Ese día parecía no pasar el tiempo para Mónica, durante toda la mañana pasó armando kits de primeros auxilios y pequeños paquetes de arroz, frijol y pastas para repartir entre los más necesitados, no paraba de ver el reloj, el cual parecía avanzar un minuto a cada hora, al fin llego la hora del almuerzo, fueron a la casa de Ngamibi como era su costumbre, allí abrieron la caja que Jonathan había enviado, dentro había un hermoso vestido, unas delicadas sandalias y un maravilloso y costoso juego de joyería, las dos estaban anonadadas con la exquisitez del obsequio, era digno de una princesa. Ambas decidieron no regresar a la fundación después del almuerzo, llamaron a la asistente para que los jóvenes voluntarios se hicieran cargo del resto de las actividades. Ngamibi le ayudo a arreglarse

