la voz de Rubí resonó entre los tres hombres de la habitación.
Loren afiló su mirada hacia ella.
—No, si no te doy mi aprobación no serás novia, ni esposa, no serás nada.
—¡Loren!
Aron alzó la voz con fuerza. La habitación quedó en silencio, Henry se hizo al loco, al desentendido, al que no escuchó a un simple guardia regañar al canciller.
Rubí por su parte se estremeció, tenía miedo de que el canciller se enojara con Aron.
No fue hasta que Loren alzó sus manos en señal de rendición que el ambiente volvió a tranquilizarse.
—De acuerdo. Cómo quieras Aron. Hazlo que desees, te daré la libertad.
Rubí fue la primera en agradecer con una espléndida sonrisa. Talvez lo había juzgado mal. Sin embargo, Aron y Henry fueron los únicos que sospecharon que algo no estaba bien.
—Por supuesto, te daré mi aprobación solo si Myli lo quiere. No quiero disputas con ella, ya sabes cómo es.
Cada palabra dicha con sarcasmo. Aron arrugó sus facciones con enojo y fastidio. Maldito tramposo. Convencer a Myli era imposible.
—Ve, trae su permiso y te daré los documentos firmados.
—¿Quien es Myli? —Rubi no entendía nada. Si no fuera por el rostro distorsionado de Arion y la reacción de Henry pensaría que es alguien cualquiera.
—Mi tia abuela. Es bastante molesta cuando quiere algo.
Rubí de pronto lo entendio. Esa tal Myli quería algo de Aron y era obvio que no daría su bendición. Aron miró a rubí con culpa. Es como si le estuviera pidiendo perdón de antemano.
No, ella no permitirá que, ahora después de tanto luchar, su vida se fuera por la borda. Se forzó a sonreír.
—Bueno, ya tenemos la bendición del canciller. ¿No es una buena noticia Aron? —A pesar de que Aron no respondió, Rubí sonrió dándole un abrazo fuerte. —El canciller dijo que la señora Myli te está esperando ¿No? Ve con ella. Yo me quedaré a hablar con el canciller.
—¿Te quedaras? —Aron la miró con desconfianza.
—Asi es, el canciller dijo que queria hablar conmigo.
Aron parecía desconfiado.
—Estare bien Aron. Ve.
Aron miró a Loren con una mirada que decía, "si la tocas te mato".
Loren solo sonrió de lado y miró como Aron salió de la habitación. En cuanto su figura se perdió, la sonrisa de Rubí se desvaneció por completo, Loren también dejo de sonreír y Henry los miró con preocupación a ambos.
—¿Usted me odia, señor?
Al escuchar eso, Henry notó la voz molesta de rubí, intentó tomarla del brazo para que no dijera más nada.
—Si.
Henry se quedó atónito al ver que Loren le respondió con voz tranquila. Tan tranquila para hacer que Henry se estremeciera.
—Yo también lo odio señor. Me parece nefasto. Es insoportable. Se cree dueño del tiempo de mi esposo, cree que puede manupularnos con altimañaz.
—Señora Black, no siga por favor. —Henry pidió tartamudo. Si seguía así, Loren se enojaría, Aron lo mataría si dejaba que algo malo le pasará a Rubí.
—Silencio. —ordenó Loren. —dejala hablar, quiero saber que tanto tiene que decir la señorita Anderson.
Rubí soltó una risa.
—Señora Blackhole. Ese es mi apellido ahora, me case, mi esposo es Aron Blackhole. Vine a quedarme con él, eso es algo que no podrá evitar.
—¿No podré?
Henry se llevó una mano a la frente como si tocara fondo. Conocía esa mirada, esa sonrisa rivalisiosa.
—¿Crees que quiero alejarte de Aron?
—¿No es eso lo que quiere?
Loren por un momento se sintió desubicado. Se pasó la mano por el cabello y dejo escapar el aire hacia el techo.
—No importa si es lo que quiero, es lo que usted piensa ¿No?
Rubí asintió. Loren a pasos suaves que resonaban en el eco de la alcoba caminó hacia ella. De pie uno frente al otro, Rubí le mantuvo la mirada. Loren se inclinó un poco hacia ella y le susurro al oído.
—De acuerdo, Rubí Anderson, demuéstrame que vales la pena. Mantenme entretenido.
Rubí se estremeció. ¿Que significa eso? ¿Que le hará la vida imposible o que la alejara de Aron? Rubí estaba por reprochar cuando Loren se dió media vuelta y habló con voz alta.
—¡Henry! ¡Sácala de aquí, no quiero ensuciar mi piso de sangre sucia!
Aron no demoro en tomar a rubí por detrás y llevarla a afuera, rubí se rehusó furiosa, pero de igual manera fue sacada. Las puertas se cerraron y Rubí pateó e insulto la puerta.
Henry por su parte caminó de un lado a otro con frustración.
—¡Guarda silencio! —Henry gritó y Rubí quedó animonadada. —¡Haga silencio, no ve lo que ha provocado!
—¡Yo! —Rubi se señaló. —Fue ese hombre, no yo. ¡El fue quien me provocó!
—¡Ahhh! No lo entiende, así es ese hombre, solo tenía que quedarse callada y todo saldría bien, ahora le hará la vida imposible.
—No me importa, que haga lo que desee.
—No sea estúpida, no refiero a usted, Aron es el único que pierde aquí.
Rubí guardo silencio.
—No le hará nada. Aron es alguien importante ¿No?
—Si lo es. Por ahora.
CONTINUARÁ.